Big Mac, 550 calorías

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SALUD

 

Una hamburguesa Angus Bacon con queso suma 790 calorías; un Big Mac, 550; una hamburguesa sencilla, 250; diez trozos de pollo, 470; una ensalada con pollo, 190; una porción grande de patatas fritas, 500, mientras que una Coca-Cola mediana, 210. A partir de la semana que viene, la famosa cadena de fast-food tendrá que acatar la ley nacional de asistencia sanitaria y revelar el número de calorías de todos sus productos en sus restaurantes de EEUU.

La medida viene a implantar a nivel nacional algo que ya se estaba haciendo desde hace unos años en estados como California o ciudades como Nueva York, donde desde 2008 todos los restaurantes de comida rápida estaban obligados a dar esta información a sus clientes, así como a incorporar comida sana.

El objetivo es rebajar lo que para muchos expertos ha pasado a nivel de ‘epidemia’: la obesidad. EEUU cuenta con cerca de 40 millones de personas con sobrepeso y los datos nacionales indican el importante peso que estos restaurantes juegan.

“Los datos indican que los estadounidenses consumen aproximadamente un tercio de sus calorías en restaurantes, frente a menos de un cuarto que lo hacía en la década de los 70”, explica un portavoz del departamento de Agricultura de EEUU. “Y la gente gasta cerca de la mitad de su presupuesto en comida rápida”.

Pero para llegar a este momento el camino no ha sido fácil. La nueva ley apunta a restaurantes con 20 o más sucursales, así como a puntos de venta minoristas de comida. Entre ellos no podía faltar la franquicia McDonald’s, una de las más reticentes a estas medidas que han tenido que acatar bajo amenaza de multa y por la presión de diferentes grupos de presión de defensa del consumidor y de la salud pública.

Así, cuando el etiquetado con esta información empezó a despegar, la cadena pasó de declaraciones que indicaban que “la empresa se oponía a normas que violaban la privacidad de los consumidores” a lo que actualmente ha explicado Jan Fields, presidente de la cadena en EEUU: “Sabemos que los clientes quieren saber más sobre el contenido nutricional de (lo) que les proponemos, así que no nos oponemos a ello”, indicaba en un comunicado.

La idea es que al tener más información, los clientes piensen en su salud a la hora de tomar uno u otro producto. Esta semana, Glenn Kikuchi, dueño de 10 franquicias de McDonald’s en Maryland explicaba que había visto que cómo esta medida estaba teniendo efecto, ya que muchas madres lo están mirando e, incluso, muchos adolescentes que quieren cuidar su peso”.

Además, McDonald’s anunció igualmente una serie de iniciativas que piensa adoptar próximamente, como la realización de cursos de nutrición para sus empleados o la elaboración de nuevos menús “con más frutas y verduras”, así como el lanzamiento de un sandwich McWrap “inspirado por McDonald’s Europa”, con vegetales frescos.

Hace más de dos años, Panera Bread Co se convirtió en la primera cadena estadounidense de restaurantes que voluntariamente publicó las calorías en sus tiendas. La cadena de bocadillos Subway ha usado la especificación de calorías para posicionarse como la alternativa más saludable frente a rivales como McDonald’s y Burger King. (Fuente: El Mundo)

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La mamografía sí salva vidas

 

Ahora que la mamografía suena como un servicio ‘prescindible’ en la cartera sanitaria, los responsables del ramo deberían echarle un vistazo al último número de la revista ‘The Journal of Medical Screening’. Un panel de expertos europeos reitera que esta prueba salva vidas.

Periódicamente se publican estudios que cuestionan los beneficios de este test -diseñado para detectar precozmente el cáncer de mama-, alegando que se sobrediagnostican demasiados tumores benignos que, de otra manera, nunca hubiesen progresado hacia un cáncer agresivo.

Sin embargo, pese a que este sobrediagnóstico es una realidad, este último análisis europeo subraya que los beneficios de la prueba (en forma de vidas salvadas) superan a sus posibles riesgos.

Dos grupos (Euroscreen y Eunice), que han analizado los programas de mamografía de decenas de países europeos en la última década, subrayan que las muertes que se evitan gracias a un programa bianual a mujeres de 50 a 69 años duplica los posibles casos sobrediagnosticados.

 

Entre siete y nueve muertes menos

Concretamente, por cada 1.000 mujeres sometidas a este screening (cribado sistemático), mediante una mamografía cada dos años, se evitan entre siete y nueve muertes. A cambio, el precio que hay que pagar se traduce en cuatro mujeres sobrediagnosticadas.

Esto quiere decir que la mamografía diagnostica como cáncer maligno anomalías de la mama que, de no haberse realizado la prueba, jamás habrían causado una enfermedad agresiva a la mujer. Junto a este sobrediagnóstico, el problema de los falsos positivos es el otro que con más frecuencia se achaca a la mamografía.

En este caso, tanto Stephen Duffy (de la Universidad Queen Mary de Londres, Reino Unido), como Eugenio Paci (del Instituto de Prevención del Cáncer de Florencia, Italia), admiten la ansiedad que puede causar un resultado sospechoso que obliga a repetir la prueba, a análisis adicionales y, en los casos más invasivos, a realizar una biopsia de la mama que permita descartar definitivamente el diagnóstico de cáncer.

 

Conocer los riesgos

Los autores calculan que por cada 1.000 mujeres evaluadas, 170 tendrán que volver a ser llamadas para confirmar alguna anomalía apreciada en la primera mamografía. A ellas, suman otras 30 que tendrán que someterse a una biopsia para poder descartar que lo que se ve en la mamografía es un cáncer.

A juicio de los especialistas, lo importante es que las mujeres (pero también las autoridades sanitarias) conozcan toda esta información antes de someterse a esta prueba, cuya implantación, añaden, tiene importantes beneficios a largo plazo. De hecho, añaden, es posible que los riesgos de la mamografía sean hoy incluso menores que cuando se inició el trabajo (en 2001), debido a la mejor formación de los radiólogos y a la mayor precisión de imagen de la tecnología actual. (Fuente: María Valerio, EL MUNDO)