ALGO MÁS QUE PALABRAS
“Abandonemos, por tanto, los conflictos; y, asistámonos con el pulso del corazón, para aproximarnos unos a otros”.
En una época en la que tanto se habla de rehacer, es menester mostrar una cercanía especial entre nosotros, siendo conscientes de que nada se reconstruye divididos. Desde luego, no hay mejor proclama que un despertar colectivamente en la línea de la defensa de los valores morales, cultivando la justicia social, a fin de restablecer el orden natural. Quizás sea saludable activar el desvelo por ese innato afán cooperativista, que todos llevamos dentro, para integrar en el mundo, el más sublime de los desarrollos, el que responsablemente se centra en cada vida humana. Lo trascendente es conseguir otro mundo más sensible con sus análogos, que permitan reducir las desigualdades, crear prosperidad común y responder a los estragos inmediatos que está causando la COVID-19. Sin duda, hay que retomar el valor y la creatividad de reconstruir la senda justa cooperante, donde todo ser humano sea considerado como tal. Ahora bien, tampoco derribemos esas historias vivas que nos reconducen a vernos en un futuro crecido de esperanzas renovadas. Nuestra mayor ilusión ha de ser llevar a buen término el esfuerzo de vacunación global que proteja a los trabajadores de la pandemia, mitigue los efectos sociales adversos, mientras confiemos en que se encienda el deseo de abrazarnos y enmendarnos, hasta fraternizarnos. Abandonemos, por tanto, los conflictos; y, asistámonos con el pulso del corazón, para aproximarnos unos a otros.
Nunca es tarde para avivar el viento de la ilusión, por un mundo diferente, cuando menos más acogedor y reencontrado. No podemos continuar perdidos. Tampoco estar pasivos. Nos merecemos un futuro reconstruido, donde prive un trabajo decente y un porvenir que nos mantenga en paz con nosotros mismos. Estas atmósferas injustas nos asfixian mar adentro. Cuesta respirar, cada día más. Es tan fuerte la soledad, que no tenemos imaginación para sentirnos acompañados. Será bueno practicar la cultura del encuentro para que nuestros sueños vuelen alto y comprendan el todo. No me gusta ese abecedario que discrimina y atosiga, que adoctrina y confunde. Déjennos volar; y, en todo caso, fomentemos desde las escuelas una cultura de responsabilidad y adherencia a las normas, reglas y principios emergentes sobre un comportamiento garante, tanto en nuestro andar por la tierra como por el ciberespacio. Alcanzar esa seguridad es vital en un mundo cada vez más inseguro. Bajo esta bochornosa situación, el factor fundamental para reconstruirnos, pasa por activar otros valores más centrados en la convivencia, en el bien colectivo, con la ética como lenguaje a compartir y el respeto hacia todo, incluido nuestro propio hábitat. De una vez por todas, renunciemos a estar unidos por la envidia y el odio; y, en su lugar, activemos la unión de la nobleza y el amor.
En la presente coyuntura, con tantas crisis a nuestras espaldas, se requieren gestos tangibles que reconsideren el movimiento cooperativo y de colaboración, como instrumento fundamental de mejora social. Se me ocurre pensar en el modelo de afiliación abierta de las cooperativas, centrado en las personas, no en el capital, que distribuyen la riqueza de una manera equitativa. Por otra parte, el movimiento cooperativista es muy democrático e integrador, lo que facilita la superación de la pobreza. De igual forma, en esa reconstrucción de unidad se demanda como jamás la buena gobernanza y la transparencia, para abordar los desafíos mundiales, entre los que debe de estar como prioritaria la protección de los derechos humanos, manteniendo un sistema de poderes de ámbito universal, basado en una economía mundial que respete el derecho internacional, reconsiderando que todas las personas se merecen su derecho al bienestar y a un nivel de vida digno. Restablezcamos la confianza en ello, reconstruyamos unidos la acción, con el talante de la esperanza y el talento de avanzar juntos. Sea como fuere, personalmente detesto esa minoría privilegiada de humanos que aglutina poder para apoderarse de esa mayoría esclavizada. ¡Ay los vicios y el deseo dominador!