Cuando menosprecian tu potencial

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 EL EVANGELIO EN MARCHA
Por: John Maxwell

 El rey David enfrentó una gran oposición. Todo el mundo le dijo que no tenía potencial, pero él fue capaz de superarlo todo

 

  Cuando pensamos en David, enseguida nos viene a la mente las limitaciones. He aquí un hombre que logró grandes éxitos y lo hizo hasta lo más alto. Era un gran guerrero y el más extraordinario de los reyes. Sin embargo, hubo muchos que nunca vieron su potencial. En su juventud, no tenía la apariencia de un guerrero ni de un rey. Era el menor de su familia y como un muchacho no recibía el apoyo de los que le rodeaban. Las extraordinarias batallas de David en sus primeros años no fueron contra el oso ni el león que mataba mientras protegía las ovejas de su padre. Sus mayores obstáculos se los crearon las personas que trataron de ponerle limitaciones. Mira cómo otros vieron y consideraron a David:

 

Isaí pensó que no tenía el potencial de rey

¿Eres uno de los que sienten el dolor de tener un padre que no cree en ti? David conoció ese dolor. El padre de David, Isaí, se entusiasmó mucho cuando supo que el profeta Samuel venía a ungir a uno de sus hijos para ser el próximo rey de Israel. Debió haber hablado con su esposa por horas, considerando las buenas cualidades que poseía cada uno de sus hijos. Ellos probablemente no durmieron esa noche por estar pensando en esto. ¿A quién escogería Dios?, se preguntaban.

Cuando Samuel llegó a la casa de Isaí para ungir a uno de los muchachos, Isaí puso en fila los que según él tenían potencial para ser rey. Estaban todos los hijos… excepto David. Incluso, Isaí ni se molestó en llamar a David que estaba en el campo. Y al principio, el profeta pensaba igual que Isaí. Juzgó a los hijos basándose en quién tenía el aspecto de rey. Sin embargo, Dios tenía otra cosa en mente. Las Escrituras señalan:

“Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab [el hijo mayor de Isaí] y pensó: Sin duda que este es el ungido del Señor. Pero el Señor le dijo a Samuel: No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1 Samuel 16:6-7).

Isaí hizo desfilar siete hijos ante Samuel, pero Dios no escogió a ninguno de ellos. Dios quería a David, el único con corazón. ¿No es confortante saber que Dios nos valora por lo que somos en verdad, aun si nuestra familia no lo hace?

 

Los hermanos de David pensaban que no tenía el potencial de guerrero

David experimentó un rechazo similar de sus hermanos. Cuando Israel fue a la guerra contra los filisteos, tres hermanos de David se convirtieron en soldados del ejército israelita. David se quedó en casa para cuidar los rebaños de su padre. Y cuando Isaí envió a David al campo de batalla para que les llevara alimentos a sus hermanos y les trajera noticias de ellos a su regreso, sus hermanos lo despreciaron, sobre todo cuando David mostró interés en pelear con Goliat cuando todos los soldados lo temían. La Biblia dice que su hermano Eliab se puso furioso y dijo: “¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Yo te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla!”.(1 Samuel 17:28). Sus hermanos vieron en él nada más que un muchacho vagabundo, pero era en realidad un hombre con una misión.

 

El rey Saúl pensó que no tenía el potencial de campeón

Cuando el rey Saúl escuchó que había alguien en el campamento que estaba deseando pelear con Goliat, lo mandó a buscar. Sin duda, esperaba a un curtido veterano que se enfrentara al guerrero filisteo de casi tres metros de altura. Quien entró fue nada más que un muchacho pastor, diciendo:

“¡Nadie tiene por qué desanimarse a causa de este filisteo! Yo mismo iré a pelear contra él”.

La respuesta de Saúl revela su escepticismo: “¡Cómo vas a pelear tú solo contra este filisteo! — replicó Saúl—. No eres más que un muchacho, mientras que él ha sido un guerrero toda la vida” (1 Samuel 17:32-33). Saúl pensó que David no tenía madera de campeón, que no estaba apto para esa tarea. Para compensar los defectos que percibía el rey en David, Saúl trató de ponerle a David su armadura real. (Por qué no, ¡Saúl no la usaba para nada!) Aunque, por supuesto, la armadura de un hombre alto y maduro guerrero como Saúl no le servía a un muchacho como David y se la tuvo que quitar. David no le permitió a Saúl que lo detuviera por sus pocas expectativas ni por su voluminosa armadura. Se enfrentó a Goliat tal y como era.

 

Goliat pensó que no tenía el potencial de oponente

La afrenta final para David vino cuando Goliat lo vio avanzando para encontrarse con él en la batalla. El inmenso filisteo le echó un vistazo al muchacho y reaccionó negativamente. Las Escrituras dicen:

“[El filisteo] le dijo: ¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme con palos? Y maldiciendo a David en nombre de sus dioses, añadió: ¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo!” (1 Samuel 17:43-44).

Goliat despreció a David e incluso creyó que el muchacho no era digno de un entierro adecuado y, con esas palabras, lo atacó. Uno puede con facilidad determinar el calibre de una persona a través de la cantidad de oposición que le hacen para desalentarla. David enfrentó una gran oposición.

 

Todo el mundo le dijo a David que no tenía potencial, pero él fue capaz de:

superar a su familia (limitaciones de relaciones)

superar a los «reyes Saúl» (limitaciones de liderazgo)

superar a los «Goliat» (limitaciones de habilidades)

Se quitó de encima todas las limitaciones que otros le pusieron y mató a Goliat. Y cuando lo hizo, despojó al ejército de Israel de sus barreras y derrotaron al ejército filisteo. ¡Su victoria personal se tornó en victoria para toda la nación!

 

Palabras de ánimo de David

Mientras damos la vuelta a la pista, pienso en lo joven que era David y cómo a pesar de que él, un hombre conforme al corazón de Dios que se convirtió en un gran rey, empezó de la nada, pero con esperanza y potencial. Rápidamente reaccionó ante esos pensamientos por el deseo de David de darnos las palabras finales de ánimo:

Las limitaciones no restringen a menos que lo permitamos. Mi padre, mis hermanos y mi líder pensaron que no tenía el potencial. Sin embargo, en realidad, tenía el potencial más maravilloso de todos; tenía el potencial de Dios. A pesar de las reacciones negativas de otros, con la ayuda de Dios fui capaz de avanzar en mi juventud. Nunca olvidé el día en que Samuel me ungió. A partir de ese día el Espíritu del Señor vino sobre mí en poder. Y me di cuenta de que Dios me fortaleció para que me levantara por encima de las limitaciones que la vida y otros trataban de ponerme.

 

Mis amigos, ¡él también puede hacerlo por ustedes!.

No traten de ser otra persona cuando los demás les impongan limitaciones. Cuando Saúl se percató que iba a luchar contra Goliat, trató de ponerme su armadura. Quería que enfrentara el problema como él lo haría. Me probé la armadura porque me intimidó, pero como es natural no me servía. En ese momento me di cuenta de que Dios no quería sustituir a Saúl; ¡me quería a mí! Dios nunca nos pedirá cuenta por dones que no tenemos ni responsabilidades que no nos ha dado. ¡Quiere que uno sea uno mismo!

Cuando superen sus limitaciones, pueden ayudar a que otros hagan lo mismo. El día que enfrenté a Goliat, solo pensé en derrotarlo. Nunca me imaginé que mi victoria se convertiría en el triunfo de Israel. En el momento que cayó Goliat, se levantó el ejército de Israel. Su temor e intimidación se sustituyeron con valor y agresividad. Ese día aprendí mi extraordinaria lección de liderazgo: La gente sigue el ejemplo de su líder. En el momento que cumplí más de lo que nadie pensó que era posible… ¡también lo hizo mi pueblo!.
Oración de David por nosotros.

Señor: Ayuda a mis amigos a verse como tú los ves, no como otros lo hacen, con su atención fija en lo que pueden cumplir contigo y no en lo que no pueden realizar sin ti, y que se levanten por encima de las limitaciones que algunos les han puesto, de modo que puedan ayudar a otros a superar sus limitaciones. Amén

 

Mientras David terminaba de orar, me preguntaba:

¿Habrá alguien que pueda darme más valor y fortaleza que las nueve personas que han dedicado su tiempo para correr una vuelta conmigo? Sin duda, ¡corrí con lo mejor de lo mejor y los escuché! Le doy las gracias a David por su oración y él nos dice una última cosa antes de irse:  “Sé que la última persona que correrá con ustedes les animará porque él, más que ninguna otra en mi vida, lo hizo conmigo”. Esa persona, por supuesto, ¡es Jonatán!