DEPORTES
Luego de 120 minutos y la tanda de penales, Metapán se impuso a un aguerrido Dragón que dio pelea hasta el final. En un marco festivo y de respeto entre aficiones, los jaguares cosecharon su novena estrella, a la que no le faltó su dosis de dramatismo, en el encuentro realizado el domingo 25 de mayo.
Isidro Metapán y Dragón jugaron un mano a mano sin reservas y con emociones diversas que calaron en ambas aficiones durante 120 minutos y la tanda de penales. El colmillo metapaneco salió a relucir en la lotería de los once pasos, ante once dragones que hicieron méritos de sobra para levantar la copa y templarla con su fuego sagrado.
Con el silbatazo inicial de Joel Aguilar Chicas (su despedida antes de partir a Brasil), Dragón tomó la batuta del juego durante los primeros 10 minutos, que fueron el presagio para un partido de mucha tensión pero poca claridad de cara a la portería.
Al final de los noventa minutos el cero a cero era tan grande como una casa y hubo necesidad de jugar 30 minutos más de tiempo suplementario, que también terminó sin goles por lo que definición obligó a los penaltis.
Metapán sería el primero en tomar ventaja ante el cobro fallido de Rommel Mejía, en dos oportunidades. Los aficionados mitológicos empezaban a lucir sus semblantes de derrota, pero todo cambió cuando Milton Molina estrelló su disparo en el poste izquierdo de Meme González, quien antes había rematado su penalti. Con el 4-4 en la tanda regular, llegamos a la muerte súbita, episodio letal de la ruleta rusa.
Jimmy Valoyes para Dragón, y Andrés Flores para Metapán, remataron con sobriedad en la primera ronda, pero en el segundo cobro de los mitológicos apareció la sapiencia de Henry Hernández, quien aguantó hasta donde pudo los movimientos del tirador Herberth Ulloa y detuvo el penal.
Todo acabó con la anotación de Francisco Jovel, quien se olvidó del cansancio y corrió al encuentro de sus compañeros que hace unos instantes estaban abrazados e hincados en la mitad de la cancha esperando el penalti definitivo, el que desataría el festejo. El del noveno título y el tercer bicampeonato.
Mientras Héctor Ramos se colgaba de la malla frente a la afición metapaneca, fiel hasta el final y ahora eufórica, los seguidores de Dragón abandonaban el estadio en silencio y tristes, mas no cabizbajos. Poco importan los quizás, los amagues de más o los remates malogrados. El derroche de esfuerzo en la cancha y en la tribuna hizo que este subcampeonato sepa a algo más, en una dramática tarde en la que no existió ni David ni Goliat. (Con datos de Diario1.com)