SALVADOREÑOS
Muere niña de 10 años de un tumor que el médico diagnosticó como embarazo
Fuente: Carmen Rodríguez, LA PAGINA
La salud sigue siendo un privilegio para los que pueden pagar en El Salvador, la gente pobre espera todavía un mejor trato con el gobierno del cambio
Una niña de 10 años falleció por un tumor en el abdomen, luego que el médico diagnosticara que la pequeña estaba embarazada. El caso de presunta mala praxis llamó la atención del Ministerio de Salud, que inició una investigación. El caso alertó a las autoridades por el trabajo que desarrolla el Fondo de Salud (Fosalud) en esta zona del occidente del país. La pequeña murió en el Hospital Bloom el 1 de enero de 2012.
Una niña del municipio de San Julián fue diagnosticada de embarazo por un médico de Fosalud cuando lo que realmente tenía era un tumor cancerígeno que la llevó a la tumba.
El errado diagnóstico no solo permitió la muerte de la chiquilla de 10 años, sino que creó un drama familiar, un infierno de acusaciones y culpabilidades porque el médico también les dijo que la niña había sido abusada sexualmente.
La niña vivía con su tía en el cantón Agua Chuca porque, además, era huérfana. Su papá trabajaba en un aserradero y un día, uno de los troncos con los que conseguía el sustento a casa, cayó sobre él y murió de inmediato.
Un año más tarde su madre falleció a causa de la insuficiencia renal que padecía y que nunca fue tratada.
Un tiempo en la casa de un tío, un tiempo en la casa del abuelo… No importaba dónde estuviera, lo importante era tener con quién jugar, quién la llevara a la escuela y no perder las ganas de salir adelante.
Primera estación… del calvario
La niña estaba acostumbrada al estilo de vida que había adquirido desde la muerte de su madre, “total estaba con la familia”, recuerda una de sus tías maternas. Pero la costumbre fue interrumpida por las fiebres constantes que le daban; su abuelo materno empezó a preocuparse y sin dudarlo le llamó a su hija, la tía materna de Vanesa. “Mirá, la niña está enferma, seguido le dan calenturas y yo no sé qué hacer. Por qué no venís a traerla y la llevas a la clínica, a mí me cuesta mucho y a vos te queda más cerca”, le dijo el abuelo de la niña a Antonia, la tía.
Sin dudarlo, la tía fue por ella a la casa de los abuelos, a unos 20 minutos del pueblo. La fiebre desapareció por unas semanas, pero al cabo de otras regresó y con ella, además su estómago crecía y crecía, así como también la preocupación de Antonia, la tía, porque notaba que “a ratos le daban dolores y dejaba de jugar, sin quejarse, pero le dolía”.
La niña está embarazada
El 26 de septiembre, Vanesa no fue a la escuela. Temprano, llegó a la clínica de Fosalud de San Julián con su tía, para que le dieran la medicina correcta para sus fiebres y para los parásitos, que su familia creía tenía.
Llegó su turno de pasar con el doctor, pero más largo fue el tiempo que esperaron, que el momento que les dieron la noticia.
“Ni siquiera nos habíamos sentado, solo pasamos y el doctor me dijo de entrada: Esta niña está embarazada…”. Antonia sintió una corriente helada que recorrió su cuerpo desde los pies hasta la cabeza.
Enmudecida, solo pudo preguntarle al doctor Ayala: “¿qué dice doctor?”, a lo que el médico respondió: “Así como te digo, esta niña está embarazada y de seguro que ha sido abusada”.
Antonia sintió que el mundo se le vino encima, no podía creer que su hermano o su papá fueran los primeros sospechosos en la lista de los supuestos abusadores.
Diagnóstico sin exámenes
Antonia no podía creer en el diagnóstico del doctor, la niña solo tenía diez años, ni siquiera había tenido su primera menstruación y mucho menos sabía de qué se trataba. Tampoco le cabía en la cabeza que alguien había abusado de ella, pero una mentira que se repite cien veces se vuelve verdad…
“El doctor solo le tocó el estómago y le dijo a la niña —Tenés que decir quién te ha agarrado, ¿fue tu tío, verdad? o fue tu abuelo, decílo. Y luego vino una mujer que dijo que también era doctora y le repetían a la niña que tenía que decir quién la había agarrado… Al final la niña empezó a llorar y dijo ‘Sí, fue mi tío’… Yo me quería morir…”, dice Antonia con la voz entrecortada.
Antonia llegó a su casa, con más dudas que respuestas de la verdadera causa de las fiebres y del abultamiento del estómago de Vanesa. Cuando vio a sus hijos varones, dudó hasta de ellos y se echó a llorar inconsolable en su cama, pensando que había hecho mal el papel de madre.
Pasaron varias horas, la duda de Antonia no se disipaba. “No podía creer, es que no era posible eso… Llamé a la niña y le dije que me dijera la verdad, que me dijera quién la había agarrado. La niña agachó la cabecita y me dijo —No sé qué es eso tía- y se puso a llorar…”.
Ya era tarde. El rumor del embarazo de la pequeña Vanesa de 10 años, se había regado por todo el pueblo, la segunda estación del calvario de la niña había empezado. Como si no fuese suficiente la fiebre y los dolores, ahora la niña tenía que lidiar con las burlas y el escarnio público del embarazo diagnosticado sin ningún examen.
¿Los doctores saben?
DIARIO LA PÁGINA contactó al doctor Ayala, médico de la Unidad Materno Infantil de Fosalud de San Julián, para obtener su versión del diagnostico que le hizo a Vanesa. Antes de ser cuestionado sobre el caso, Ayala explica: “Mire la tía de la niña ha mal entendido todo esto, porque ella no entendió lo que yo le dije. Ha habido niñas que salen embarazadas a esa edad y como médico tenía que diagnosticar algo, era un supuesto, pero la tía de la niña fue la que no me entendió”.
Cuando existe una sospecha de embarazo, se debe confirmar o negarlo, mediante los exámenes médicos correspondientes.
El ginecólogo, Carlos Fonseca, explica que cuando el tamaño del abdomen es grande, existe una sospecha, entonces se ordena una ultrasonografía para hacer el diagnostico correspondiente.
Al igual que Antonia, el doctor Ayala confirma que le hicieron una ultrasonografía a Vanesa. “Le pusieron un aparato que se lo pasaron por el estómago y el doctor me dijo –oí, ese es el corazón de la criatura que la niña tiene adentro- yo en realidad no distinguía y no escuchaba nada, quizá porque me sentía aturdida con tanta cosa”, explica Antonia.
Ayala afirma que todo apuntaba a que la niña era abusada, sin embargo no hizo ningún reporte a las autoridades correspondientes y se contradice cuando afirma que no estaba seguro; por lo tanto no podía llamar al Instituto de Medicina Legal para que examinaran a la paciente “porque no tenía las pruebas necesarias”.
“Mire, ¿usted que no es mujer? -dice el médico a esta periodista- entonces sabe qué hacer cuando cree que está embarazada”, pero Vanesa no sabía que hacer ante la sospecha de su supuesto embarazo, pues era solo una niña.
“La niña no está embarazada, tiene un tumor”
Los días transcurrían y la niña fue expulsada de la escuela porque representaba un mal ejemplo para sus compañeros. No salía a la calle porque no entendía por qué la veían tanto, ni por qué la gente hablaba de ella y de su familia.
Pasó un mes y medio, pero la esperanza que tenía Antonia, de que el diagnóstico médico fuese erróneo, no pasó. Se dio cuenta que una brigada médica visitaba San Julián y llevó a Vanesa, tan pronto pudo.
Entre nerviosismo, preocupación y esperanzas, la doctora que atendió a Vanesa, comunicó la noticia: “Señora, la niña no está embarazada… tiene líquidos retenidos en su estómago. La voy a referir al Hospital de Sonsonate, porque además puede que tenga insuficiencia renal, pero no hay que descartarlo porque la mamá falleció de eso”.
El túnel tenía una luz, pero no se veía la salida. Vanesa llegó al Hospital Jorge Mazzini, en Sonsonate, en un carro de la alcaldía de San Julián; ahí fue sometida a una resonancia magnética e inmediatamente fue remitida al Hospital de Niños Benjamín Bloom, en San Salvador.
“Tía, sáqueme de aquí…”
Mientras muchos salvadoreños celebraban las fiestas de Navidad y de fin año, Vanesa parecía ceder a su calvario. Ingresó al Hospital de Niños, pocos antes del 24. Cada que su tía llegaba a visitarla, se veía desmejorada.
Las últimas veces que la pequeña habló con Antonia, solo le decía:
“Tía, sáqueme de aquí… Lléveme a la casa, por favor. Quiero ir a jugar con los primos… Por favor, sáqueme de aquí, no me voy a quejar del dolor, se lo prometo, pero lléveme…”.
“Me dolía hasta el corazón verla así… Pero no podía hacer nada, el doctor me dijo que si me la llevaba, se me iba a morir más rápido”, recuerda entre llanto la tía, quien junto a Vanesa vivió su propio calvario.
El 1 de enero muchos aún recibían la llegada del año nuevo, descansando o aun celebrando. Antonia, en cambio, recibía una mala noticia. Vanesa, aquella niña inocente y valiente que poco se quejó de su padecimiento, había perdido su batalla, falleció a las diez de la mañana.
Según la hoja de defunción que emitió el Hospital Bloom, Vanesa murió a causa de una falla multiorgánica, shock séptico, insuficiencia renal aguda, con el agravante de un tumor cancerígeno maligno, que no se podía tratar.
Solo la pequeña Vanesa sufría sus dolores, solo la pequeña Vanesa sufrió la deshonra de todo un pueblo por la ignorancia y por un error en el diagnostico médico, que la juzgó hasta los últimos días de su vida.
Muchos decían que su ingreso al hospital fue porque le llegó el momento de dar a luz e, incluso, que su muerte fue porque no resistió la cesárea que le realizaron.
El caso ha trascendido porque puede tratarse de mala praxis y, debido a esto, la ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, afirma que se ha iniciado una investigación para determinar la responsabilidad del médico que le diagnosticó un embarazo y para determinar, además, si este error amerita una sanción contra el galeno.
Mientras las autoridades resuelven y determinan responsabilidades en su investigación, la familia de Vanesa y algunas personas que conocieron sobre el caso, se preguntan: ¿cuántas niñas más son discriminadas, maltratadas y están sufriendo por un diagnóstico equivocado que las condena a la muerte?