Lucha por la Democracia en EE.UU.

0
211

OPINION

Lucha por la Democracia en EE.UU.

José Manuel Ortiz Benítez*

Cuando el republicano Jesse Helms, “el Senador NO”, de Carolina del Norte, llegó en el 71 al Congreso de EE. UU. se convirtió rápidamente  en la voz del movimiento conservador. A Helms no le importaba la formalidad, su táctica de trabajo era la misma que la de un soldado atrincherado dispuesto a defender la agenda de su partido con una metralleta entre los hombros, apuntando hacia el frente enemigo.

Los avances que ahora vemos como algo casi normal –desegregación  racial, derechos de la comunidad LGTB, despenalización del aborto, o acción afirmativa (affirmative action) – fueron golpes duros para Helms y para el movimiento conservador.

Las luchas de los 60s, los 70s y los 80s sirvieron de entrenamiento previo para solidificar las agendas entre liberales y conservadores. Sin embargo, el espacio democrático de EE.UU empezó a caldearse de un ambiente mal oliente en la década de los 90s, principalmente con la llegada del ala ultra conservadora.

En 1994, cuando Bill Clinton estaba en el poder, Helms le advirtió al presidente, “Tenga cuidado si viene a visitarnos, es mejor que venga con guardaespaldas.” La advertencia hecha al presidente irritó al mundo civilizado, pero engrandeció la base conservadora que lideraba Helms.

En la lucha por el avance de la agenda conservadora estaba también el Congresista por el estado de Georgia, Newt Gingrich, a quien tampoco le importaban los formalismos, decía lo que la lengua le pedía.

“Los demócratas traerán a los Estados Unidos las alegrías de la brutalidad y el asesinato de mujeres y niños como en la era de la Unión Soviética” dijo Gingrich en protesta por lo que él estimaba un avance de la agenda liberal.

A finales de los 90s,  gracias a otros precursores como radio talk Rush Limbaugh, el presidente de Fox News, Roger Ailes, el ex vicepresidente Dick Chiney, y otros, el movimiento conservador se hacía con el control del Senado y  la Cámara Baja. Más tarde, en  la contienda legal de las elecciones de 2000, la Corte Suprema de Justicia, con el liderazgo conservador de Antonin Scalia, dio la presidencia a George W. Bush. La agenda conservadora avanzaba, la liberal se estancaba.

Después de los ataques del 11 de Septiembre, la democracia más sólida del mundo se inundó por una avalancha de miedo, terror y sospecha. Enseguida surgió el Tea Party, un club de caballeros de la línea de Darth Vader, dispuestos a castigar al mundo si sus demandas no eran atendidas.

Del caos y del derrumbe financiero del 2008, surgió Barack Obama, profeta para los liberales, islamista radical para los ultra conservadores. La elección de Obama el 4 de noviembre de 2008, estremeció no tanto a los republicanos, sino a la ala ultra conservadora de EE.UU. y sus simpatizantes naturales, skinheads, supremacistas, miembros del KKK, etc.

Para la segunda victoria de Obama en 2012, ya la política americana, como herramienta de negociación, había llegado a su fin. En el último término de Obama, no importaban las urgencias que tenía que atender el país, lo que importa era hacer todo lo posible para tumbar al oponente. La política siempre ha tenido este componente perverso, pero hasta entonces no habíamos visto tal grado de perversidad en el sistema democrático de EE.UU.

Ahora un personaje indescriptible ha llegado al poder y está gobernando de modo arbitrario, muy parecido a un régimen totalitario.

Para los ultra conservadores, Trump será el mejor presidente en la historia de la Democracia de EE.UU. Para los liberales demócratas, Trump puede suponer el principio del fin. Nadie sabe lo que ocurrirá, lo que está claro es que la lucha por la Democracia en la potencia número uno del mundo, sigue VIVA, ahora más fuerte nunca. (José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC. Twitter: @jjmmortiz)