OPINION
Boda Maldita
Por: José Manuel Ortiz Benítez*
Según se acercaba la fecha, excepto el pertinente nerviosismo de la novia, todos los preparativos de la boda estaban bajo estricto y absoluto control. La consultoría encargada para el diseño del vestido, el transporte coordinado, la bodega elegida para los vinos, la figura del párroco, el buen gusto del pastel encargado al pastelero Chez Andre, el cordón de la seguridad presidencial, la delicada tarea de colocar a los invitados en las mesas sin causar daños colaterales.
Gerardo Saca Mixco y Mónica Castillo, con la bendición de Dios y nuestros padres, nos uniremos mediante el Sacramento del Matrimonio y nos complace invitarles a la ceremonia religiosa que tendrá lugar el próximo 29 de Octubre de 2016, a las 2:00 pm en la Parroquia Santa Elena, Antiguo Cuscatlán, seguida de un delicioso banquete…. decía la invitación en letras góticas girada únicamente a un puñado de invitados selectos con un recordatorio puntual de confirmación de asistencia para ajustar la logística a la perfección.
Julio Rank, exsecretario de comunicaciones, y César Funes, expresidente de la Administración de Acueductos y Alcantarillados (ANDA), confirmaron de inmediato a su ex jefe de su asistencia a la ceremonia religiosa y al banquete posterior en la Hacienda de Los Mirandas en la Colonia La Sultana, un lugar bien amueblado para quienes entienden de muebles y de grandes acontecimientos sociales.
Porque su enfermedad no le permite entrar en excesos de placer, sobre todo después de ser investigado por enriquecimiento ilícito, Élmer Charlaix, exsecretario privado de la presidencia (realmente el jefe del gabinete de gobierno), fue de los raros invitados que solo confirmó su asistencia a la parte religiosa de la boda, declinando hacer acto de presencia en el banquete.
A las 2:00 pm, tal como estaba previsto en papel, el obispo castrense Fabio Colindres, quien también tenía su propio interés en el acontecimiento, aprovechó la ocasión para dar un sermón pulcro y soberano sobre la legitimidad del sagrado matrimonio entre un hombre y una mujer.
Bendice Señor estas arras, que pone Gerardo en manos de Mónica y derrama sobre ellos la abundancia de tus bienes. Después de la pausa y el silencio atrancado de los invitados, el capellán cerró la ceremonia, con una de las frases más tradicionales que tiene el manual católico, en el nombre de Dios, os declaro marido y mujer, sin tener la más mínima sospecha de la pesadilla que estaba por ocurrir más tarde.
En la planificación, se había previsto 4 horas de espacio entre el acto religioso y el banquete, tiempo suficiente para que los invitados pudieran volver a sus casas o al hotel, a ducharse, a ponerse en ropa menos rígida y asumir con alegría e ilusión una velada larga que todos los salvadoreños, invitados o no, recordaremos después como algo literalmente inolvidable.
El primer cordón de seguridad cercaba todo el perímetro exterior de la Hacienda Los Miranda. El segundo cubría las instalaciones del edificio donde se celebraba el banquete. El tercero, no le perdía el ojo a la figura objeto de la seguridad, el ex presidente de El Salvador (2004-2009), Elías Antonio Saca González.
Vestido igual que su hijo, como manda el protocolo, de smoking oscuro, camisa blanca y pajarita, el exmandatario se levantó de la mesa, alzó la flauta de champán, y dijo, tan locuaz y campechano como siempre, en un día tan especial, la felicidad de los hijos se transmite a los padres, como también la emoción, el sentimiento, los nervios, …y, como no, el pago del banquete. La frase arrancó un crujido y merecido aplauso entre los invitados.
A su lado, la esposa del exmandatario, Ana Ligia, vestida de rojo intenso con mangas bordadas en la parte final donde el brazo del cuerpo se conecta al hombro, parecía más preocupada que una madre normal cuando se ve en la disyuntiva de compartir a su hijo con una hermosa nuera. Las mujeres siempre son mejores que los hombres en la gestión de la preocupación, en cualquier tema, pero sobre todo cuando se trata de bodas. En este tema, más vale apartarse.
Mientras el baile seguía y los camareros pasaban el vino, la ensalada de ciruelas y el delicioso solomillo por las mesas, cuerpos sumamente armados invadían ferozmente los terrenos aledaños de la Hacienda.
En el primer choque verbal entre el primer cordón de seguridad presidencial y los agentes especiales de la Policía Nacional Civil (PNC) despachados por Howard Cotto, Director de la PNC, se decidió momentáneamente no perturbar la felicidad de los novios y el hermoso festín de los invitados.
Agotado el tiempo para la dignidad y la paciencia, no se trata de una orden de refuerzo para la seguridad del ex presidente, se trata de una orden de captura en su contra girada por la Nueva Fiscalía General de la República, zanjó el agente a cargo, detrás de una capucha negra.
Pero, esto es una propiedad privada, no puedo dejarlos pasar, se trata de una fiesta que requiere de invitación y máxima seguridad, insistía el hombre armado con un fusil automático.
Después del frenesí de consultas por radio y teléfonos celulares por parte de ambos bandos, el agente de la PNC ordenó el ingreso de todo el batallón. El hombre armado al verse en suma inferioridad en el conteo de hombres y armamento, y en sin órdenes claras del mando superior, se apartó sin ofrecer resistencia alguna, evitando un disparate nacional.
Qué está pasando aquí, dijo un hombre de tez clara y nariz aguda, en sus sesenta, al pie de la entrada principal del salón de baile de la Hacienda, ya en la zona del segundo cordón de seguridad.
Después de repasar por tercera vez con ojo clínico la autenticidad y la seriedad de la orden captura, y al constatar la cantidad desorbitante de cuerpos armados presente, Julio Rank, el comunicador que había salido del fondo del edificio a representar una vez al expresidente, comprendió que no había otra salida al asunto que no fuera la de maniobrar el control de imagen de la escena y minimizar el escándalo.
El exsecretario de comunicaciones volvió al solón del banquete y sopló la noticia de la orden de captura en su contra al oído incrédulo de su exjefe. Ya comprobamos con los abogados, es auténtica, la orden viene firmada por el Fiscal General de la República, dijo cabizbajo.
La cara del exmandatario se desdibujó súbitamente. Pálido, con un evidente trastorno emocional profundo, desabrochó la pajarita de su cuello, se levantó de la mesa de honor y se alejó en dirección a los aseos, en compañía de su hijo mayor.
De ahí en adelante, la música de los instrumentos, los cubiertos de plata, las sonrientes felicitaciones, los diálogos en las mesas, el olor de los perfumes, el pastel de Chez Andre, la boda entera de Gerardo Saca Mixco y Mónica Castillo se convirtió en una maldición, en una infame obra del destino que quedará grabada en sus mentes para el resto de sus vidas.
Después de una larga negociación, el expresidente Tony Saca, Julio Rank y Cesar Funes fueron sustraídos de la fiesta por la puerta trasera del salón y depositados a las 2:30 am en los calabozos de una cárcel de máxima seguridad de la División Antinarcóticos (DAN).
El día siguiente, Élmer Charlaix, el invitado ausente en el banquete, se entregó voluntariamente en las instalaciones de la DAN. “Vengo a enfrentar la justicia” dijo con la moral tocada y cara de desvelo.
A todos se les acusa de peculado, lavado de dinero y agrupación ilícita.
*José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC.