“Las madres que emigramos pagamos el costo más duro de la separación”

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Por: Claudia Zavala

  “Me llamo Delmi Galeano. Emigré desde El Salvador a España, un 27 de diciembre de 2013. Recuerdo que aterricé en Madrid, a las 2:30 de la tarde. ¡Hacía un frío del demonio! Yo dije: ‘estos españoles ponen el aire acondicionado del aeropuerto bien fuerte’. Pero, cuando salí a la calle, me di cuenta de que ese era realmente el frío que estaba haciendo ¡Padre santo!.

  Soy licenciada en Derecho por la Universidad Centroamericana ‘José Simeón Cañas’ (UCA). Yo trabajaba en mi país en una financiera, como gestora de cobros. Cuando nació mi segunda hija, enfermé de un tumor en el pecho. Estuve muy grave. Y ahí comenzó una gran crisis económica en mi familia.

  Imagínense que, en un año y medio, tuve que ser operada en tres ocasiones. Al principio, mi mamá me ayudaba con los gastos, desde Estados Unidos, pero los costos iban aumentando tanto que no era posible cubrir todo. Cuando en mi trabajo se dieron cuenta de mi grave estado de salud, me despidieron.

Delmi y su hermana María José

  Me dieron un finiquito de 1,300 dólares y adiós. Me entró una ansiedad terrible por quedarme sin trabajo, en semejante situación. De remate, mi esposo también se quedó sin trabajo. Él también es abogado.

  Créanme que yo agoté todas las opciones laborales posibles en mi país, pero no vi frutos. Mi mamá retornó a El Salvador, para ayudarme con los niños. No fue fácil decidir emigrar, pero ya estaba pasando por situaciones que eran realmente duras para mí y mi familia.

  Hasta pasé un tiempo en que unas ex compañeras del colegio me compraban comida. ¡Fueron como ángeles en mi vida, mis hermanas! Fue bien duro darme cuenta de que, aun teniendo formación profesional y siendo muy trabajadora, no encontré opciones laborales en mi país.

  Uno, de verdad, no toma esta decisión porque sí. Lo piensa mucho y se atreve a dar el salto, pensando sólo en el bienestar de sus hijos. Mi hijo Eduardo tenía entonces 12 años y mi hija Daniela, 3. Mi mamá me decía ‘hija, no te vayas, sos profesional, te ha costado tanto, ¿qué vas a ir a hacer?’ Pero, yo me sentía fuerte, con ganas de luchar. Unos tíos residentes en Estados Unidos me ayudaron a comprar el boleto de avión.

  España fue el destino que elegí, porque aquí también vivía mi hermano y porque, en esos días, una vecina había viajado también, para buscar trabajo. Estaba dispuesta a hacer todo por salir adelante, aunque les digo que, por muy mentalizado que uno venga, nada ni nadie te prepara para la oscuridad emocional que estás a punto de vivir.

Delmi Galeano en su faceta artística

  Al llegar a Madrid, empecé a vivir con mi hermano y su pareja. A los dos días, me empadroné y me compró un celular. No tenía ningún contacto, así que empecé a buscar trabajo por internet y en anuncios que veía en la calle. A los pocos días, conseguí trabajo como empleada doméstica en ‘La Moraleja’, una de las zonas más exclusivas de Madrid.

Delmi y sus compañeras de SEDOAC

  Como interna o ‘para dormir adentro’, como decimos en El Salvador. Era una casona de cuatro plantas, ahí vivían una empresaria divorciada, sus padres y sus dos hijos, de 9 y 7 años. Yo iniciaba mis labores a las 6 am y terminaba a las 10 pm. Tenía sólo media hora para comer y media hora de descanso.

  Cocinaba, lavaba, planchaba, cambiaba 3 veces por semana toda la ropa de cama, y limpiaba a fondo toda la casa y la piscina. Mi permiso de salida iniciaba el sábado al mediodía y terminaba el domingo por la noche. Cobraba 750 euros al mes, que hoy es casi lo mismo en dólares. Usaba uniforme de empleada doméstica ¡eso es tan degradante! Te mata la moral como persona, te mina el autoestima.

  La señora me dijo que era para que no se me arruinara mi ropa. Yo no podía comer con ellos, debía esperar en la cocina, hasta que terminaran. Un día, se me ocurrió tomarme una coca cola ¡y ella se puso como una fiera! Como a los seis meses, ella decidió irse a Suiza y me quedé sin trabajo, así, de un día para otro.

  Al poco tiempo, contacté con otra opción laboral aunque, desde el principio, me advirtieron que la señora a la que cuidaría era ‘cosa seria’, porque tenía muy mal carácter. Pero, si aguantaba tres años, se comprometían a hacerme los papeles para legalizarme en el país”.

Escucha la historia completa de Delmi aquí: https://www.youtube.com/embed/w-PPslp-xUE