El fin del mundo

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OPINION

El fin del mundo

Por: José Manuel Ortiz Benítez*

 

Mi estimado tocayo don Manuel dice que los finales suelen ser lentos, dolorosos y muchas veces burocráticos.

Nadie sabe lo que va a hacer el presidente electo Donald Trump con los problemas del mundo que hereda, el cambio climático no parece ser una prioridad, los derechos humanos son diversión para las ONGs, y las relaciones transatlánticas líneas de negocios poco rentables que no se pueden mantener en el catálogo al precio actual.

La inmigración por el contrario es material de alta promesa adonde habrá que hincar el diente a fondo, entre otras porque hay que saciar el hambre que tiene buena parte del electorado que lo eligió.  Saciar el hambre contenida durante 40 años va a requerir de mucha carne, que de algún lado tendrá que salir.  La carne no solo tendrá que ser fresca, sino joven y deliciosa.

pag-8Deportar carne vieja no tiene mucho sentido, ese pellejal es minoritario y no tiene valor, no aporta el valor nutritivo de la cantidad dietética recomendada para un electorado salivoso, ansioso por comer deportaciones.

Vamos a deportar “De 2 a 3 millones de personas, inmediatamente” dijo Donald Trump a la periodista de CBS News, Lesley Rene Stahl, el domingo por la tarde durante el programa 60 Minutes.

El temple del presidente electo “parecía más calmado y cometido” informó a su jefe la entrevistadora inmediatamente después de la entrevista con el nuevo líder del mundo libre.

En la mitad de la entrevista Lesley le preguntó sobre el aumento de los ataques de odio a las minorías expuesto por los medios y reportados a la FBI, el líder del mundo libre respondió: “Si ayuda en algo, les pido que paren”. Después, el Sr. Trump como que sintió  que la llamada al orden necesitaba de más carácter, entonces giró la cabeza y, con cara de póker, dijo a la cámara: “Stop it.”

El repentino aumento de ataques de odio de parte del electorado de Trump demuestra la ansiedad de limpiar al país de impurezas,  ve a las minorías como amenaza y al inmigrante como enemigo invasor de su espacio vital, de ahí la necesidad inmediata de despojarlo.

Nadie sabe el número real de inmigrantes indocumentados en EE.UU. Podría haber entre 11 y 15 millones, y de esos el propio FBI y Homeland Security calculan que menos del 1% tienen algún tipo de record criminal impuesto por un juez. Por el contrario, si por record criminal se entiende haber entrado a EE.UU. de manera ilegal, el 100% de todos los indocumentados son potencialmente criminales.

El acto de entrar de manera ilegal en EE.UU. es una ofensa criminal leve. Permanecer en EE.UU. de manera ilegal durante 6 meses o más, es una ofensa criminal gruesa. Entrar por segunda, tercera, cuarta vez, de manera ilegal, es una ofensa de seguridad nacional.

Los posibles nombramientos de Rudy Juliani, como jefe del Departamento de Justicia, Joe Arpaio, de Homeland Security, y Steve Brannon, supremacista blanco como Estratega en Jefe de la Casa Blanca, indican que el enfoque será en limpiar a EE.UU. del indocumentado indeseable, sea este criminal convicto o un simple trabajador sin documentos. Toma dinero, paciencia y ganas separar la semilla de la paja, algo que los personajes mencionados no van aplicar, porque no hay tiempo, 4 años no es nada y el hambre de deportaciones está alta.

El final del mundo para los indocumentados empieza el 20 de enero de 2017, inmediatamente después de la inauguración presidencial de Donald Trump. Empieza, por ejemplo, con la anulación del decreto de la “Acción Diferida” (DACA) que dio Obama en 2015 a cerca de 1.5 millones de jóvenes que entraron a Estados Unidos inocentemente sin papeles durante su infancia. La generación DREAMers no tiene nacionalidad, de manera que sin DACA no pueden gozar de derechos civiles del único país que consideran el suyo.

A la larga y en retrospectiva, puede que la llegada de Trump se recuerde en los libros de la historia como el principio del final. Pero si lo es, ni nos vamos a enterar, porque los finales muchas veces empiezan con un simple sello estampado sobre un papel y como dice el poeta Thomas Stearns Eliot “con el gemido de un inocente al interior de un centro de detención.” (*José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC.)

 

 

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¿Con cuál de sus caras gobernará Trump?

Por: Maribel Hastings*

 

¿Cuál Donald Trump asumirá la presidencia en enero? ¿El de la visión divisiva, prejuiciosa y fatalista que vendió en la campaña; o el que tomará decisiones más pragmáticas forzado por la realidad?

Una cosa es hacer campaña y otra es gobernar. Y sí, Trump llega a la Casa Blanca con la bendición de tener ambas cámaras bajo control republicano. Pero aun entre esos republicanos hay diversas posturas; y los demócratas, aunque debilitados, tampoco están pintados en la pared, así que todavía hay que buscar acuerdos.

Si de inmigración se trata, todo apunta a que Trump estaría suavizando al menos el lenguaje de algunas de sus propuestas. Pero una cosa es suavizar el lenguaje y otra muy diferente es qué tipo de política pública se aplicará.

Como candidato, Trump afirmó que habría deportaciones masivas; prometió levantar un muro en la frontera sur por el que México pagará; y también dijo que revocará las acciones ejecutivas migratorias, incluyendo la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) que ha protegido a unos 700 mil Dreamers de la deportación.

A corto plazo, la preocupación central de muchos indocumentados y de sus familiares y aliados es precisamente qué ocurrirá con DACA. El temor, la confusión y la incertidumbre son enormes.

A mediano y largo plazos la pregunta es si Trump impulsará las medidas migratorias más extremas que esbozó en la campaña, defendidas por algunas de las figuras más antiinmigrantes que le asesoran, incluyendo el Secretario de Estado de Kansas, Kris Kobach, impulsor del concepto de autodeportación, y el senador republicano de Alabama, Jeff Sessions. Y ni qué decir de su asesor ejecutivo y estratega en jefe, Stephen Bannon, un antisemita que esboza ideas supremacistas.

En una entrevista con la cadena CBS el domingo, Trump aparenta suavizar algunas de las propuestas. Declaró, por ejemplo, que planifica deportar o encarcelar 2 y hasta 3 millones de indocumentados con historial delictivo, “pandilleros, narcotraficantes”. “Luego de que la frontera esté segura haremos una determinación sobre la gente que ya está aquí, que son fantásticos… pero tomaremos una determinación sobre eso”, afirmó Trump refiriéndose a los indocumentados.

La interrogante es a quiénes considerará el gobierno de Trump como “criminales”. El Centro de Política Migratoria (MPI) calcula que hay 690 mil indocumentados con condenas criminales o delitos agravados. Trump habla de dos y hasta de tres millones. ¿Quiénes caerán bajo la categoría de “criminales”?

Y sobre el muro, Trump ahora dice que algunas partes habrá construcción y en otras una verja.

Trump requerirá de un Congreso, que si bien está en manos republicanas, no quiere decir que será carta blanca para todas sus propuestas.

De hecho, el presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, dijo en CNN que durante la presidencia de Trump no habrá una fuerza de deportación. El periodista Jake Tapper le mencionó a Ryan el temor que existe entre la comunidad inmigrante ante la posibilidad de que se inicien las deportaciones que Trump prometió.

“Debemos calmar a las personas porque ese no es nuestro enfoque. No estamos planificando erigir una fuerza de deportación. Donald Trump no está planificando eso”, aseguró Ryan.

El jefe de gabinete de Trump será Reince Priebus, hasta ahora el presidente del Comité Nacional Republicano (RNC), el mismo que comisionó la autopsia del Partido Republicano tras la derrota presidencial de 2012 y que concluyó que si el tema migratorio no se saca de la mesa, los latinos no escucharán nada más que tengan que decir los republicanos. ¿Pero a quién escuchará Trump? ¿A Priebus o a sus más cercanos antiinmigrantes?

Durante la campaña, Trump usó a los inmigrantes como chivos expiatorios para atizar a su base. La campaña ya pasó, pero el temor persiste, sobre todo entre niños que temen que sus padres sean deportados.

Resta por ver el curso que tomará la presidencia de Trump en materia migratoria: aterrorizar a toda una comunidad, o el pragmatismo que produce soluciones sensatas. (*Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice).