DEPORTES
Tomado de BBC Mundo, por Raúl Fain Binda
La marcha de Iker Casillas del Real Madrid es un desgarramiento muy doloroso para la mayoría de los hinchas de ese club y muchísimos otros aficionados que admiran al mejor portero español de las últimas dos décadas.
La niebla de las últimas negociaciones, de la emocionante (o desagradable, si usted quiere) despedida solitaria y lacrimosa de Casillas en sala de prensa, y del homenaje público organizado posteriormente por el club, no impide vislumbrar la tensión entre el portero y la directiva, en particular el presidente.
En sus declaraciones a los periodistas, Florentino Pérez insistió enfáticamente en que Casillas se iba porque quería, ya que el club quiso retenerlo. Agregó que “Iker quiso una despedida simple y austera”, y que “estamos trabajando para hacerle un partido homenaje”. Estas declaraciones no disipan la impresión de una marcha no querida por el jugador, quien habló brevemente y de manera muy escueta. “A los que hemos tenido alguna discrepancia, lo siento de verdad. Me quedo con lo bueno y con los mejores momentos y con los títulos ganados”, reconoció.
LA SAETA RUBIA
Pareciera que mientras más poderoso sea el jefe más le cuesta despedir con urbanidad a los ídolos. Es como si le molestara compartir la gloria con un profesional que, si bien es un empleado, también es un referente histórico. Alfredo Di Stéfano es considerado un “mito” por el presidente del Real Madrid, Veamos, ya que viene al caso, un antecedente histórico.
El confidente del jefe llama al ídolo, héroe del Real Madrid, y lo persuade de llegar a un acuerdo con el presidente. Va a su casa. El potentado lo recibe en pijama. No hay acuerdo. Y el héroe escribe luego: “Me despidieron con nocturnidad y alevosía. No se puede actuar así después de tantos años.”
El confidente es Raimundo Saporta; el héroe es Alfredo Di Stéfano; el presidente es Santiago Bernabéu. Corría el año 1964.
Bernabéu siempre dijo que el club quería retener a su héroe. Que él se fue porque quiso. Florentino Pérez, el actual presidente, siempre lamentó esa despedida tan poco elegante de su ídolo juvenil y tuvo el buen gusto de hacerlo presidente honorario del club, una distinción que complacía mucho a La Saeta Rubia.
“SAN IKER”
Desde el punto de vista administrativo, Pérez (igual que Bernabéu en 1964) puede decir que en el caso de Casillas ha defendido los intereses del club: los ídolos, como cualquier otro, tienen fecha de vencimiento y deben renovarse.
Una parte importante o por lo menos bulliciosa de la afición madridista comparte este punto de vista y también le reprocha al portero su influencia disgregadora y hasta su “traición” como presunto “topo” o soplón del periodismo. Pero los admiradores de Casillas, que son mucho más numerosos, creerán que el jefe vuelve a traicionar al héroe.
Casillas no se quejará públicamente (en estos casos es habitual comprometerse por escrito a no hacer afirmaciones que menoscaben los intereses de la otra parte), aunque sus padres han hecho declaraciones estrepitosas. “La campaña de desprestigio contra nuestro hijo la ha orquestado Florentino con el apoyo de varios periodistas y medios que llevan dándole palos desde 2010”, dijo José Luis Casillas al diario El Mundo.
“Este presidente nunca le ha querido porque [Iker] es bajito”, dijo Mari Carmen Casillas. “A él le gustan los altos. Estaba obsesionado con traer a Buffon. Mi Iker ha aguantado lo que no está escrito, ha soportado una presión psicológica, se le ha dado un trato diferente. Se le ha vilipendiado estos cinco años. Ha sido todo muy injusto y le ha pasado factura a nivel anímico”.
Conviene señalar que Casillas y sus padres están distanciados y al parecer no se hablan, debido a diferencias sobre la administración de ciertas propiedades.
De cualquier forma, el portero no pondría en boca de su madre la descalificación del Oporto como “club de segunda B”, o en la de su padre que solo quiere que “le asesoren bien para que no acabe fregando urinarios como ese campeón del mundo (Andreas Brehme) o arruinado como Vítor Bahía”.