La huella de Francisco Ramírez

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INMIGRANTES

Por: Rafael Lazo

  La historia de Francisco Ramírez, es muy diferente a la de la gran mayoría de inmigrantes que han llegado a los Estados Unidos; aunque tenga algunas similitudes con otras personas en lo referente a los peligros que conlleva el viaje por el “sueño americano”, como los riesgos que se deben enfrentar durante la travesía, emprender la aventura con poco dinero, dormir debajo de un puente, en el monte, enfrentar muchos peligros, etc.

  Su motivación por la aventura del viaje a Estados Unidos, nace sin mucha planificación y toma la decisión de salir de su natal, Cantón Santa Marta, Municipio de Victoria, departamento de Cabañas, El Salvador, con cien colones en su bolsa.

CONFLICTO ARMADO

  Francisco Ramírez, vivió como pocos los estragos del conflicto armado, entre la Fuerza Armada de El Salvador y la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

  En la población de Victoria, se desarrollaron fuertes combates durante el conflicto y esto mantenía a sus pobladores en constante peligro por parte de los dos bandos en guerra. En 1980 Francisco tenía 13 años de edad, había vivido una niñez feliz, aunque en medio de las balas.

  Los bombardeos y fuertes combates obligan a su familia junto con la mayor parte de los pobladores de Santa Marta y otros cantones como Peñas Blancas y San Jerónimo, a buscar refugio en Honduras; es así como llegan al campamento Mesa Grande, “todos abandonamos nuestros lugares de origen, también nos llevamos los animales que pudimos” dice Francisco “fue terrible ver como muchas personas perdieron su vida ahogados en el Río Lempa, durante ese trayecto”.

  En el campamento de Mesa Grande, Francisco vivió con sus padres y hermanos durante ocho años y optaron por regresar a Santa Marta, en 1988, aunque el conflicto armado seguía.

  Cuando su familia estaba fuera de Santa Marta, en 1981 durante un bombardeo, comenta Francisco, mataron a 16 personas y durante una masacre en noviembre de 1981, se supo que más de 40 residentes en Victoria, habían sido asesinadas.  Ningún familiar cercano de Francisco murió porque todos abandonaron el lugar.

DE REGRESO EN SANTA MARTA

  Cuando los refugiados llegaron nuevamente a Santa Marta, en 1988 el Arzobispado de San Salvador, por medio de la fundación Caritas, les ayudaron con algunos alimentos y también material para reconstruir sus hogares, como láminas y madera.

  Los productos que daba el arzobispado, los iban a traer a Sensuntepeque, y para poder salir de Victoria, dice Francisco, el ejército les daba un salvoconducto para viajar, ya que de lo contrario se corría el riesgo de ser capturado porque era una zona constante guerra y así era la orden militar.

  Francisco ya tenía cera de 19 años de edad y en la comunidad de Santa Marta, estaban organizados para ayudarse en diversos aspectos; así por ejemplo había grupos dedicados a la agricultura, la educación, la salud; etc. En esta última área, Francisco ayudaba como promotor de salud a niños y ancianos que sufrían problemas de nutrición, entre otros.

  La organización internacional Médicos Sin Fronteras, capacitaba a los promotores de salud, entre ellos estaba Francisco; él recibía clases de 6 a 9 de la mañana y luego atendía a los pacientes; “esto a mí siempre me ha apasionado” exclama.

  Sus pocos conocimientos en salud los puso en práctica también atendiendo a guerrilleros, soldados y miembros de la comunidad, que por las balas o bombas, perdían sus pies, ojos, brazos, etc. “éramos profesionales de convicción, humanistas y ayudábamos a quien podíamos”, dice Francisco.

  “En varias ocasiones me tocó sacar heridos, en los hombros y caminar hasta ocho kilómetros, para llevarlos hasta donde llegaba una ambulancia o un carro para transportarlos al hospital” comenta.

CAPTURADO Y TORTURADO

  Francisco relata que a él, el ejército lo tenía en la mirada, en abril de 1989, viajó con otros miembros de la comunidad Santa Marta a San Salvador y fueron a la Federación Nacional de Trabajadores Salvadoreños (Fenastras) “ahí conocí a muchos sindicalistas, nosotros íbamos a dormir ahí, porque no podíamos regresar el mismo día a Santa Marta y ahí nos daban donde quedarnos”.

  En una oportunidad, en el mes de abril narra Francisco, la policía capturó al Secretario General de Fenastras Juan José Huezo, “yo estaba ahí (en esa sede sindical) y fui a Santa Tecla, mi rostro se salió en la televisión y eso me perjudicó, pues me capturaron cuando iba para Sensuntepeque, íbamos siete personas; capturaron a los más jóvenes, yo era uno de ellos, estuve ocho días preso”.

  Por gestiones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la iglesia católica y una coordinadora de UNIFEC, Francisco logró que lo liberaran, estuvo preso en el cuartel de Sensuntepeque.

  Al recuperar su libertad, la ANCUR le ofreció asilo en un tercer país, pero Francisco no aceptó, pues no quería abandonar a su familia.

OFENSIVA HASTA EL TOPE

  En la ofensiva guerrillera denominada “hasta el tope” que inició el 11 de noviembre de 1989, con acciones militares en varias ciudades del país y que dejó un saldo de unos tres mil muertos; Francisco Ramírez se involucró, específicamente en el Municipio de Soyapango, “me llevé un botiquín, vendas, medicamentos, suero, etc. Para atender heridos de la población y la guerrilla, auxilié a muchas personas, principalmente niños y ancianos que estaban desesperados y angustiados ante la situación que se estaba viviendo”.

  Francisco piensa que todas esas acciones que ha realizado a favor de los necesitados, han tenido una buena recompensa en su vida, por eso se siente satisfecho y feliz con lo que ha realizado.

  Agrega que el 17 de noviembre, la guerrilla abandonó los lugares que se había tomado; Francisco se fue con ellos al Cerro de Guazapa.  Ocho días después, regresó a San Salvador a buscar heridos “porque yo sabía que en varios lugares habían quedado personas heridas, pero cuando llegué, encontré solo cenizas porque quemaron los cuerpos”.

VIAJE A ESTADOS UNIDOS

  Francisco comenta que su viaje a Estados Unidos no fue planificado, fue una decisión espontanea, que dejó sorprendida a su familia, al comentarles el mismo día de su partida la idea del viaje.

  “Fue en 1991, era un jueves, yo estaba trabajando en el laboratorio, frente a la clínica de la comunidad; observé que un comerciante llegaba en un camión a comprar maíz y frijoles, pues mucha gente cultivaba y vendía sus productos; sabía que ese camión se iba después de las 3 de la tarde, así que terminé mi jornada en el trabajo y me fui a mi casa, le dije a mi mamá la decisión que había tomado; ella me dijo, ‘pero hemos pasado muchas dificultades y porqué te vas ahora’?; ya estaba decidido, tenía que apresurarme para que el camión no me dejara”.

  Y así Francisco llegó donde el comerciante, le pidió que lo llevara a San Salvador en su camión “Yo sólo tenía cien colones, los había guardado desde que mi abuela había hecho una promesa de viajar a Esquipulas, pero como el costo del viaje era de 140 colones, ya no pudimos viajar y me regaló esos cien colones”.

  Al llegar a San Salvador, Francisco llegó donde una tía, hermana de su papá, ella le prestó 500 colones y reunió 600, con los que partió su aventura por el sueño americano.

  En el viaje conoció a otros dos migrantes y después de pasar una serie de calamidades como dormir en el monte, bajo los puentes, etc. Lograron llegar a Mendota, California.

  “Mi primer trabajo fue cortar uvas y fresas ahí en Mendota, también trabajé en el cultivo del melón; trabajaba y vivía en una ‘traila’ (casa rodante), una paisana salvadoreña me dio donde vivir”, comenta.

PETICION DE ASILO

  A los pocos meses de haber llegado a Estados Unidos, Francisco, solicitó asilo, “pero lo hice con un notario y él tenía un formato en el cual me puso que yo había sido paramilitar en El Salvador; cuando fui a la corte, el juez me preguntó cómo se llamaba mi jefe militar y yo le dije que no había sido militar, eso me afectó y por tal motivo me negaron la petición de asilo. El juez argumentó que en el documento presentado por el notario así decía.

  Pero Francisco no se dio por vencido y a los tres años de haber llegado a EE.UU. varias personas le ayudaron para pagar un abogado, quien llevó su caso hasta la corte de San Francisco, California.

  Cuando Francisco estuvo como refugiado en Mesa Grande, Honduras, conoció a muchas personas estadounidenses que llegaban ayudar a niños, mujeres y ancianos del campamento. Esta gente viajaba con donaciones hechas por un actor famoso llamado Martin Sheen.

  Cuando Francisco tuvo su última corte en San Francisco, se acordó de una de las señoras que lo habían ayudado en Mesa Grande y que vivía en San Francisco; El había guardado su número de teléfono, así que la llamó, lo recibió en su casa y se comprometió con él que lo acompañaría a la corte.

  Cuenta Francisco que la señora lo invitó ir a misa y para su sorpresa, el sacerdote de la iglesia, también había viajado en algunas oportunidades a Mesa Grande y también lo conocía; de igual forma, una doctora que también asistía a la liturgia, era del mismo grupo que ayudaron en el campamento de refugiados de Honduras.

  “Me sentí muy alegre y les dije que tenía la corte a las 2 de la tarde; ellos se acordaban que yo trabajaba en los centros de nutrición del campamento; me dijeron, vamos a ir contigo a la corte. Cuando llegamos el abogado, se sorprendió al ver que otras personas iban conmigo y me dijo ¿y tú conoces a toda esta gente?, si, le contesté; bueno me dijo, con esta gente, ni abogado necesitabas”.

  “También ahí andaba el actor Martin Sheen y como era famoso, toda la gente, hasta las secretarias de la corte, se tomaban fotos con él”

  Con los acompañantes que tenía Francisco y los argumentos presentados por el abogado, el juez le otorgó el asilo.

  Ya con documentos legales, durante nueve años Francisco trabajó en California, en los cultivos de lechuga, ganaba cuatro dólares la hora.

  El espíritu humanista y de solidaridad nunca se ha apartado de Francisco, pues en California participó en diversas actividades de apoyo a los trabajadores; en una oportunidad, relata, estuvo cerca de famosos líderes obreros como Dolores Huerta y César Chávez.

INVITADO A VIRGINIA

  Un primo hermano de Francisco que vivía en Virginia, lo invitó a pasear y fue para quedarse, pues le gustó la zona y el salario, que era mejor que en California.

  El anhelo por ayudar a su gente siempre ha tenido inquieto a Francisco; comenta que durante los nueve años que vivió en California, junto a otros oriundos de Santa Marta, enviaban alguna ayuda para su pueblo, dinero que utilizaban para pintar la iglesia, uniformes deportivos y otras necesidades de la comunidad.

  Al residir en Virginia, Francisco se unió con otros de sus paisanos y acordaron aportar cada uno 25 dólares mensuales; reunían entre $300 o más y los enviaban para ayudar a la comunidad de Santa Marta.

  En una de las reuniones, Francisco les propuso organizarse y realizar actividades como fiestas, rifas y otras actividades que los llevaran a reunir más dinero para ayudar a la gente de su querido pueblo en el departamento de Cabañas.

PRIMER LABORATORIO DE CIENCIAS

  Así fue como se formó una directiva y se comenzaron a realizar actividades; uno de los primeros frutos fue la construcción del primer laboratorio de ciencias en Santa Marta, donde en la actualidad habitan unas cuatro mil personas.

  Francisco dice que la comunidad de Santa Marta, se ha enfocado mucho en la salud y la educación de su gente; es así como se ha logrado la graduación de 26 maestros de la comunidad, en una universidad de San Miguel. Santa Marta cuenta con cinco escuelas y los jóvenes pueden estudiar ahí hasta bachillerato.

  La clínica de Santa Marta, cuenta con un médico, una odontóloga, una psicóloga y enfermera; todos estos profesionales son oriundos de la comunidad.

  La clínica fue construida con fondos de la comunidad y lo que hace el gobierno es pagar los salarios de los empleados, ya que se firmó un comodato; asimismo se compró hace varios años una ambulancia, dice Francisco.

  En Victoria, hay tres clínicas y los médicos son originarios de Santa Marta; en total hay diez médicos graduados, hijos de la comunidad, dice con mucho orgullo Francisco.

  La mayor preocupación de los habitantes de Santa Marta, es que no haya un niño sin educación, de tal forma que se ha reducido el analfabetismo “yo solo fui a segundo grado, pero hoy me da mucho orgullo saber que no hay un niño que no vaya a la escuela”, exclama.

  Con el enfoque que ha tenido la comunidad de Santa Marta, se ha logrado disminuir drásticamente la mortandad infantil y hay cero embarazos en menores de edad, entre otros aspectos.

  Desde el 2001, los oriundos de Santa Marta en Estados Unidos, tienen un comité desde donde realizan diversas actividades en pro de su terruño. Entre otros proyectos donde está la huella de estos salvadoreños solidarios, es el laboratorio de ciencias, un centro de cómputo, la biblioteca, mejora en el cementerio y algunos proyectos de adoquinamiento.

  Para la planificación y ejecución de obras, están enlazados con la Asociación de Desarrollo Económico y Social (ADES) integrada por residentes de Santa Marta, con quienes mantienen contacto permanente para saber más de cerca sobre las necesidades y cómo pueden participar en cada proyecto, quienes están en el exterior.

  La ADES mantiene un programa de ayuda a becados universitarios en San Salvador; la asociación alquila una casa en la capital, donde viven los 25 becados. Ahí también está la mano de los residentes en el exterior, apoyando a un becado y colaborando con el pago mensual de la casa, comenta Francisco Ramírez.

CELEBRACIÓN DEL RETORNO

  Actualmente residen en los Estados Unidos unas mil personas, oriundas de Santa Marta; distribuidas en su mayoría en el área metropolitana de Washington, California y Florida.

  El 10 de octubre es la fecha que reúne a la mayoría, para celebrar el día del primer retorno (del campamento de Mesa Grande a Santa Marta)

COMUNIDADES TRANSNACIONALES SALVADOREÑAS (COTSA)

  La directiva de la comunidad de Santa Marta, es parte de las Comunidades Transnacionales Salvadoreñas (COTSA), que aglutina a 17 organizaciones de salvadoreños en Estados Unidos.

  Francisco que hasta diciembre de 2019 fue presidente de COTSA, comenta que esta organización nació ante la necesidad de unir esfuerzos y ejecutar acciones de mayor envergadura a favor de las distintas comunidades en El Salvador.

  Para la creación de COTSA se tuvo la ayuda del dirigente del Centro de Recursos para Centroamericanos (Carecen) Saúl Solórzano (murió el 17 de agosto de 2011); “él nos dijo que si nos comprometíamos a luchar por nuestras comunidades que nos ayudaría con la organización; recuerdo que también estaban en esa reunión otros dirigentes comunitarios como Jorge Granados, Santos Ramírez, Maribel Ventura, entre otros; nos reunimos siete personas y formamos la primera junta directiva de COTSA en el 2008”.

  En el año 2009 COTSA realizó su primer Festival en Prince William, Virginia, la falta de experiencia hizo que no se tuviera el éxito deseado. Desde el 2010, con la intervención de la salvadoreña Ana Sol Gutiérrez, se logró la ayuda del Condado de Montgomery, Maryland, donde se han realizado diversas actividades que han dado buenos frutos.

  Uno de los principales eventos es la rifa anual de un automóvil y la coronación de la reina; participan las 17 organizaciones; al final las ganancias de los eventos son distribuidas y cada comunidad ve sus necesidades y así dirigen sus ayudas.

  No obstante, existe un enfoque de cada comunidad por la educación de tal manera que en cada evento anual de COTSA, se entregan becas a estudiantes de escasos recursos residentes en sus poblaciones en El Salvador.

  Francisco Ramírez, se siente optimista con la huella que ha marcado en su vida y lo que ha logrado en Estados Unidos, sobre todo poder ayudar a su gente en Santa Marta, y dice que cada día busca “ser cada vez más constructivo”, desea seguir en COTSA aportando y su anhelo final es poder jubilarse e irse a vivir a su querida comunidad de Santa Marta.