MENSAJE
Tal vez al papa Francisco, en esta ocasión, se le haya ido la mano. Jorge Mario Bergoglio, cuyo mensaje y expresividad concitan tantas veces la aprobación de propios y extraños, realizó este jueves 15 de enero, unas extrañas declaraciones al referirse a los atentados de París durante el vuelo entre Sri Lanka y Filipinas.
Extrañas tanto por el tono y los gestos utilizados —“si el doctor Gasbarri dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!”— como por el hecho de aunar en una misma intervención su condena a los actos de Al Qaeda —“matar en nombre de Dios es una aberración”— con una cierta justificación de la reacción de los yihadistas ante las viñetas de Charlie Hebdo. “No se puede provocar”, dijo el Papa, “no se puede insultar la fe de los demás. No puede uno burlarse de la fe. No se puede”. Según Francisco, la libertad de expresión “tiene un límite”.
Como suele ser habitual en sus viajes fuera de Italia, Jorge Mario Bergoglio se sometió sin filtros previos ni casi límite de tiempo a las preguntas de la prensa internacional que lo acompaña en el vuelo papal. Un periodista francés le preguntó: “Este jueves por la mañana usted habló durante la misa de la libertad religiosa como derecho humano fundamental. Pero en el respeto de las diversas religiones, ¿hasta qué punto se puede llegar en la libertad de expresión, que es también un derecho humano fundamental?”. La cuestión se refería claramente a los atentados sucedidos en Francia, y el Papa así lo entendió: “Creo que los dos son derechos humanos fundamentales, tanto la libertad religiosa como la libertad de expresión… Usted es francés, vayamos a [lo de] París, ¡hablemos claro!”.
Y, después de repetir que “cada uno tiene el derecho de practicar la propia religión” y que “matar en nombre de Dios es una aberración”, el Papa acompañó con gestos muy expresivos la siguiente declaración: “En cuanto a la libertad de expresión: cada persona no solo tiene la libertad, sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien común (…) Pero sin ofender, porque es cierto que no se puede reaccionar con violencia, pero si el doctor Gasbarri [organizador de los viajes papales], que es un gran amigo, dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás (…) Hay mucha gente que habla mal, que se burla de la religión de los demás. Estas personas provocan y puede suceder lo que le sucedería al doctor Gasbarri si dijera algo contra mi mamá. Hay un límite, cada religión tiene dignidad, cada religión que respete la vida humana, la persona humana… Yo no puedo burlarme de ella. Y este es límite. Puse este ejemplo del límite para decir que en la libertad de expresión hay límites como en el ejemplo de mi mamá”.
Hasta ahora, las declaraciones del Papa iban más en el sentido de poner la otra mejilla. Su mensaje ante los crímenes del fundamentalismo islámico se dividía entre pedir a los líderes musulmanes una condena más firme y rezar a Dios porque los criminales se arrepintieran. Nunca se había visto a Jorge Mario Bergoglio, ni en sus gestos ni en sus mensajes, tan cercano al ojo por ojo. (Con datos de El País)