SALUD
El ejercicio físico es bueno, imprescindible para practicar un estilo saludable de vida. Pero no se trata de que cuanto más ejercicio sea mejor. Hay límites. De nuevo se impone la moderación y el equilibrio. Un estudio norteamericano acaba de observar que el ejercicio extremo causa más daño que beneficio.
“Más es mejor, hasta una dosis determinada. Pero a partir de ahí el beneficio va disminuyendo, hasta un punto en que puede perjudicar a la salud e incluso a la longevidad”. Lo asegura James O’Keefe, cardiólogo del Mid America Heart Institute of St. Luke’s Hospital (EEUU), autor de este trabajo que pone límites al beneficio del ejercicio físico.
Su investigación, que publica la revista Mayo Clinic Proceedings, ha mostrado qué cambios fisiológicos se sufren por ejercitarse de modo extremo. El entrenamiento intenso y de resistencia (el propio de un atleta de maratón, de triatlón o de ciclismo extremo) puede suponer cambios estructurales en las grandes arterias y el corazón. Todo ello puede desembocar en una arritmia.
Un atleta de resistencia como los citados hace entre cinco y diez veces más ejercicio que el que se recomienda para llevar una vida saludable. Ese exceso tiene consecuencias. El corazón se ve afectado; cambia su funcionamiento y su lado derecho tiene que hacer un mayor esfuerzo.
Esos cambios en el funcionamiento del corazón aún están presentes una semana después de la competición que el atleta de resistencia hubiera preparado. Pasados esos días, el corazón vuelve a su normal comportamiento.
Pero si preparar una prueba tiene consecuencias durante una semana, la acumulación de esfuerzo y entrenamiento extremo a lo largo de los años puede suponer lesiones permanentes en el corazón, que a su vez aumenta la probabilidad de sufrir arritmias. En atletas de resistencia se ha visto que un 12% de ellos presentaba este riesgo.
El estudio no desaconseja estas prácticas deportivas para los atletas de competición, pero sí sugiere que (dadas sus cosecuencias sobre el corazón) este entrenamiento debe realizarse con cuidado y con vigilancia y control de las constantes cardiacas.
Obviamente, tampoco se trata de que una persona normal imite estas prácticas de entrenamiento. Para quienes no somos atletas de competición el ejercicio recomendable es de 30 a 60 minutos cada día. En el término medio está la virtud.