EL EVANGELIO EN MARCHA
“Ven con nosotros, y te haremos bien”
(NÚMERO 10:29-32)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia
INTRODUCCIÓN: Hemos dicho que la Biblia es un libro de invitaciones. Comenzamos esta serie con la invitación que Dios le hizo a Noé a entrar al arca con su familia, los únicos salvos del diluvio. Hoy hablaremos de una invitación a ser parte del compañerismo del pueblo de Dios, basado en las palabras que le dijera Moisés a su suegro: “Ven con nosotros, y te haremos bien”. ¡Qué hermosa invitación! Hay invitaciones para todo. Algunas son atrevidas, osadas, peligrosas y hasta mortales. Pero hay otras invitaciones, sobre todo las bíblicas, que son para que el hombre viva bien. El contenido de la presente invitación está provisto del mejor deseo. La mayoría de los comentaristas coinciden en señalar que el hombre a quien Moisés llama Hobad, es su propio suegro. Por el capítulo 18 de Éxodo sabemos que Jetro vino a visitar a Moisés y los hijos de Israel. Desde entonces su presencia fue de bendición, sobre todo por el sabio consejo que le dio a su yerno, en vista de la enorme carga que llevaba dirigiendo a Israel (Ex. 18). En el presente pasaje, Israel está dejando su campamento que mantuvo al pie del Monte Sinaí. Fue estando allí que recibieron las tablas de la Ley, construyeron el Tabernáculo y aprendieron a adorar a Dios, sobre todo por su inclinada condición a la idolatría. Ahora, ellos están levantando el campamento y dirigiéndose hacia Canaán. Pero antes de partir, Moisés se toma el tiempo para invitar a Jetro, o Hobab, para irse con ellos a su destino. Esta hermosa invitación tiene el elemento de lo familiar y gratitud, pero también porque Jetro conocía el terreno a seguir. Nos hará muy bien estudiar esta invitación e investigar los distintos aspectos que la hacen única en esta historia bíblica. Hay una palabra aquí para todos nosotros, pero también para los que no están con nosotros, a quienes debemos invitar a nuestro compañerismo. De eso se trata el presente mensaje. Tomemos, pues, un poco de tiempo hoy para mirar considerar la invitación al compañerismo. Le aseguro que esta será la mejor invitación que usted haya oído. La mejor de todo el año que ya ha comenzado.
I.NOS ENCONTRAMOS CON UNA INVITACIÓN PARA COMPARTIR LA MISMA PEREGRINACIÓN
1. Una peregrinación con un pueblo especial v. 29b. Vea como Moisés usa las palabras plurales “nosotros” y “haremos”. Ya Israel era un pueblo especial. Jetro había reconocido a Jehová como el Dios de Israel (Ex. 18:9-12), por lo tanto la invitación que su yerno le está extendiendo para ir con ellos era muy importante, porque representaba ser parte de una peregrinación con el pueblo elegido por Dios (Dt. 7:6), que ahora viajaba por el desierto. ¿Qué podemos decir a este respecto? Los santos de Dios son un pueblo especial. No por ellos mismos, sino por el Dios que los ha escogido. Así que si alguien es invitado a este peregrinaje terrenal, a la tierra santa, a la Nueva Jerusalén, debe saber que esta es la invitación más grande y completa que se le hace a mortal alguno. Así que si usted es un creyente en Jesucristo, usted es alguien especial. Pablo reconoce esa elección cuando nos dice: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él…” (Ef. 1:4). ¿Qué nos hace especial? La sangre de Cristo (1 Pe. 1:18, 19). Si usted es llamado para acompañar al pueblo de Dios en su peregrinación, considere este el más grande honor. No rehúse la invitación.
2. Una peregrinación a un lugar especial v. 29ª. – Moisés invita a su suegro a unirse a ellos en su viaje a la tierra que Dios les prometió (Ex. 3:8). El lugar al cual se dirigen era considerado como la tierra de bendición y de victoria. La nota que siempre acompaña a la tierra de Canaán es la de “una tierra que fluye de leche y miel.” Unas veintena de veces aparece esta distinción cuando se habla de del lugar que Israel iba a poseer. Israel no permanecería en Egipto. Ellos salieron de allí libres para poseer la tierra que se les había dado en promesa, unos cuatrocientos años atrás (Gn. 12). Así que la invitación hecha al suegro de Moisés era razonable. Ninguna compañía sería más placentera que la de este suegro. “Ven con nosotros” es la invitación que sigue vigente.
3. Una peregrinación a un privilegio especial v. 32. El suegro de Moisés era madianita; alguien muy ajeno a las de las promesas del pacto. De hecho, los madianitas fueron enemigos acérrimos del pueblo de Israel, tanto así que durante el tiempo de los jueces, Gedeón fue uno de los que les combatieron y los venció de una manera muy inusual y con una estrategia poco convencional para una guerra (Jue. 7, 8). Así que Jetro, siendo parte de un pueblo enemigo, se le concede un privilegio especial al ser invitado para que forme parte de una nueva familia, cuya característica por excelencia era que gozaba de la bendición divina. En la invitación que le extiende su yerno, lo que él está diciendo es: “Ven con nosotros y lo que nos pertenece será para ti también” (v. 32). El pueblo de Dios debiera ser el menos egoísta. Lamentablemente a veces lo somos, pues no compartimos lo te que tenemos. Hay una noticia que no podemos callar. Hay un mensaje que debe ser entregado. Tenemos la obligación de decirle al que está perdido: “Ven con nosotros”. Tenemos que ir al joven que no encuentra sentido a la vida, y decirle: “Ven con nosotros”. Hagamos de esto la invitación más importante. Que el perdido encuentra abrigo con nosotros.
II.NOS ENCONTRAMOS CON UNA INVITACIÓN PARA SER INCLUIDOS COMO PARTE DEL PACTO DIVINO
1.Uniéndose a nuestra familia. Cuando Moisés le dice a su suegro: “Ven con nosotros” le está indicando que él, aunque era muy allegado a su vida por ser el padre y abuelo de sus hijos, no formaba parte del convenio o pacto que Dios había establecido con ellos. En otras palabras, Jetro estaba perdido porque estaba separado de todas las bendiciones y promesas divinas. Él no poseía ninguna esperanza de salvación a parte de la invitación que ahora está recibiendo para ser de la familia de Dios.
2. Uniéndose a nuestra comunión. No sabemos en qué condición vivía Jetro en su tierra, pero la invitación que Moisés le hace ahora pone de relieve el deseo que este viviera con él y su pueblo en una comunión y compañerismo que jamás habría tenido. Pero este deseo incluía también la importancia de contar con un “baquiano” (un buen guía) para el camino.
3. “ Y si vienes con nosotros…haremos bien” v. 32. Esta promesa por parte de Moisés sería cumplida, pues estamos seguros que no le fallaría a su suegro. ¿Podemos decir lo mismo nosotros a la gente que invitamos que le haremos bien al entrar en nuestro compañerismo? Esto debiera ser la respuesta obvia, sobre todo para aquellos que en el mundo no han encontrado bien. ¿Por qué la gente nos necesita? La iglesia debe ser capaz de ofrecer a la gente cosas que no pueden encontrar en ningún otro lugar en este mundo. La iglesia tiene que ser esa fuente de bendición para todos. Cuando alguien forma parte de lo que somos, la gente debe saber que realmente nos preocupamos por ellos (Ro. 12:15; 15:1-2; 1 Cor.13:5; Fil. 2:4). Deben saber que la iglesia puede ayudarles a llevar sus cargas (Gal. 6:2). Deben saber que alguien les ama sin condiciones (Ro. 13:9-10). Hay mucho más que la gente debería encontrar en la iglesia. Deberían encontrar compañerismo, la aceptación y la familia. Debemos ser capaces de decir a cada persona que se une a esta iglesia:.. “! Nosotros te haremos bien!”. Demasiadas iglesias están en el negocio de hacer daño a la gente. Hay ovejas heridas emocionalmente. Ven y te haremos bien.
III.NOS ENCONTRAMOS CON UNA INVITACIÓN PARA PARTICIPAR DE LAS MISMAS PROMESAS
Moisés le dijo a Hobad: “Jehová ha prometido el bien a Israel”. Eso significaba que todas esas promesas hechas, convertidas en bendición, también serían para él. ¿Cuáles eran?
1. La promesa de un hogar v. 33. Israel vivió por unos cuarenta años en el desierto por su propia desobediencia, pero aquel no sería su hogar permanente. Aunque Abraham no tuvo un lugar fijo en la tierra que ahora ellos poseerán, la descendencia que vaga en el desierto encontraría en Canaán un lugar de reposo para vivir. Allí se asentarían y harían su morada permanente. Para Israel, el desierto no era su destino final, tampoco lo es para nosotros este mundo donde ahora vivimos.
2. La promesa del encuentro. Es cierto que Israel no se encontraría con ningún conocido en Canaán, en todo caso todos eran sus enemigos. Es cierto que allí no verían a Abraham, Isaac, Jacobo o José. Sin embargo, aquel sería el lugar para el encuentro de las tribus que finalmente llegaron a esa tierra de la promesa. Sería, pues, la reunión de las familias. Cuando Moisés le dijo a Habad: “Ven con nosotros, y te haremos bien”, le estaba profetizando el tiempo cuando podían venir todos a un gran encuentro. La tierra que conquistaría también sería para su familia. Pero ahora ya no hablamos de aquella tierra, sino del cielo. Ahora tenemos la promesa de ver a los a los amados que dejaron este mundo. Pero no solamente porque estaremos con ellos, sino porque nos reuniremos con el salvador Jesucristo. Veremos a Aquel que murió por nuestros pecados en la cruz, el que nos salvó por su gracia, el que ha lavado nuestros pecados con su preciosa sangre. Aquel será el más grande encuentro.
CONCLUSIÓN: Cuando Moisés invitó a Hobab, su primera reacción fue: “Yo no iré…” (v. 30). Sin embargo, más adelante nos encontramos que cambió de idea y se fue (Jue. 1:16; 4:11). De esta manera Hobab aceptó la invitación. Fue bendecido junto con Israel como Moisés le prometió que iba a ser. Esta es la misma invitación para hoy: “¡Ven con nosotros!”. Hay una promesa de bendición que aguarda para ti. Ven con nosotros al cielo, si no eres salvo. Ven con nosotros para que sirvamos juntos al Señor. Ven con nosotros a medida que avanzamos hacia el futuro que el Señor tiene para esta iglesia. Ven y se parte de su historia. No rechaces esta invitación hoy. La más grande bendición está a punto de llegar. “Ven con nosotros, y haremos bien; porque Jehová ha prometido el bien a Israel”. Tome su parte en esta invitación.
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