LIGA DE CAMPEONES
El plan defensivo del Chelsea contuvo al Atlético de Madrid en el partido de ida de las semifinales de la Liga de Campeones en el Calderón, un ejercicio de insistencia sin recompensa para el equipo rojiblanco, que empató sin goles un duelo en el que propuso mucho más y que se jugará la final en Londres.
El próximo martes 29, con Stamford Bridge como escenario, le espera otro encuentro de máxima exigencia, el último paso hacia el partido decisivo del máximo torneo europeo, después de un primer choque que transitó entre el interés ofensivo del Atlético y la férreo e imperturbable fortaleza defensiva inglesa.
Porque el Atlético, en su vuelta a unas semifinales de la Liga de Campeones 40 años después, asumió un papel diferente hasta ahora en esta edición del torneo; un nuevo desafío ofensivo contra un estilo similar, contra un bloque de perfil defensivo y decidido a mantener su portería a cero en el Vicente Calderón por encima de todo.
El plan del Chelsea
No le preocupó nunca al Chelsea la posesión de la pelota ni ganar el choque. Jamás arriesgó. En su rigor táctico, en ese ritmo lento y de constantes interrupciones en el que llevó el duelo, enredó al equipo rojiblanco durante casi todo el encuentro, le dio el balón sin ninguna duda y le propuso un problema de complicada resolución.
Un reto ofensivo que requería mucha precisión, movimiento y velocidad en sus acciones alrededor del área primero del checo Petr Cech, lesionado al cuarto de hora de partido en un saque de esquina directo de Koke que propició su sustitución al caer sobre Raúl García tras despejar, y después del experto Mark Schwarzer, su sustituto para el resto de un encuentro tenso.
No se sintió cómodo el Atlético en ese partido, en ese ejercicio de paciencia, toque e insistencia, alejado de su trepidante contragolpe, de las vías hacia la portería contraria que ofrece Diego Costa con sus desmarques a la carrera, minimizados por el plan del equipo inglés, tan meticuloso como desesperante para el rival.
Ni le dio margen para correr a la contra ni tampoco para generar apenas ocasiones en toda la primera parte, condenado a previsibles centros laterales, una amenaza que combatió su rival con la contundencia de su zaga, con Obi Mikel incrustado en ella para desmantelar todo intento que sobrevoló su área desde las bandas.