NUEVA YORK
El Museo en Memoria del 11-S es un espacio inmenso que en sus entrañas está lleno de caras, recuerdos e historias de una tragedia común. Es un lugar, como dijo Barack Obama en la ceremonia de inauguración, para “recordar y reflexionar” sobre lo que pasó aquella mañana de septiembre de 2001 —donde murieron casi 3.000 personas— y después de los brutales atentados contra las Torres Gemelas. Pero pese al daño que hizo el atentado a la ciudad de Nueva York y a todo el país, el presidente de EE UU dejó claro que “nada va a cambiar quiénes somos”.
Barack Obama visitó las dos muestras acompañado por la primera dama y con Michael Bloomberg —exalcalde de la ciudad— haciendo de guía. El Museo Memorial es la pieza clave en el proceso de reconstrucción del World Trade Center. Cualquier cambio en su diseñó afectó al resto de los edificios que emergen del vacío que dejó el derrumbe de los dos imponentes rascacielos.
Ahora es un lugar donde miles de historias convergen, de “almas de todas las razas, religiones y credos”, como dijo Obama en la dedicación. Pronunció sus palabras en la caverna donde se alza la Última Columna, el último elemento que se retiró de la Zona Cero. El presidente explicó que este Museo pretende reafirmar el espíritu real del 11-S: el amor, la compasión y el sacrificio.
El proyecto estuvo rodeado por la controversia desde el primer momento. Ahora, dice Obama, será un símbolo de unidad. Calificó la experiencia de la visita de “profunda” y concluyó sus palabras diciendo que todas las vidas que se perdieron ese día “viven ahora dentro de nosotros”. En este sentido, Bloomberg aseguró que cualquier persona que lo visite verá lo mejor de la humanidad.
“Es un testamento a la resistencia, el coraje y la compasión del espíritu humano”, garantizó el exalcalde de Nueva York y actual presidente el Museo. Alison Crowther perdió a su hijo el 11-S cuando ayudó a otras personas a escapar. Su pañuelo rojo forma parte de la muestra. “Sigue viviendo en la gente que ayudó y en la memoria de lo que demostró ese día”, dijo.
Welles Crowther, señaló su madre, “creía que todos estamos conectados”. Ese mensaje de unidad se fue repitiendo una y otra vez durante el acto solemne. Ling Young es una de las personas a las que auxilió. Florence Jones es otra de las supervivientes. Ella donó sus zapatos a la muestra “para que los que lo vean entiendan mejor lo que fuimos ese día”.
El Museo en Memoria del 11-S está lleno de símbolos. Junto a la Última Columna, quizás el más relevante sea la escalera por la que lograron escapar cientos de personas. Son 38 peldaños que están justo al llegar al fondo del espacio. Kayla Bergeron la utilizó. Antes de los atentados nunca prestó atención a algo tan mundano. Ahora lo ve como la separación entre la devastación y la vida.
Es la misma escalera que dio protección a 14 miembros del cuerpo de bomberos durante el derrumbe. Mickey Kross contó como cuando salieron a la luz vieron la devastación. Le dio la palabra el que entonces era alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, en reconocimiento a la labor de los servicios de emergencia. “Lo que hacemos en tiempos de crisis, nos refuerza”.
Pero son los objetos más pequeños los ayudan a entender lo que rodeó el 11-S en términos humanos. Lo más complicado, como señalan los responsables del Museo, era cómo honrar a los fallecidos de una forma digna. “Sus corazones siguen latiendo”, concluyó Bloomberg al clausurar la ceremonia. “Aquí se aprenderá la dura lección de la historia y se verá la luz que ilumina los días que tenemos por delante”. (Fuente: Sandro Pozzi, EL PAIS)