En El Salvador se mata por montones

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EL SALVADOR

En El Salvador se mata por montones

Tomado de CONTRAPUNTO, por Bryan Avelar

 

PAG 6Si Estados Unidos tuviera la misma tasa de homicidios que El Salvador, morirían más de 15 mil personas en un año

Decir que en El Salvador hay una tasa de 69 homicidios por cada cien mil habitantes suena a decir poco. Quizá asuste más decir que en mayo pasado murieron 635 personas a causa de la violencia, o peor aún, que durante ese mes fueron asesinadas 20 personas cada día. ¿Pero qué pasaría si esta misma tasa se trasladara, por ejemplo, a España? ¿Cuántos muertos tendría un país tan violento como El Salvador con una población como la de Estados Unidos?

Para el año 2012, España, con una población de casi 47 millones de personas, reportó una tasa de un homicidio por cada cien mil habitantes, según datos del Banco Mundial, lo que equivale a decir que en ese año hubo un aproximado de 460 asesinatos en ese país. Por otra parte, en El Salvador, con una población de poco más de seis millones de habitantes, para el 2011 (no se tomó el año 2012 porque el fenómeno de la Tregua alteró los números “normales”) se reportó una tasa de 70.1 homicidios por cada cien mil habitantes, es decir 4,371 asesinatos.

Aunque a simple vista se puede deducir que El Salvador es, por mucho, muchísimo, más violento que España, si, tomando calculadora, papel y lápiz, trasladáramos la tasa de homicidios salvadoreña a aquel país europeo, España tuviera 31,782 muertes violentas en un solo año, un número que sonaría a bomba atómica comparado con los 460 españoles que mueren normalmente en ese lapso de tiempo.

La tasa de homicidios es una medida utilizada a nivel mundial para comparar los niveles de violencia de distintos países. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera que cuando un país sufre un fenómeno o una enfermedad que deja una tasa de muertes superior a las 10 por cada cien mil habitantes, sufre de una epidemia. El Salvador mantiene desde el año 2000 una tasa arriba de los 40 homicidios por cada 100 mil habitantes, es decir, más de cuatro veces lo que la ONU considerara una epidemia.

Esta medida se calcula considerando el número de homicidios reportados en un periodo de tiempo (usualmente un año) y la población de cada país, lo que permite extrapolar la tasa de una nación a otra y así dimensionar la magnitud de la violencia en un país como El Salvador.

Un ejemplo aún más contundente de lo que está pasando en El Salvador se puede obtener si se traslada la tasa de homicidios a Estados Unidos, un país con más de 317 millones de habitantes y una tasa de cinco por cada cien mil, registrada en 2012.

Con una población de tantos millones, Estados Unidos reporta más homicidios al año que El Salvador y muchos países del mundo. Para el 2012, en ese país murieron 15,805 personas víctimas de la violencia, un promedio de 43 diarias, muy por encima de los 25 que preocupa a los salvadoreños en estos primeros días del mes de junio. Sin embargo, si trasladáramos el nivel (tasa) de homicidios que vive El Salvador a una población como la de Estados Unidos, resulta que en un año habría más de 218 mil asesinatos. Dos-cientos-dieciocho-mil-asesinatos. En un año. Con los niveles de violencia de El Salvador.

Desde el año 2000, la tasa de homicidios en El Salvador ha venido dibujando una gráfica inclinada hacia arriba, con algunos altibajos que responden a las políticas se seguridad pública que se han ido implementando dependiendo del gobierno de turno, o las órdenes que las pandillas han girado a sus bases para matar más o matar menos.

Las pandillas son un fenómeno que han logrado, en reiteradas ocasiones, hacer subir o bajar el número de homicidios en El Salvador dependiendo del son que le toquen.

Según las autoridades, la disputa por territorios es la principal causa de lucha a muerte entre las dos principales pandillas salvadoreñas, la Barrio 18 y la Mara Salvatrucha. El poder que representa “ganar” un territorio a precio de plomo lleva implícito el cobro de la “renta” a los negocios del barrio o colonia que sirve paras sostener a la pandilla que controle.

De acuerdo a las cifras de la Policía Nacional Civil (PNC), la tasa homicidios ha subido o se ha desplomado deliberadamente al menos seis veces en los últimos quince años, variando desde los 45 hasta los 71 por cada cien mil habitantes.

El primer quiebre considerable en la gráfica se dibuja justamente en el año 2005, cuando toma posesión el presidente salvadoreño Elías Antonio Saca, del partido ARENA, quien ganó las elecciones abanderando el plan de ataque frontal a las pandillas con una “súper mano dura”, que heredó de su antecesor, Francisco Flores, del mismo partido, el cual tenía como objetivo el detener el incremento de criminalidad causado por pandilleros a nivel nacional. Ese año, la tasa de 48 homicidios por cada cien mil habitantes subió a 63, y a 64 para el año siguiente.

Paradójicamente, la tasa de homicidios disminuyó de 64 a 51 entre los años 2005 al 2008, al mismo tiempo que unos siete mil pandilleros fueron retornados desde Estados Unidos hacia El Salvador, según una investigación realizada por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA).

El gobierno del expresidente Mauricio Funes, del FMLN, recibió en 2009 un promedio de nueve homicidios diarios que se elevó a 12 durante los primeros tres años de su mandato. Para el año 2011, El Salvador reportó una tasa de 70.1 homicidios por cada cien mil habitantes, es decir un total de 4,371 asesinatos en el año.

Sin embargo, en 2012 el fenómeno de la Tregua trastocó toda la lógica de los números rojos en El Salvador. El proceso de negociación entre pandillas en que se vio involucrado el gobierno del expresidente Funes desplomó el promedio de homicidios a niveles que solo se habían visto una década atrás.

Entre las políticas que beneficiaron a las pandillas estuvo el traslado de líderes de pandillas que estaban aislados en el penal de máxima seguridad, en Zacatecoluca, a penales menos estrictos, donde podían tener una comunicación más fluida con los pandilleros en la libre.

Sin embargo, la tregua entre pandillas que duró aproximadamente 15 meses (de marzo de 2012 a julio de 2013) se quebró de manera paulatina debido a las duras críticas que recibió el gobierno, hasta que en enero del 2015 el presidente Salvador Sánchez Cerén la enterró bajo el epitafio “No volveremos al esquema de negociar con criminales”.

Cuatro meses después, las autoridades anunciaban una serie de “nuevas medidas” en el combate a las pandillas, luego de una racha de violencia que se pasó llevando a más de 21 policías, seis soldados y dos custodios de centros penales.

El traslado masivo de líderes de pandillas que habían sido movidos a centros penales comunes hacia Zacatecoluca, sumado a la creación de tres batallones especiales de la Fuerza Armada que ayudarán a la PNC en estrategias de represión, ha sido el causante directo, según las autoridades de un nuevo repunte de homicidios que solo se había visto a mediados de la década de los noventas.

Para los primero días de junio de este año, el director de la PNC, Mauricio Ramírez Landaverde, informó que el promedio diario de homicidios en lo que va del año es de 14 diarios, con lo que se puede estimar que, de seguir así las cosas, este año terminaría con más de cinco mil asesinatos, y una tasa de 81 homicidios por cada cien mil habitantes, probablemente la más alta del mundo.

Ante esta situación, tanto el director de la PNC, Mauricio Ramírez Landaverde; el comisionado Presidencial para la Seguridad Ciudadana y Convivencia, Franzi Hato Hasbún y el secretario Chicas han creado una misma idea: las pandillas quieren hacer números rojos para desestabilizar al gobierno.

Sin embargo, a pesar de las duras críticas por la inclusión de la Fuerza Armada en tareas de seguridad pública y el supuesto uso excesivo de la fuerza o las posibles violaciones a los derechos humanos que estos podrían cometer, los cuerpos de seguridad han iniciado una lucha a plomazo limpio contra los criminales, que recibe el aplauso de la población por cada pandillero muerto y ovación de pie cuando son más de tres.

En ese sentido, las autoridades se vieron obligadas a explicar –probablemente a manera de justificación- que, en la mayoría de los más de dos mil homicidios cometidos en lo que va del año, víctimas y victimarios son pandilleros, e incluso, el comisionado presidencial para la Seguridad Ciudadana y Convivencia, Franzi Hato Hasbún, señaló  en una entrevista televisiva que el 90 por ciento los que mueren a causa de la violencia en el país son pandilleros. Es más, algunos de este 90 por ciento son puestos por los policías, tal como lo dijo el presidente Sánchez Cerén al afirmar que tres de cada diez homicidios registrados en marzo pasado fueron pandilleros asesinados por policías en algún tipo de enfrentamiento.

Ante esta inminente ola de violencia que por un lado es aplaudida y por otro es repudiada, el titular de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de El Salvador (PDDH), David Morales, se sumó al discurso condenando las muertes, la extorsión, la violencia contra mujeres, contra niños y niñas, condenando la violencia contra funcionarios de seguridad pública: policías, fiscales, jueces, personal de sistema penitenciario; eso sí, sin mencionar a los pandilleros.

El fenómeno de la violencia en El Salvador se ha convertido en el principal problema de la población, de los políticos y del gobierno. En un país con una población de poco más de seis millones de habitantes, decir diez, veinte o veinticinco muertos al día suena a numeritos, pero lo real es que, como diría el coordinador de psicología forense del Instituto de Medicina Legal, Nestor Recinos, “por cada muerto que hay es una esposa, una madre, un padre y dos hijos que son víctimas de la violencia.

En El Salvador se mata por montones, aunque decir 80 homicidios con pada cien mil habitantes siga sonando a decir poco.