SALUD
Beneficios de beber leche para los adolescentes
Los estudios sugieren que los adolescentes que toman leche son 43% menos propensos a sufrir de diabetes tipo 2 como adultos
Desarrollar hábitos saludables como tomar leche en la adolescencia pudiera tener un efecto a largo plazo en las mujeres en riesgo de padecer diabetes tipo 2, según un nuevo estudio publicado este año en el American Journal of Clinical Nutrition (1).
Los investigadores encontraron que los adolescentes consumidores de leche son más propensos a consumir leche en su vida adulta – un hábito de toda una vida que fue asociado a un riesgo 43% menor de padecer diabetes tipo 2 comparado con los que no consumen leche. La diabetes afecta a más de 25.8 millones de personas o aproximadamente 1 de cada 10 norteamericanos.
El estudio de la Universidad de Harvard estudió los patrones de consumo de alimentos (incluyendo leche y productos derivados de la leche) en más de 37.000 mujeres adolescentes y adultas y sus riesgos para la salud. Los investigadores encontraron que las mujeres que tomaron la mayor cantidad de leche siendo adultas y consumieron más productos lácteos durante su adolescencia (alrededor de 4 vasos diarios) tuvieron menor riesgo de padecer diabetes tipo 2 que aquellas que consistentemente tuvieron una bajo consumo de lácteos (alrededor de un vaso por día durante la adolescencia).
Los adolecentes consumidores de leche fueron más propensos a mantener sus hábitos de consumo de lácteos durante la adultez y ganaron menos peso a través de los años – cerca de 4 libras menos que los no consumidores de leche. Ganar peso es otro factor importante de riesgo para la diabetes tipo 2.
Un amplio segundo estudio de Harvard reforzó los beneficios de la leche a lo largo de la vida – particularmente como fuente de proteína. Estudiando a más de 440.000 adultos, los investigadores encontraron que cambiando a lácteos bajos en grasa en vez de carne como fuente de proteína, se podría reducir el riesgo de diabetes tipo 2 en un 17% (2).
Cada vaso de leche descremada provee 8 gramos de proteína de alta calidad, junto a los otros ocho nutrientes esenciales que los norteamericanos necesitan, que incluyen calcio y vitamina D por sólo 80 calorías. La Guía de Alimentación para los Norteamericanos recomienda tres porciones de leche descremada o baja en grasa por día.
El Programa de Educación de los Procesadores de Leche (MilkPEP), Washington, DC, está financiado por los procesadores de leche del país, que están comprometidos a aumentar el consumo de leche líquida. El Consejo de MilkPEP dirige la campaña nacional del Bigote de Leche de “got milk?”®, una campaña multifacética diseñada para educar a los consumidores sobre los beneficios saludables de la leche. (Fuente: PRNewswire-HISPANIC PR WIRE)
¿Cuándo empiezo a dar a mi bebé alimentos sólidos?
La mayoría de bebés no suelen tomar leche de vaca, ni huevo, ni frutos secos o gluten antes de los cuatro o seis meses de edad. El motivo: se ha defendido que la introducción paulatina y tardía de alimentos sólidos potencialmente alergénicos protege a los pequeños del desarrollo de ciertas enfermedades (asma, dermatitis atópica, alergia a ciertos productos alimentarios o rinitis).
Sin embargo, los datos de un estudio con cerca de 7.000 niños ponen en entredicho esta recomendación. Ilse Tromp, de la Universidad de Erasmus (Rotterdam, Holanda) y autora de la nueva investigación, reconoce en su artículo que el suyo es uno de los “pocos trabajos que ha analizado si la introducción tardía de los alimentos reduce o no el riesgo de alergias o asma“.
Durante el primer año de vida se producen “muchos cambios en el consumo de alimentos. La introducción de productos complementarios a la leche materna es esencial para el desarrollo del menor. El momento de la alimentación complementaria es particularmente importante para la maduración del sistema renal y gastrointestinal. Algunos de los riesgos asociados al inicio temprano del consumo de sólidos son el aumento del índice de masa corporal y el desarrollo de patologías respiratorias y autoinmunes (diabetes tipo 1 y enfermedad celiaca) durante la infancia”, detalla el ensayo.
La Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica, la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología, y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN, sus siglas en inglés) y la Asociación Americana de Pediatría recomiendan “retrasar el inicio de los sólidos hasta los cuatro o los seis meses. Sin embargo, la ESPGHAN asevera que este inicio de la nueva dieta no debería retrasarse más allá de los seis meses“, agregan los investigadores.
Belén de la Hoz, adjunta al Servicio de Alergología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, reconoce a ELMUNDO.es que “en España, las guías sobre la introducción de alimentos sólidos están consensuadas por expertos en distintas disciplinas (pediatras, nutricionistas, endocrinos…) y se basan en la evidencia científica. Así, los cereales se introducen a los cuatro meses, el huevo entre los nueve y los 12 y la leche entera de vaca a los dos años. El inicio en el consumo de sólidos se retrasa, pero no tanto. Son los tiempos que se han considerado adecuados por todos”.
Esta especialista reconoce que el “trabajo está bien hecho y que ha contado con un elevado número de niños, pero para realmente cambiar las recomendaciones se requieren más estudios biológicos y clínicos. Este trabajo no deja de ser interesante, aunque se necesitan más evidencias”,
Dermatitis atópica y sibilancias
Publicado en la revista ‘Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine’, el estudio valoró el momento de introducir en la dieta de los infantes, la leche de vaca, los huevos de gallina, los cacahuetes, los frutos secos, la soja y el gluten mediante cuestionarios realizados a los padres cuando los bebés tenían entre seis y 12 meses.
Los científicos valoraron la incidencia de dermatitis atópica y de sibilancias (síntoma del asma) en todos los participantes cuando tenían dos, tres y cuatro años. Tuvieron en cuenta, además, otras variables que podían alterar los resultados, como el consumo de leche materna, el tabaquismo durante el embarazo, el peso de los pequeños, los cuidados diarios recibidos o la historia familiar de asma o alergias, entre otros aspectos.
Los datos revelan que “el estudio no ha podido demostrar que el momento de la introducción de alimentos alergénicos (leche de vaca, huevo…) se asociara a eccema o sibilancias en niños menores de cuatro años. Por lo tanto, no apoya la hipótesis de retrasar el consumo de estos productos hasta pasados los seis meses ayude a prevenir las enfermedades atópicas”. (Fuente: Patricia Matey, EL MUNDO)