DEPORTES
Fuente: FIFA.com
Carlos Tevez y Darío Coronel tenían todo en común: nacieron en el mismo año, se criaron en el mismo barrio y heredaron, cómo no, el mismo amor por la pelota. “Juntos eran dinamita”, afirman quienes se deleitaban viéndolos tirar paredes en la categoría 84 de clubes como All Boys, Santa Clara y Villa Real.
Solían pasar juntos todos los días, todo el día. Pero Cabañas, como le decían a Coronel por su parecido físico con el paraguayo Roberto Cabañas -por entonces jugador de Boca Juniors-, fue aceptado en las juveniles de Vélez Sarsfield. Carlitos no. Ésa fue la primera razón que distanció a los dos amigos. La otra, ‘Los Backstreet’. Coronel comenzó a transitar el camino de las drogas y el robo con la banda de la esquina, cambió la pelota por las armas y encontró la muerte con apenas 17 años. Se pegó un tiro, cuentan, al encontrarse cercado por la policía.
Su historia se escribió en el Barrio Ejército de Los Andes, más conocido como Fuerte Apache, uno de los tantos centros de monoblocks menos favorecidos de la Provincia de Buenos Aires. Y no se trata de una triste excepción: en sus calles, colmadas por 30.000 habitantes, muchos encontraron un final trágico y sin mayor difusión. No así Tevez.
El Apache gambeteó las tentaciones y las malas compañías, brilla en la Serie A y aprovecha su imagen para reivindicar en sus festejos a quienes, con trabajo y sacrificio, luchan por escaparle a un contexto desfavorable. Sobre sus orígenes, aquella historia que marcó su infancia -“de chico temía caer preso”, como afirmó recientemente a El País– y más, el astro de la Juventus y la selección argentina dialogó en exclusiva con FIFA.
Carlos, ya ha vivido en varias ciudades del mundo. ¿Qué puede decirnos de Turín?
Después de vivir ocho años en Manchester, Turín viene a ser una ciudad en la que me han tratado muy bien. La gente es muy tranquila, nada que ver con otras partes de Italia como Roma o Nápoles, donde la pasión es mucho más fuerte. Acá se está muy bien, es la ciudad donde me adapté más rápido. También por el idioma, que se entiende un poco más. En Inglaterra me ha costado muchísimo.
¿Extraña Argentina?
Sí, se extraña. Los amigos, la familia… siempre, desde el primer momento en que te vas se extraña todo. Por suerte vienen seguido, no es que me la paso todo el tiempo solo. Mis amigos estuvieron siempre, en todos lados donde estuve. Imaginate a los pibes del Fuerte (NdeR: su barrio de la infancia) en Inglaterra. Cada vez que salíamos teníamos miles de anécdotas, sobre todo con el idioma. Es bueno para uno.
Nombra al Fuerte Apache, algo difícil de imaginar para alguien que nació en otra realidad. En Europa, por ejemplo. ¿Cómo lo describiría exactamente?
Es difícil hacérselo entender a la gente que no ha vivido las cosas que yo, o los que están en el barrio, hemos vivido. Por eso dejo siempre que se imaginen lo que quieran. Uno no puede meterse en la cabeza de las personas para decirles “mirá, yo he vivido cosas difíciles”. No puedo hacerles entender todo lo que me ha enseñado la calle, que es mucho.
¿Hay algún recuerdo que marque su infancia por sobre los demás?
¡Toda mi infancia es fuerte! No es una sola cosa. Yo crecí en un lugar donde cosas como la droga, o matar, eran cotidianas. He vivido cosas fuertes ya desde muy chico. Eso después te hace un gran hombre. Creo que uno toma el camino que quiere, no el que le imponga otro. Y yo he tomado este camino. Nunca me han gustado esas cosas y por suerte pude elegir, ¿no?
Darío Coronel, su amigo de la infancia, era tan bueno como usted, según cuentan. Pero no tuvo la suerte de poder elegir. ¿Es así?
No es que no tuvo la suerte de elegir. Como te dije antes, es uno el que decide qué hacer. Él tenía todas las condiciones para llegar a ser un grande también, pero tomó otro camino: la delincuencia, la droga, y eso lo llevó a que hoy no esté. Yo creo que cada uno elige el camino que quiere hacer. Y él, no es por suerte o no suerte… él eligió el camino más fácil.
¿Lo tiene presente generalmente?
¡Sí! Es, o fue, mi mejor amigo. Vivíamos las 24 horas del día juntos, aunque después nos hemos separado por el tema de los clubes y esas cosas. Pero siempre estábamos juntos, todo el día.
Pareciera existir una estigmatización, incluso desde los medios de comunicación, sobre los chicos que crecen en los barrios más humildes en todo el mundo. En Buenos Aires, casos como La Maciel, Fuerte Apache, Ciudad Oculta o Carlos Gardel, por citar algunos. ¿Cómo lo analiza usted, que surgió de ahí?
No creo que sea sólo la línea que bajan los medios. Es la gente, toda la gente piensa así. Si un pibe con gorra pasa por un lugar en el que justo están robando, capaz que le echan la culpa a él. La mentalidad argentina ya es así. La gente hoy vive con miedo. Antes los delincuentes tenían códigos: te robaban y te dejaban. Hoy los delincuentes están todos drogados, les das las cosas y te matan igual. Los pibes hoy no tienen esos códigos que existían antes. Yo recuerdo que quien se jugaba la vida salía, robaba, se volvía y listo. Hoy los pibes que salen a robar van todos drogados y salen a jugarse la vida de otra forma. Es la vida de ellos y nadie más.
Pero también está la otra cara, la que reconoce en los festejos de sus goles. ¿Cómo se ayuda a cambiar la imagen negativa que parece haber sobre los barrios?
Lo que hay que demostrarle a la gente que piensa así es que en el Fuerte Apache y en Ciudad Oculta, en todas las villas de Argentina, hay muchos pibes buenos también. No es toda la gente mala. Yo pude salir y hay gente que también pudo salir de esa situación que no es fácil para ninguno. Al contrario, es el doble de difícil salir de ahí. Pero queda en uno, como digo yo. Hay que demostrarle a la gente que no todos somos iguales.
La historia cuenta que en 2006, cuando se dirigía rumbo al estadio para jugar los cuartos de final de la Copa Mundial con Alemania, se motivaba mirando a la gente y pensando en el contraste: todo lo que ellos habían tenido y lo que a usted le había faltado alguna vez. ¿Fue así?
Sí, es así. Uno siempre piensa cuando va para la cancha, pero esa vez fue muy, muy especial. Nunca me había pasado y nunca me volvió a pasar. Cargarme así, lleno de energía, diciéndome a mí mismo “hoy hay que dejar todo en la cancha, yo vengo de un lugar del que era muy difícil salir”. Nosotros de pibes jugábamos con pelotas de trapo, cosas así. Se me apareció ese pensamiento solo, con todo, en mi mente.
El haber crecido en ese contexto, ¿influyó en el jugador que es actualmente? Luchador, batallador…
No sé si tiene que ver con eso, yo siempre jugué o traté de jugar a mi manera. Siempre digo que antes jugaba ‘a la pelota’. Hoy juego ‘al fútbol’, que es diferente. Pero no sé si es una cuestión de vida que me llevó a jugar así. ¡Puede ser!
Y qué le divierte más, ¿jugar al fútbol o a la pelota?
¡Jugar a la pelota! Cuando jugás al fútbol tenés que hacer tu trabajo. Cuando jugás a la pelota te divertís. Jugás con amigos, sin presiones ni nada. Pero cuando te toca jugar al fútbol lo hacés sabiendo que hay mucho en juego. Está la plata de tus compañeros, la emoción de los hinchas. Hay muchas presiones atrás.
Hablando de presiones, está utilizando el número 10 que fue alguna vez de Michel Platini y de Alessandro Del Piero… ¿pesa?
Yo personalmente no lo siento. Es importante para mí, pero si uno se pone la presión extra de vestir una camiseta que usaron tantos ídolos de la Juve… Desde el primer momento en que llegué, nunca me puse la presión de usar la 10 y tener que usarla bien. Si no, uno se vuelve loco y no puede hacer bien su trabajo.
Antes de despedirnos queremos preguntarle por la Copa América, un torneo que le ha sido esquivo: cayó con Brasil en las finales de 2004 y 2007, además de fallar el penal que definió la serie ante Uruguay en 2011. ¿Es una espina clavada?
Sí, es una espina que tenemos clavada todos los de esta generación de jugadores. Sabemos que ganar algo con la selección sería redondear algo muy, muy lindo. Se nos viene negando hace mucho tiempo, es algo que uno tiene pendiente. Pero se viene la Copa América dentro de poco, y nos tendremos que preparar de la mejor manera para dar lo mejor.