SALVADOREÑOS
Por Alirio Alemán*
Las cooperativas agrarias salvadoreñas nacen en 1980, justamente en el mes de marzo cuando el gobierno militar intentaba detener el avance guerrillero y expropia las haciendas agrícolas y se las traspasa a los campesinos que trabajaban hasta entonces como asalariados.
La historia da un giro y aquella metamorfosis agraria convierte en dueños asociados a miles de campesinos. Así nace La Cooperativa “La Maroma” en el enclave de la costa usuluteca justamente en El Cantón La Noria, en la jurisdicción de Jiquilisco.
La Maroma, con 150 asociados y 1116 habitantes, ha conocido el desarrollo agropecuario desde entonces y sobrevivido a tantos sobresaltos de créditos gubernamentales que intentaron desaparecerlos como una manera de desintegrar el cooperativismo mutuo.
Para Miguel Alemán, Presidente honorario de La Confederación de Federaciones de Cooperativas de la Reforma Agraria de El Salvador (COMFRAS) sostiene que está cooperativa ha sobrevivido gracias al apoyo internacional de gobiernos y agencias no gubernamentales y es vivo ejemplo a los ojos del mundo y seguirá sobreviviendo si lleva en su vientre el cooperativismo mutuo, como única opción para combatir la pobreza.
“Y ahí está La Maroma sobreviviendo por 32 años sacrificados…Es que mira, no terminaría de explicarte en mil palabras lo que se ha logrado y detrás de nosotros van otras cooperativas como Nancuchiname, La Normandía, El Tercio, Osicala y Nuevo Modelo de Esperanza…solo queda pedir que las nuevas generaciones sigan el ejemplo, es todo lo que deseo” dice Miguel Alemán en aquel mar de palabras que no denota en su sencillez el gran líder del cooperativismo salvadoreño.
No es para menos hablar de la Cooperativa “La Maroma” es sinónimo de desarrollo agrícola y ganadero, han sabido manejar los tiempos y las oportunidades que da el gobierno actual del Presidente Mauricio Funes, están cultivando el maíz hibrido H-59 (semilla certificada) y la cosecha se la venden al gobierno para la distribución de los paquetes agrícolas que regala anualmente a los campesinos salvadoreños.
Este proyecto de producción de semilla mejorada ha traído más fuentes de trabajo al sector agrario de la zona, cultivando a la vez el frijol blanco, la caña de azúcar y el gobierno los apoya con asistencia técnica tanto en el agro como ganadero a través del Centro Nacional de tecnología Agropecuaria (CENTA) una dependencia del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
“La Maroma ha sido gente sufrida en tiempos de la guerra civil, pero la mano de Dios cayó sobre nosotros y en abundancia y hemos sabido aprovechar estás bendiciones”, explica ‘Quique’ Cortez en la entrevista para El Imparcial News.
El capataz de ganadería, Manuel Salinas me decía que el gobierno actual les concedió una donación proveniente de Luxemburgo por $128 mil para la compra de 81 vacas lecheras, un tanque de refrigeración de leche, una máquina de hacer concentrado y la construcción de un establo. “Aquí tenemos ganado lechero y doble propósito y una producción de 220 botellas de leche diario, aquí gracias a Dios tenemos trabajo todo el año” dice este capataz noreño.
La producción de leche se la venden al gobierno para la distribución alimenticia de miles de niños en las escuelas públicas en el programa “Un vaso de leche” un gesto de buena voluntad igual que la distribución de uniformes y útiles escolares que ha venido a ayudar a la pobre economía de los salvadoreños, según los datos proporcionados por los directivos Fernando Ayala y Carmen Díaz
Los cooperativistas de “La Maroma” sostienen que no tendrán beneficio alguno del programa de desarrollo para la costa marina ejecutado por Fomilenio II, razón suficiente para buscar su propio desarrollo, según lo expresaron al entrevistarlos en la campiña agrícola donde más de cien mujeres desfloraban el maíz híbrido y fumigaban los cultivos de maíz y frijol.
La mañana estaba calurosa en los campos de maíz e invitaba a refrescarse a la sombra de un árbol, privilegio muy escaso para las trabajadoras que tenían que terminar la tarea diaria por cinco dólares, “No había tiempo para eso” me decía Ana María Ramírez, una jovencita de apenas diecisiete años cuando intentaba entrevistarla.
“Aquí ganarse cinco dólares al día cuesta sudor y más sudor, nosotros estuvimos en la USA, y ganábamos como mínimo cien dólares al día…pero nos deportaron y aquí estamos y no hay más opciones que seguir aquí” comentan Julio Torres y “Chilo” Villalta, mientras fumigaban el campo de frijol.
El calor del mediodía era extremo y sólo se escuchaban las voces de las mujeres en aquel maizal que no detenían la marcha de desflorar el maíz hibrido y me despedí con el corazón partido en mirar tanto sacrificio por apenas cinco dólares el día.
*Alirio Alemán; Periodista Cultural, Poeta y Escritor salvadoreño residente en Virginia, USA.