ALEMANIA
El presidente alemán, Christian Wulff, ha anunciado su dimisión a causa del escándalo de tráfico de influencias en el que se ha visto envuelto desde el pasado mes de diciembre, cuando se desveló que en sus tiempos de primer ministro regional había aceptado un crédito privado con unas condiciones muy ventajosas de empresarios amigos por medio millón de euros, con el que adquirió una casa unifamiliar. Después de semanas en la picota, fuentes del Partido Liberal (FDP), que gobierna en coalición con Merkel, consideran la dimisión como segura y concluyen que “esto se acabó”.
“A causa de que como presidente no cuento con la confianza de la mayoría de los alemanes no me es posible realizar las tareas de presidente de cara al interior y al exterior como requiere el cargo”, ha asegurado en su comparecencia, en la que también ha admitido que ha cometido “errores”, pero que “nada tiene que ocultar”.
“Estoy convencido de que (las investigaciones) conducirán a un total descargo (de mi persona)”, afirmó Wulff, quien aseguró haber sido “siempre honrado” en el ejercicio de sus funciones como presidente de Alemania y anteriormente como jefe del gobierno del estado federado de Baja Sajonia.
La canciller Angela Merkel es la cara más visible de la política del país europeo. Sin embargo, el jefe de Estado alemán no es ella, sino el presidente de la república. Hasta su dimisión el viernes, Christian Wulff, ocupaba ese cargo.
A diferencia de las repúblicas presidencialistas, que predominan en Latinoamérica y en Estados Unidos, Alemania es una república parlamentaria en la que hay un jefe del Estado -el presidente- y otro del gobierno, la canciller.