DEPORTES
Landon Donovan se arrodilló e inclinó hacia atrás la cabeza. La lluvia salpicaba su rostro. Gritó extasiado, tras marcar en la goleada de Estados Unidos en cuartos de final ante El Salvador. El mensaje era claro: aquí está un hombre que disfruta de su fútbol, que disfruta de la vida. “Creo que nunca lo había pasado tan bien jugando”, admitió tras el pitido final el emblemático mediapunta estadounidense, un pionero del fútbol de su país. Firmó cinco goles con el conjunto norteamericano, y su influencia no dejó de notarse en todo momento, lo que le valió ser elegido mejor jugador de la Copa Oro de la CONCACAF 2013.
Pero la trayectoria de Donovan no siempre ha sido tan feliz. Ha estado sometido a una intensa presión desde muy joven. Se destapó a lo grande en la Copa Mundial Sub-17 de la FIFA 1999, en la que fue designado también mejor futbolista del torneo. Era la primera vez que un estadounidense lo conseguía, y para él supuso adentrarse de inmediato en territorio desconocido. No había ningún modelo que pudiese servirle de referencia en el fútbol de Estados Unidos. Estaba solo.
A continuación dio el salto a Alemania. Desafortunadamente, pasó dos temporadas como reserva en el Bayer Leverkusen, antes de regresar a su país, para competir en la MLS en calidad de cedido. Así, todo volvía a empezar para un hombre del que se esperaba que fuese el salvador del fútbol estadounidense, pero la presión no disminuyó.
“Lleva mucho tiempo siendo el rostro del fútbol de Estados Unidos, del Galaxy de Los Ángeles, de la MLS, de la selección. Ha pasado muchas dificultades”, explica a FIFA.com DaMarcus Beasley, capitán de Estados Unidos en la Copa Oro y compañero de Donovan desde hace mucho. “Que ahora esté jugando así es una mala noticia para cualquier rival”.
Un periodo sabático para el veterano
Y, a la vez, una buena noticia para las Barras y Estrellas. Puede decirse que Donovan ha participado en todos y cada uno de los 20 goles estadounidenses de esta Copa Oro, saldada con su quinto título regional (y cuarto del californiano). Su creatividad y astucia con el balón en los pies ha estado a la altura de sus mejores momentos, y su entrega dice mucho de un jugador, ahora con 31 años, que tenía algo que demostrar. “Es asombroso cómo lee los partidos”, añade Chris Wondolowski, quien se compenetró a la perfección con Donovan en las primeras fases del certamen, y firmó a su vez cinco dianas. “El impacto que tiene dentro de la cancha es increíble”.
A lo largo de estos años, Donovan ha recibido muchos elogios: fue elegido en siete ocasiones mejor jugador de Estados Unidos, y tras regresar de Alemania se adjudicó cinco títulos de la MLS. Ha participado en tres Copas Mundiales de la FIFA, distinguiéndose especialmente en 2002, después de contribuir al triunfo por 2-0 sobre su acérrimo rival, México, y en Sudáfrica 2010, al protagonizar varios encuentros sensacionales. Es el máximo realizador de la historia de su combinado nacional, con 56 tantos en 151 partidos.
Sin embargo, hace un año su carrera parecía haber terminado. Lo que amenazaba su progresión no eran las lesiones ni una baja forma, sino una decisión profundamente personal de alejarse del deporte rey. Se le llamó “periodo sabático”, algo apropiado para un jugador de tanta inteligencia y de una sensibilidad obvia, y duró cuatro meses. Se fue a Camboya. Estuvo con su familia. Se dedicó a leer. Encontró un equilibrio, un nuevo enfoque, y su pasión acabó volviendo. Ya quería de verdad jugar al fútbol.
“Necesita tiempo para recuperarse y decidir el camino que seguirá en la vida”, declaró entonces a FIFA.com su compañero de la selección Michael Bradley, de natural estoico, durante la pausa que decidió tomarse Donovan. “Espero que lo consiga, pero el fútbol nunca se detiene, y tenemos que mirar hacia el futuro”, añadió, con la firmeza y el realismo de un atleta de élite.
Cuatro meses es mucho tiempo en el fútbol, y cuando Donovan, recuperado y a punto, se reincorporó a su club de la MLS, el Galaxy de Los Ángeles, la selección ya había seguido adelante sin él. El seleccionador, Juergen Klinsmann, dejó claro que tendría que esforzarse para volver, que lo que importaba eran el estado de forma y la entrega, no la fama, el nombre ni los logros del pasado. El equipo norteamericano, durante tanto tiempo definido por la influyente presencia y creatividad de Donovan, había dado un nuevo paso. “Echamos de menos a Landon, y lo que hace en el campo”, señaló el delantero Jozy Altidore. “Pero hay que aprovechar al máximo lo que tenemos y compensarlo”.
Regreso a lo grande
Y, tras un inicio titubeante en la última ronda clasificatoria de Brasil 2014, eso fue precisamente lo que hicieron. El entusiasmo y las tácticas de Klinsmann arraigaron. Los estadounidenses, impulsados por las nuevas incorporaciones y su espíritu de siempre, lograron auparse a la primera posición, a falta de las cuatro últimas jornadas, que se disputarán a partir de septiembre.
Donovan, justo es reconocerlo, estaba dispuesto a trabajar. No esperaba ningún trato de favor. Y cuando Klinsmann por fin recurrió a él, para la Copa Oro 2013, no lo dudó. Podría haber flaqueado, ya que el certamen se celebra coincidiendo con un momento complicado del calendario, y los países participantes llevaron a muy pocas de sus estrellas. No obstante, muy entonado, condujo con su juego a los suyos a la final en Chicago, en la que los locales se impusieron por 1-0 a Panamá. Sus lanzamientos a balón parado causaron estragos, y sus acciones entre el mediocampo y la línea de ataque destacaron por la fluidez y la visión que siempre lo han caracterizado. Hizo gala, sobre todo, de entusiasmo y ánimo, de su pasión por el fútbol y por los colores de Estados Unidos.
“Ha sido tremendo”, dice Donovan, humildemente, acerca de su regreso en la Copa Oro, sin saber aún lo que le reserva el futuro, si Klinsmann contará con él en la competición preliminar y en otra Copa Mundial de la FIFA, la del próximo año en Brasil, que probablemente sea la última de su carrera. “Me ha gustado mucho formar parte de un equipo que no tiene ningún ego”.
La última palabra corresponde a Beasley, quien ha estado compartiendo vestuario con él desde aquella prueba mundialista sub-17 de 1999. “Es uno de los mejores jugadores que hayan vestido nunca la camiseta de Estados Unidos, puede verse que es feliz, y disfruta con su fútbol”, afirma, con un tono de voz afectuoso, que refleja el cariño que siente hacia su viejo amigo. “Cuando se divierte dentro del campo, es imparable. Que nadie intente detenerlo”. (Fuente: FIFA.com)