Una promesa de Dios sin motivación

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Por: Daniel Lazo

 En Génesis 15:13, leemos que Dios le prometió descendencia a Abram, pero que aquella descendencia iba a ser esclava y oprimida por 400 años, fue una promesa que no tenía motivación alguna para recibirla con entusiasmo, porque, ¿Qué alegría puede generar una promesa que el que la recibe no la va a ver, no la va a disfrutar y, además, que iba a venir saturada de mucho sufrimiento?

  ¿A quién le gustaría recibir una promesa así? Abram sabía que, para ese entonces, él no iba a estar vivo; pero le creyó a Dios, y fue suficiente para saber que después de él iba a surgir esa descendencia prometida por Dios; y Dios es fiel a su palabra, El cumple lo que promete.

 Dios comenzó a hacer emigrar la descendencia de Abram hacia Egipto, con José, cuando sus hermanos lo vendieron a los ismaelitas por 20 piezas de plata, y lo llevaron a Egipto para venderlo (Gén. 37:28).

  Luego vino una hambruna, la cual sirvió para que toda la familia de Israel, emigrara hacia Egipto (Gén. 46:3-6); donde José, era el gobernador. A finales de esos 400 años de esclavitud, Éxodo Cap.1, nos dice que los descendientes de Israel, se multiplicaron y prosperaron; razón por la cual el Faraón de Egipto de ese entonces, tuvo temor, y los oprimió, cumpliéndose así lo que Dios le había dicho a Abram.

  Cumplidos los 400 años de esclavitud, Dios empieza la liberación de su pueblo Israel, protegiendo la vida de aquel niño Moisés, quién iba a ser el líder de la liberación de los israelitas. Además, Dios formó y colocó a Moisés, en una posición alta, como parte de la familia del Faraón (Exo. 2:1-10 ), posición desde donde podía ver el sufrimiento de los israelitas, que eran su propio pueblo.

UN PLAN DE LIBERACIÓN

  Como Moisés nunca hubiera abandonado aquella comodidad y bienestar material en que vivía, Dios tuvo que usar la muerte del egipcio, como una forma para sacarlo de Egipto, y continuar con el plan de liberación de su pueblo, fue así que Moisés tuvo que huir de Egipto, por temor a que Faraón lo matara ( Exo. 2:11-15).

  Moisés después de ser un príncipe de Egipto, pasó a ser un pastor de ovejas, de su suegro, un día cumpliendo con su trabajo de pastor de ovejas, llevó el rebaño hasta el monte Horeb, monte de Dios, fue allí donde Dios llamó y habló con Moisés, para que fuera a Egipto a liberar a su pueblo (Exo. 3:1-18).

  Dios continuó diciéndole a Moisés: Yo sé que esta no será una tarea fácil, será muy difícil, y hasta te desanimarás, porque el Faraón, no va a querer deshacerse de sus esclavos, pero cuando esos momentos críticos se presenten, no desmayes, porque Yo lo doblegaré (Exo. 3: 19,20).

  Luego en Exo. Cap. 1, comienzan los peros de Moisés, diciendo: Ellos no me van a creer, van a decir que estoy loco a causa del calor del desierto. No te preocupes le dice Dios, aparta de ti, todas esas ideas humanas, porque yo soy Dios, tu solamente vas a ser un medio, para que Yo libere a Israel, mi pueblo.

  Yo te iré diciendo paso a paso, lo que tienes que hacer y decir; solamente obedece mis ordenes, y todo saldrá bien, aunque tenga que hacer uso de mi fuerza. Más peros: ! Ay!, Señor, si soy tartamudo, no me van a entender, y Dios le dice, Moisés, ¿Por qué te resistes a no querer hacer lo que te ordeno? Yo te conozco bien.

YO TE HARÉ HABLAR

  ¿No entiendes que Yo soy el que te va hacer hablar?  !Ay! Señor, no me siento capaz, envía a otro en mi lugar. Escucha Moisés, me estás enojando; Yo he decidido que tu vayas, y vas a ir quieras o no, además, Yo te voy a poner la ayuda que necesites, en el momento oportuno. Siempre tienes que tener contigo la vara, porque ella te servirá para hacer delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano.

  También estará Aarón, tu hermano contigo para ayudarte. La reacción de Moisés, ante el llamado de Dios, nos hace ver claramente, que siempre vemos los obstáculos, problemas o situaciones críticas, de acuerdo a nuestras propias habilidades, fuerza, experiencia o medios materiales que disponemos para enfrentar cualquier dificultad que se presenta. Por más que Dios, nos muestre, o nos haya mostrado su poder, siempre viene a nuestra mente la duda, y nos sentimos perdidos o derrotados antes de empezar a caminar.

  Recordemos siempre, que si somos hijos de Dios; cuando él nos envíe a realizar una misión específica, por más que tratemos de evitarla, terminaremos cumpliendo la orden, porque Dios ya lo decidió así; y no lo vamos hacer cambiar de parecer. Además, es un privilegio que Dios nos elija para hacer algo; y Él no nos elije por que seamos mejores que otros; si no porque Él nos preparará y nos proveerá las herramientas para que su plan, sea ejecutado con total éxito. Acordémonos, que Dios se glorifica en la debilidad. Bendiciones.