FILIPINAS
Antes de que tocara tierra se sabía que el tifón Haiyán era una de las tormentas más poderosas que se habían registrado en el planeta. Y cuando azotó el sábado 9 de noviembre a Filipinas se confirmaron todos los cálculos.
El desastre ha sido de tal magnitud que incluso seis días después del fenómeno todavía hay sitios remotos adonde ha sido imposible llegar. Carreteras y caminos continúan bloqueados y en un país insular -rodeado de agua- hay poblados enteros sin agua potable ni electricidad.
Se calcula que unas 2.300 personas han muerto y, según Naciones Unidas, cerca de 11 millones están afectadas.
En las ciudades más impactadas por el supertifón en el centro del país, como Tacloban y Cebu, se describe una situación de desesperación y caos.
Los medios de comunicación locales hablan de sobrevivientes que están tan desesperados que han tenido que desenterrar tuberías y perforarlas tratando de obtener agua para beber.
Las críticas al gobierno del presidente Benigno Aquino, que comenzaron en los medios extranjeros, continúan ahora en la prensa nacional, que cuestiona abiertamente la aptitud de la operación de ayuda.
E incluso la encargada de asuntos humanitarios de Naciones Unidas, Valerie Amos, dijo que sentía que la ONU había desilusionado a muchos por la lentitud de la operación.
En medio de la frustración, se espera que la llegada a Filipinas de un portaaviones de Estados Unidos, el USS George Washington, dé un empuje masivo a los esfuerzos internacionales de ayuda en el país.
Con una capacidad enorme de apoyo, el George Washington, además de contar con sus propios aviones para distribuir ayuda, puede también actuar como una gigantesca base flotante para todo tipo de operaciones de helicópteros, tiene espacio para almacenar cantidades grandes de alimentos y suministros médicos y puede generar niveles importantes de agua potable.
Acompañan al portaaviones buques de guerra, embarcaciones de abastecimiento y vehículos anfibios que transportan infantes de marina estadounidenses.
Según el analista de la BBC, Nick Childs, “es el tipo de capacidad que sólo Estados Unidos puede desplegar”. Pero mientras esa ayuda llega a los necesitados, han surgido varias preguntas por lo que se ha descrito como la caótica respuesta a este desastre.
Las Naciones Unidas lanzaron un pedido de 300 millones de dólares para brindar ayuda a la población de Filipinas El director de operaciones de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, John Ging, afirmó que la ayuda se centrará tanto en los sobrevivientes como en las víctimas mortales.
John Ging declaró: “Hay alrededor de 660.000 personas que han sido desplazadas por el tifón y ahora todos nuestros esfuerzos están, por supuesto, centrados en movilizar una respuesta rápida y a gran escala. Hay zonas enteras que han sido completamente destruidas, de modo que intentamos asegurarnos de que los sobrevivientes estén bien, mientras nos ocupamos de los cadáveres. Ambas son prioridades y ya hay equipos en el lugar ocupándose de eso y enviaremos más equipos”. (Con datos de BBC)