OREGON
Brittany Maynard, la joven enferma terminal que planeó su suicidio asistido
Brittany Maynard inició el sábado 1 de noviembre su último viaje. Para hacerlo, había tenido que trasladarse en junio desde su California natal al estado de Oregón. La razón es que ese viaje es ilegal en California, porque Maynard no va a regresar nunca: a sus 29 años, Maynard acabó con su vida antes de que lo hiciera el tumor cerebral que le fue diagnosticado en el mes de enero. En abril, los médicos le habían dado seis meses de vida.
Fue entonces cuando Maynard, que se había casado el año 2013, decidió que iba a ser ella, y no el cáncer, quien decidiera cómo y cuándo iba a morir. Para ello tuvo, antes que nada, que mudarse de su ciudad natal, Oakland -uno de los sitios más de izquierdas de EEUU, junto a San Francisco, donde está la famosa Universidad de Berkeley- a Portland, en el vecino estado de Oregón.
La razón es que lo que Maynard quería hacer es ilegal en California. En Oregón, sin embargo, ha podido acogerse a la Ley para una Muerte Digna, vigente desde hace 17 años, que autoriza a los adultos en pleno uso de sus facultades a acceder a medicación que les permita adelantar su muerte cuando padecen una enfermedad irreversible.
Desde entonces y hasta el 31 de diciembre pasado, un total de 1.173 personas han recibido medicamentos con receta para acabar con sus vidas. El 64% de ellos los han tomado, según cifras oficiales.
Hace seis años, el vecino estado de Washington aprobó una legislación similar. Desde mayo pasado, en Vermont también existe una regulación para el suicidio asistido. En Nuevo México y Montana, la cuestión está en una especie de limbo legal, ya que los tribunales la han aprobado pero no hay legislación al respecto.
En su mensaje final en Facebook, colgado el sábado, Maynard declaraba: “Adiós a todos mis queridos amigos y a la familia a la que amo. Hoy es el día en el que he decidido fallecer con dignidad ante mi enfermedad terrible, este terrible tumor cerebral que me ha quitado muchas cosas… pero me habría podido quitar muchas más”. La mujer afirmaba que “no hay una sola célula de mi cuerpo que sea suicida o que quiera morir. Quiero vivir. Quiero que haya una cura para mi enfermedad, pero no la hay”.
Durante sus últimas semanas de vida, Maynard se había convertido en la cara del suicidio asistido en Estados Unidos. Concedió una entrevista a la popular revista ‘People’ y otra a la cadena de televisión CNN, en cuya web publicó un artículo de Opinión. El titular de ‘People’ era muy explícito: “Voy a decidir cómo voy a morir”. En el artículo, Maynard declaraba que el cáncer “me va a matar, y yo no puedo controlarlo (…). He discutido con muchos expertos cómo será mi muerte y va a ser horrorosa. Ser capaz de decidir cómo irme con dignidad es menos terrorífico”.
Maynard también grabó un vídeo para la organización Death & Dignity (Muerte y Dignidad), en el que aparecen su madre y su esposo–con quien llevaba casada menos de un año–, explicando su decisión. Su familia la respaldó totalmente. De hecho, cuando en junio se trasladaron ella y su esposo a Portland, su madre y el marido de ésta se mudaron con ellos. Maynard era hija única. Su mayor sueño hasta que el 1 de enero le fue diagnosticado el cáncer era tener un hijo con su marido, Dan.
Esa campaña ha provocado un cierto debate en EEUU sobre la muerte asistida en enfermos terminales. ‘Los Angeles Times’ que es el principal diario de California, publicó ayer un editorial en el que afirmaba que la muerte de Maynard debería servir para que ese estado abriera la puerta a esa opción.
Maynard tuvo, aparentemente, una vida activa y feliz. Escaló el Kilimanajaro, en Tanzania, la montaña más alta de toda África. Viajó por todo el mundo e incluso residió un año en Asia. De acuerdo con su propio testimonio, su decisión de morir fue consecuencia de su amor a la vida, no de la desesperación. (Fuente: EL MUNDO, por PABLO PARDO)