DURA REALIDAD
La emigración: ¿un sueño o una necesidad?
POR: ALIRIO ALEMÁN
Han pasado 15 días después de la Gran Marcha por la Vida, la Paz y la Seguridad que se realizó en El Salvador y todo ese anhelo de una paz sin violencia no se ve, no se siente y muchos jóvenes solo sueñan en abandonar el terruño como una necesidad de salvaguardar su vida.
Para escribir este reportaje he tenido que mirar, preguntar, analizar el fenómeno de la emigración y narro la odisea que dos adolescentes describen sin temor a nada, pues sólo ven la necesidad de soñar para sobrevivir y emigrar es la solución inmediata.
Marlon tiene apenas 14 años de edad, pero sus ideales son los de un adulto, con apenas una educación primaria que no la ha sentido como una necesidad para sobrevivir en un mundo tan contradictorio, pues su vida ha sido más a las labores del campo cobrando un jornal mísero de 4 dólares por día, y razón suficiente para murmurar sin encontrar más culpables de los muchos ya visibles.
“Yo recuerdo la tarde que estaba tendido bajo la sombra de un árbol, el mismo que ha sido testigo muchísimas veces de mis angustias, mis sueños y mi frustración de la muerte de mis amigos…yo recuerdo todo eso” comienza su historia Marlon.
Y es que en El Salvador ya no hay una razón para sonreír, pues a diario y por doquier aparecen muertos y más muertos, en esa lista van policías, fiscales, mareros y todo lo que la violencia se pueda llevar entre las patas para engrosar la lista diaria.
Marlon aún con la cara risueña de un niño se protege de la inclemencia de los rayos solares bajo el espeso follaje del árbol, arriba están las guacalchillas con su cantar eterno y bullicioso como advirtiendo al jovencito que su destino y futuro será en otro lugar, menos en su natal caserío.
Para esos días Marlon ha visto demasiadas muertes entre ellas familiares y amigos de infancia, donde todos han sido asesinados por la misma razón: venganza entre pandillas y los que no han sido acribillados por la misma policía en enfrentamientos delictivos.
El joven campesino ya no siente miedo, ni sufre, ni llora, pues dice que ya no hay razón, ni tiempo para esos menesteres y en su diminuto universo la tristeza lo domina y su vista embrujada mira hacia las ramas del árbol testigo y contempla una fila de hormigas migrantes que subiendo y bajando sin saber siquiera para donde van. Así pasó horas escuchando las bulliciosas aves y el viaje sin rumbo de las hormigas hasta que su madre llegó en busca de él.
El Salvador no ha visto una verdadera paz desde hace muchísimo tiempo, antes de sufrir una guerra civil de más de 12 años y 72 mil muertos, también sufrió otras guerras muy distintas, pero el precio es el mismo: más muertes. Ahora sufre esta que el gobierno denomina como una mal herencia de otros gobiernos pero que lo tiene maniatado y no puede encontrar una salida viable y las muertes cada día son más.
Para Marlon, su familia y su gente salvadoreña les toca dar gracias a Dios por cada día vivido, pues el mañana no está asegurado para nadie, ni para los mismos agentes de seguridad que están para proteger a la población. El Salvador vuelve a ser noticia de tener el primer lugar en homicidios en el mundo con 481 homicidios en el mes de marzo desplazando a Honduras y Guatemala que han conformado “El Triángulo de la Muerte” según el sitio Insigh Crime.
El llamado que hizo el presidente Salvador Sánchez Cerén de no dar ni un solo espacio a la delincuencia aún no ha tenido eco, y todo gesto de marchas en pro de la paz, la seguridad y la vida no se siente ni se ve y razón suficiente para Marlon en murmurar; su madre en angustia insiste en adivinar en que pensaba esta su hijo, él apenas un chico no habla y medita recordando el ejército de hormigas migrantes.
Para el amanecer en el interior de la casa de Marlon, su pequeño catre aún está calentito y la sábana arrugada no denuncia de la partida del mayor de los hijos. Son las 4:30 am, un pequeño autobús recogía pasajeros y el chofer muy apurado en voz de protesta promulgaba salir de aquel maldito lugar donde por las madrugadas han asesinado choferes, ayudantes y a cuantos estén en la lista fatídica.
Marlon ha oído hablar de “Los Junay Estey” como el sueño mágico que resuelve cualquier problema, o sea el escape de la realidad viviente, y como soñar no cuesta ni un peso, por eso está subido en aquel bus para llegar a ser una persona muy importante en el país del norte. También ha oído que para llegar hasta la USA tiene que cruzar países, ríos, desiertos, también le dijo el dueño de la tiendita que nada está asegurado, pues en esta travesía hay que correr muchos riesgos como el secuestro, asaltos y hasta la misma muerte, pero no le importa todo eso y nadie lo detendrá.
Un día escuchó que no es bueno viajar solo y en su mente está invitar a su primo que vive en la ciudad y según él es más avispado. Cuando llegó a la casa de su tía que vive en un barrio capitalino se asombró de ver aquellas paredes desnudas sin adorno alguno y solo una cortina de plástico dividía la sala con el dormitorio, en realidad era un solo cuarto alquilado en una pensión por 50 dólares al mes, eso sí, sin servicios básicos más allá del agua y un solo sanitario para todos los pensionados.
La tía lo recibió sorprendida tal y cual estaba, con el cabello amarrado como un hongo destartalado dejándose ver el rostro que parecía más trasnochada que un borracho de esquina. Su hijo (José) no suelta la mirada curiosa a su primo Marlon que quiere hablarle a señas y proponerle la mejor salida del mundo para dejar aquella vida hostil llena de muertes y violencia que se lleva a cuantos puede.
Mientras la tía ofrece un desayuno, advierte de no salir de la pensión ni a la misma esquina y los abraza dándoles un adiós de “Hasta la tarde”; los chicos ven como aquella silueta enfrascada en la tía va desapareciendo y ellos empiezan a tramar el ansiado viaje y José de apenas 13 años creyendo una aventura de unos cuantos días recoge lo que puede en una vieja mochila escolar.
Los dos adolescentes salen a la terminal de buses que los llevaría a los que todos llaman “El Norte” en la ruta trazada también viajan personas parecidas o embutidas en el mismo ideal; hombres, mujeres con niños y lo que más se ve son jóvenes con rostros de niños muy afligidos que parecieran que nunca han sonreído y solo se van para olvidar un pasado triste que se llevó al otro mundo a sus mejores amigos.
Aquellos viajeros migrantes ven por última vez la bandera nacional colgada en un árbol junto al comedor donde compraron la única ración de comida, después de ahí es tierra ajena y Guatemala los espera sin importarle cuantos pasen por ahí.
En El Salvador, Honduras y Guatemala, la violencia, el desempleo y la inseguridad a gestionado la odisea más grande de niños y adolescentes en los últimos tiempos, según reportes oficiales entre 80 mil han abandonado su tierra natal en un solo año, dejando atrás sus familias, sus sueños y muchos como Marlon y José ahí vienen sin decir tan siquiera adiós.
“La Ruta del Migrante” se ha llenado de aventureros cuando aún juegan a ser niños, pero las condiciones inhóspitas los empujó a otras tierras, a otra vida tan diferente…eso si logran llegar hasta la USA, pero antes que eso les espera un mar de aventuras, sufrimientos, vejaciones y no les importa correr los mil peligros y buscarán la ruta donde está “La Bestia” (Tren que atraviesa el litoral mexicano) pues es la mejor opción para los que no llevan “Pisto” (dinero)…
Estos niños y adolescentes ya titulados de migrantes han renegado de los gobiernos actuales por no hacer mucho o nada para prevenir estos éxodos masivos. Ellos más de una vez jurarían estar allá junto a su familia y su pueblo, mas ahora se sienten perdidos en la bruma del litoral mexicano donde cada palabra es muy diferente. Que importa todo eso, el lomo de “La Bestia” los espera para el comienzo de una vida mejor o quizás llena maltratos y amargura…
Próximo reportaje: LA BESTIA; sinónimo de triunfo o muerte. (Continuará).