En defensa del Fiscal General Douglas Meléndez

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EL SALVADOR

En defensa del Fiscal General Douglas Meléndez

 

Por: José Manuel Ortiz Benítez*

 

Puede que el Fiscal General de La República, Douglas Meléndez, haya cometido más de alguna torpeza mediática en el manejo de información sobre algún caso de corrupción. Puede que se haya equivocado al elegir como asesor a su amigo Rodolfo Delgado de quien se sospecha tiene un pasado tumultuoso. Puede, incluso, que el fiscal esté un tanto eléctrico en su cruzada heroica contra la corrupción.

Nadie está a salvo de la crítica, ni siquiera los que vivimos de hacer crítica.

Hay una dura crítica que le cuestiona ferozmente al fiscal por qué ha investigado y metido presos a unos y a otros no, como si investigar y meter preso a alguien, como a un expresidente por ejemplo, fuera tan sencillo como poner una firma sobre un papel, o darle un golpe a una tecla de la computadora.  Meter preso a un ex mandatario en El Salvador requiere de armar un caso técnicamente sólido y atenerse a las consecuencias, sobre todo si el procesado es dueño del partido que actúa con frecuencia como el socio principal del partido actualmente en el poder.

Después de ver las imágenes, los casos, las evidencias, los resultados específicos, los hechos, no queda mucha duda que el hombre al frente de la Fiscalía General de la Republica está haciendo lo que sanamente puede en la lucha contra la corrupción en El Salvador.

Pero, a pesar de haber metido tras las rejas a gente considerada intocable como el empresario Enrique Rais, el ex fiscal Luis Martínez, Tony Saca, el empresario Nicola Angelucci, el empresario Ernesto Regalado O’Sullivan; además de procesar casos duros como el del ex presidente Mauricio Funes, el ex diputado Douglas Avilés, el diputado Reynaldo López Cardoza; el ex ministro de Defensa Atilio Benítez; además de estrenar la Ley de Enriquecimiento Ilícito, que nunca antes se había puesto en marcha desde su creación en 1959, con una sentencia en firme contra  el ex director del ISSS Leonel Flores; además de aprehender a alcaldes de ARENA (José Elías Hernández, Edwin Enrique Parada Quezada, José Rodolfo Antonio Hernández Quijada, Hugo Balmore Juárez, Dina Concepción Arévalo, Armando Vásquez, Marvin Rodríguez, Etc), del FMLN (José Rodrigo Tenorio) del PDC (José Ludgerio Cruz Quintanilla); además de procesar y arrestar una gran cantidad de corruptos y criminales en el ejército, en la PNC, y en otras instituciones del país, la crítica le reclama al Fiscal por qué no actúa parejo, por qué no retoma los casos gordos que están pendientes, le exigen al fiscal que resuelva todo y que haga de El Salvador un país libre de violencia, de corrupción, de inseguridad, y de cualquier mal que podemos imaginar.

Al fiscal le exigen una limpieza general de todas las maldades y casos acumulados en nuestro país desde que tenemos conciencia colectiva: desde la matanza de 1932, los sobornos masivos del PCN, la reapertura  de El Mozote, la implicación del ex Presidente Cristiani en el asesinato de los jesuitas, las adjudicaciones a dedo en la era de la gran privatización, el gasto cero de la Familia Calderón Sol, la corrupción de las empresas salvadoreñas encontradas en los Panama Papers, el uso masivo del complemento de sueldos de funcionarios, Etc.

Los casos, sobre todo los grandes, hay que armarlos técnicamente y eso requiere de gente talentosa y valiente, de   documentación sustancial, de materia implicatoria a prueba de bala, para que se sostenga ante un juzgado. “Nos jugamos la vida” en la construcción de estos casos dice el fiscal, determinado a seguir adelante en su cruzada contra el crimen y la corrupción.

Si sacamos la vara de medir, la ideológica, la que siempre usamos los salvadoreños para estas cosas, este fiscal está muerto, venga el análisis del lado que venga, bajo la lupa ideológica, este fiscal no tiene ninguna posibilidad de reelección.

Si sacamos la vara platónica, es decir si evaluamos al fiscal desde lo idílico, desde nuestros genuinos deseos de procesar y erradicar todo acto de corrupción, ni este fiscal, ni ningún fiscal, pasa la nota mínima.

Si sacamos la vara de la realidad, es decir, si evaluamos a Douglas Meléndez teniendo como referencia a sus homólogos anteriores, el resultado de este fiscal es excepcionalmente abrumador: este hombre, con sus torpezas y atropellos,  ha hecho en 12 meses lo que no ha hecho nadie en la historia de la Fiscalía: darnos un granito de esperanza para volver a creer en aquel viejo refrán que dice: la justicia es igual para todos.

*José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC.