WASHINGTON
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo este 10 de junio que le da vergüenza que su país no pueda poner fin a los tiroteos masivos que siegan vidas casi semanalmente. El mandatario expresó que ningún otro país se enfrenta a una situación similar y que la falta de progreso sobre el asunto es su más grande frustración.
Obama mencionó que la nación estadounidense es el único país desarrollado en la Tierra donde los tiroteos masivos ocurren con regularidad, añadiendo que “si la opinión pública no cambia, no vamos a cambiar”.
El presidente estadounidense añadió que los políticos de ambos partidos estaban “aterrorizados” con la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés), asegurando que la organización estaba bien financiada y era capaz de influir en las elecciones para prevenir que cualquier regulación de armas significante se pueda convertir en ley.
Obama también rechazó la aseveración de que la gente con problemas mentales es la razón por los tiroteos masivos, asegurando que “Estados Unidos no tiene un monopolio de gente loca… y sin embargo nos matamos unos a otros en estos tiroteos masivos” en cifras mucho más altas que otros países.
Sus comentarios se presentaron mientras respondía a preguntas en línea sobre la educación, y mientras la nación reaccionaba a otro ataque a una escuela, esta vez en Portland, Oregon, este martes, donde murieron dos personas en una preparatoria.
El domingo, una pareja abrió fuego contra dos policías antes de matar a una tercera persona y proceder a suicidarse, en Las Vegas. También el jueves, en la Universidad del Pacífico de Seattle, una persona mató a un individuo en un tiroteo.
Cuando dejan de contarse los muertos
Desde la masacre de Newtown en diciembre de 2012, con 26 féretros, de ellos 20 de niños, en Estados Unidos se han producido más de 70 incidentes con armas en colegios, según Everytown For Gun Safety, grupo que reclama políticas que limiten la violencia de las armas. En este año se han producido 37 tiroteos en colegios. En resumen y haciendo una media, desde Newtown se habría producido un tiroteo cada semana.
Sumado a lo que sucede en los colegios, cada año unos 2.000 adolescentes y niños se suicidan con un arma en su casa, según datos de la Campaña Brady para Prevenir la Violencia. “De media, en EE UU mueren cada día por heridas de bala 86 personas”, asegura el grupo antes citado.
Pero una vez que se acaba el recuento de muertos, incluso antes de que los cadáveres reciban sepultura, el tiroteo es historia, una mera fecha y cifra que apuntar a una larga lista de lo que ya es una tragedia norteamericana que se cobra más muertes que en todas las guerras en las que se ha visto envuelto.
Tras Newtown se creyó que el impacto emocional de ver 20 ataudes blancos marcaría un antes y un después; que las lágrimas de un presidente cotizarían en el mercado del sentido común; que la guerra que inició Obama concluiría con una victoria y que no ganarían los de siempre en esta lacra social que son las armas.
Pero cuando las voces alzadas se silencian, cuando los legisladores inician los trámites legislativos para dictar leyes que controlen la venta de armas, cuando los cuerpos ya están fríos, la rabia y las buenas intenciones se chocan, una vez más, contra el poderoso lobby que controla ese negocio, uno de los que más dinero suma para las campañas políticas y que más capacidad de presión tiene sobre los miembros del Congreso, representantes y senadores.
Que Adam Lanza pudiera matar a 20 niños en cinco minutos fue posible porque tenía en su poder armas lo suficientemente potentes como para poder consumar semejante matanza. Lo que a partir de Newtown buscó el presidente fue algo sencillo: prohibir las llamadas armas de asalto (los rifles automáticos y semiautomáticos que usan los soldados en el campo de batalla); limitar a 10 las balas de los cargadores a la venta –que hoy son de más de 30- y comprobar la identidad y los antecedentes de todos los compradores de armas sin excepción.
No lo logró. El Senado acabó rechazando su plan. De nada valió que Obama dijera que aquel día habia sido un día de vergüenza para Washington. “Hace unos meses, tras la tragedia de Newtown, este país adoptó el compromiso de luchar contra la violencia armada. Hace unos minutos, una minoría de senadores ha decidido que proteger a las familias y a los niños no merece la pena”, dijo entonces Obama.
Dieciocho meses después, el martes por la mañana, un adolescente mataba a un estudiante en los vestuarios del instituto Reynolds de Troutdale. También hería a un profesor de gimnasia que estaba en ese momento en el lugar y que fue quien dio la voz de alarma. Todo apunta a que el tirador se suicidó después. En esos 18 meses, más de 40 personas han muerto en colegios víctimas de las armas de fuego. El martes, cuando la policía evacuaba el instituto se encontró con otro estudiante armado. Y no estaba relacionado con el incidente. (Con datos de El País)