El monumento a Washington es reabierto

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WASHINGTON

  La reapertura del monumento a Washington, tras casi tres años cerrado, sirvió este lunes 12 de mayo para comprobar que el actual clima político y las vicisitudes administrativas no son tan dispares de las que reinaban en la capital de Estados Unidos en 1848, cuando arrancaron las obras de construcción del icónico obelisco de 170 metros de altura, que no puede ser superado por alto por ningún edificio de la ciudad.

Igual que hace más de siglo y medio, las recientes obras de reparación del monumento -que quedó dañado en agosto de 2011 por un terremoto de 5,8 grados en la escala de Richter que sacudió las afueras de Washington– han sido víctimas de la falta de fondos públicos derivada del eterno debate partidista sobre el tamaño del Gobierno y, por ello, han requerido de la imprescindible generosidad de donantes privados. “Es una realidad no tan diferente de la de hoy”, afirmó Caroline Cunningham, presidenta del fondo público-privado que promueve la mejora de la explanada del Mall de Washington, en la ceremonia de reapertura de este icono de la ciudad.

Con esa ironía, Cunningham rememoraba el contexto en que se levantó originalmente el obelisco en homenaje al primer presidente de EE UU, George Washington (1732-1799). Ante la división política que suscitaba la figura de Washington -los republicanos no le querían rendir demasiada pleitesía por su cercanía al Partido Federalista- fue la iniciativa privada la que impulsó en 1832 la construcción de un monumento en homenaje al que había sido también comandante del Ejército.

Tras años de recolección de fondos, las obras de construcción empezaron en 1848, pero en 1854 el dinero se acabó y las tuvieron que paralizar. El Congreso decidió entonces contribuir a las obras, mientras los organizadores empezaron a pedir a individuos que donaran grandes rocas para proseguir con la construcción. Pero la identidad de estos donantes desencadenó en una pelea política -algunos partidos, por ejemplo, no querían contribuciones de personas religiosas- y el Congreso decidió cancelar a última hora su aportación económica.

Luego llegó la Guerra Civil, que paralizó todo el país, y las obras no se reanudaron hasta 1879, tras 25 años de suspensión, lo que explica que el color de las piedras sea distinto entre la parte baja y la alta del obelisco. En 1879 el apoyo del Congreso fue mucho más decidido que en el pasado, pero volvieron a asomar nuevas divisiones, aunque mucho más menores: sobre si el obelisco debía culminar en forma rectangular o con en el vértice triangular que tiene ahora. Finalmente en 1884 se completó definitivamente la construcción del monumento, levantado en el centro de la explanada del Mall, junto a la Casa Blanca, y con el Capitolio y el monumento a Lincoln ubicados en los extremos.

En la actual reconstrucción, la financiación se ha repartido a partes iguales entre el sector público y el privado, siendo nuevamente esencial la generosidad de los donantes, aunque en este caso con uno solo ha bastado. En diciembre de 2011 el Congreso aprobó destinar 7,5 millones de dólares a las obras de reparación. Pero la cifra no era suficiente para llevarlas a cabo, por lo que en enero de 2012 el multimillonario estadounidense David Rubenstein decidió aportar la misma cantidad. “He devuelto lo que el país me ha dado a mí. Aún tengo una deuda pendiente”, justificó el filántropo en el acto de presentación, que, entre otras tantas actuaciones y discursos de tinte patriótico, contó con una recreación de una banda musical de los tiempos del presidente Washington.

Con el presupuesto de 15 millones de dólares, las obras empezaron en el verano de 2012 y se han centrado en reparar las más de 150 grietas que provocó el terremoto -pese a que su epicentro se situó a 140 kilómetros de la ciudad-, especialmente en la parte superior del obelisco. Desde este lunes, el monumento vuelve a estar abierto al público, lo que sin duda se va a notar en sus alrededores teniendo en cuenta que lo visitan unas 600.000 personas al año, casi el mismo número de habitantes que tiene la capital de Estados Unidos. (Fuente: Joan Faus, El País)