OPINION
Objetividad en el oficio de informar
Por José Manuel Ortiz Benítez*
“En el ejercicio del periodismo no se puede ser objetivo, sólo podemos aspirar a tener algo de decencia y honestidad”, son las palabras del célebre periodista inglés, John Carlin, ex corresponsal de la BBC en El Salvador y autor del best seller Invictus.
Nuestras noticias, nuestras informaciones, nuestras notas, nuestras columnas y opiniones se conectan, en algún lugar recóndito de nuestro sistema, con nuestros valores, con nuestras sensibilidades, nuestros principios, nuestros juicios y éstos son personales y, en consecuencia, subjetivos.
En este oficio, todos deseamos objetividad, pero su incorporación a lo que hacemos o decimos en la vida real no es nada fácil, por no decir imposible, porque, aunque estemos presentando “siempre” la verdad, “siempre” estaremos seleccionando unas verdades sobre otras, y esa discriminación entre verdades es, en última instancia, lo que nos hace caer inevitablemente en el terreno de la subjetividad.
“Yo acepto la subjetividad, pero repudio la tergiversación, el engaño y las verdades a medias” que practican algunos medios, dice John Carlin.
Para John Carlin, “la objetividad es un cuento chino, un signo de arrogancia”, un engaño al consumidor de un producto esencial que no existe tal como lo deseamos. “No es posible para los seres humanos, es un atributo divino o propio de un robot” sostiene.
Hay que aceptar que los que nos dedicamos a informar, desde nuestras crónicas, columnas, reportajes, telediarios, etc. lo hacemos con poca o mucha dosis de subjetividad –hay tantas verdades en la vida que sólo podemos aspirar a informar si discriminamos entre ellas –es un acto subjetivo inevitable que va irremediablemente dentro del oficio.
Lo que no hay que aceptar es que se pueda informar engañando, tergiversando, falseando, manipulando, o peor aún, aterrorizando a los lectores presentando teorías como hechos, o dando por realidad eventos que todavía no han ocurrido.
Los medios deciden subjetivamente qué publicar y qué no. Por ejemplo, no hemos visto nada publicado en la prensa tradicional salvadoreña (LPG, EDH, TCS) sobre el escándalo de los sobresueldos de algunos miembros del partido ARENA que todavía ocupan cargos públicos con poder de decisión sobre el rumbo que lleva El Salvador.
Los escándalos de la política son quizás los temas que más se tergiversan o se censuran en El Salvador, pero no son comportamientos exclusivos de la prensa tradicional, históricamente alineada a la derecha. Los medios de izquierda hacen exactamente lo mismo. El desequilibrio informativo, que es, de alguna forma, también el desequilibrio de la verdad, en El Salvador, está en que la prensa tradicional acapara el 90% de la audiencia nacional, mientras que la izquierda difícilmente llega a un 10%. Si la información fuera pan, los salvadoreños estaríamos comiendo pan sólo de un determinado tipo de harina.
La noticia es vital, relevante, pero la decisión de publicarla o no es desgraciadamente subjetiva.
Como dice John Carlin, no pidamos objetividad a la prensa porque no existe, busquemos medios “menos subjetivos, más independientes, más decentes y más honestos.”
(*José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en la ciudad de Washington, DC. Twitter: @jjmmortiz)