La vacuna contra el desánimo

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(2 TIMOTEO 2:1-10)

Por: Rev. Julio Ruiz

INTRODUCCIÓN: ¿Se ha sentido alguna vez desanimado? Bueno, si no es así usted debiera estar ya con el Señor porque en el cielo no hay desánimo. Se cuenta una que vez que Martin Lutero estaba en una situación penosamente intranquilo por sus propios pecados, por la maldad del mundo, y por los peligros que rodeaban a la iglesia. En ese momento entró su esposa, vestida de luto, se acercó a donde estaba su esposo, y con gran sorpresa éste le preguntó quién había muerto. Sorprendido por cómo estaba vestida su mujer, comenzaron el siguiente dialogo. –¿No sabes? ¡Dios en el cielo ha muerto! –Pero ¿cómo puede Dios morir? ¡Él es inmortal! –¿Es cierto esto? –¡Indudablemente! ¿Cómo puedes dudarlo? ¡Tan cierto como que hay Dios en el cielo, es que él nunca morirá! –Y, entonces, si Dios no está muerto ¿por qué estás tan desalentado y abatido? En ese momento comprendió cuán sabia era su esposa y al final dominó su desánimo y siguió adelante. El desánimo ha sido parte de la vida de muchos hombres de Dios. Moisés se desanimó y hasta le dijo a Dios que se encargara de su pueblo que había sacado de Egipto. Elías se desanimó hasta el punto de querer morirse. Jonás se desanimó y le pidió a Dios que lo matara. David, el hombre conforme al corazón de Dios llegó a preguntarse: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” (Sal. 42:5). Pero la determinación de David de “espera en Dios; porque aún he de alabarle; salvación mía Dios mío” debe ser la de todos aquellos que pasan por este tiempo donde el desánimo gobierna y parece no haber salida. La presente pandemia ha estado generando otro virus llamado el “desánimo”. Pero si bien es cierto que para el primero todavía no se ha encontrado una vacuna, si lo hay para el desánimo. Ese es nuestro tema para hoy. Veamos, pues, en qué consiste la vacuna contra el desánimo.

I.EN ESFORZARNOS EN LA GRACIA DE JESÚS 

Esforzado: Valiente, decidido, luchador, animoso, alentado, de gran corazón y espíritu, por ser alguien o en algo. Estar en disposición de poder hacerlo.

1. El imperativo es “esfuérzate” v. 1. Dios pudo haberles entregado a los israelitas la tierra prometida de una vez en lugar de durar cuarenta años en el desierto. ¿A caso no merecían esto después de semejante tiempo de pruebas? Sin embargo, unido a la seguridad de la entrega de la tierra, a Josué se le dice en varias ocasiones que se esfuerce: “Esfuérzate y sé valiente” (Jo. 1:6). Pero no solo que se esfuerce, sino que sea “muy valiente” v. 7. Y le vuelve a decir no solo que se esforzara, sino le dio la orden: “Mira que te mando…” v. 9. Recordemos que Josué fue discípulo de Moisés.

2. Esforzarse en la gracia de Cristo v.1b. En el campo espiritual el esfuerzo que se aplica para hacer la obra del Señor está respaldado por la gracia del Señor.  Muchos de nosotros estaríamos de acuerdo en señalar que el gran enemigo del esfuerzo, que debiera caracterizar al discipulado, es la falta de constancia y disciplina. Tenemos una cantidad de programas inconclusos. En el campo del discipulado a lo mejor ponemos a prueba lo mejor que sale todos los años, pero no vemos los resultados.  A Timoteo se le pidió que se esforzara frente a las enormes responsabilidades que tenía por delante, pero con la bendición que tal esfuerzo lo haría fusionado dentro de lo que ofrece la gracia de Cristo. No lo haría solo.

II. EN IMITAR EL EJEMPLO DE LOS QUE SIEMPRE LUCHAN

1. El discípulo como un soldado v. 3. En esta determinación el soldado se prepara para defender a su patria por su juramento de lealtad, abnegación y consagración que hizo cuando se enroló en sus filas. Esto le exigirá los sufrimientos propios de los entrenamientos, del combate en sí, y del sacrificio de estar lejos de sus amados. Le hará muy bien a la iglesia que tengamos discípulos que sufran como buenos soldados de Cristo. La lealtad y la abnegación debieran ser sellos distintivos de un discípulo de Cristo. La disciplina es indispensable para este fin. ¿Cuál es una de las cosas que debe saber el discípulo de Cristo como soldado suyo? Por un lado, que debe estar listo para sufrir penalidades, pruebas, hambre, peligros, trabajos, cansancios, persecuciones y tal vez hasta prisión.

2. El discípulo como un atleta v. 5. Los hombres y las mujeres que finalmente levantan sus trofeos en algún pódium donde tienen sus competencias saben que detrás de sus logros hubo un gran esfuerzo, una muy fuerte disciplina y en una mentalidad puesta en las medallas que colgarían de sus cuellos. Esta fue la visión que tuvo Pablo cuando pensó en aquellos que corren en el estadio. Al traer esta ilustración con la que quiere que su hijo Timoteo actúe en su vida ministerial, recuerda lo que lo que dijo en 1 Corintios 9:26, 27: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre…”. Al hablar del desánimo en la vida cristiana, nada es más desafiante que tener la mentalidad del atleta.

III. RECORDANDO EL MODELO QUE HA VENCIDO

1. “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David…” v. 8. Como hemos dicho, el desánimo es un virus que ataca más de lo que nos damos cuenta. Las razones pueden ser muchas, pero el discípulo de Cristo tiene su más grande modelo en aquel que venció a los más grandes enemigos: el pecado, Satanás y la muerte, llegando a ser su indiscutible sostén cuando llegan esos momentos a su vida. Pablo insta a Timoteo a recordar a Jesucristo, pero note la referencia que hace de él como descendiente de David. ¿Por qué dijo esto? Porque está hablando de las reales promesas que apuntaban a la llegada del Mesías que saldría de la raíz de David. Al pedirle que se acuerde de él lo hace por el valor y el arrojo con el cual Jesús enfrentó los sufrimientos de la cruz, de modo que sean puntos de referencia para que cuando lleguen esos momentos de soledad, miedo, angustia y desanimo, vea en Cristo su modelo para seguir adelante. El discípulo de Cristo debe saber que estamos en el verdadero. Que el Cristo que fue anunciado es el Cristo vencedor. Sigamos, pues, sus pisadas.

2. Resucitado de los muertos v. 8b. He aquí la más grande y poderosa razón para levantar nuestro ánimo. La esposa de Martin Lutero le dijo a su esposo desanimado que Dios no estaba muerto. Esta verdad fue confirmada después por el mismo Jesús cuando dijo que Dios “no es Dios de muertos sino de vivos” (Lc. 20:38). Pablo le recuerda su discípulo la verdad que cambió la historia, eso es, la resurrección de Cristo. Le dice que no solo se acuerde que Jesús es del linaje de David, por donde viene su mesianismo sufriente, sino que de igual manera le recuerda que Jesucristo es el Mesías reinante, pues venció a la muerte, por lo tanto, ahora contamos con esta seguridad eterna que en los cielos está nuestro Cristo resucitado y eso es garantía de nuestras propias victorias, sobre todo de aquellas donde somos afligidos por las pruebas, las circunstancias. 

CONCLUSIÓN: Una persona desanimada es como la ilustración del hombre que cayó en un pozo del que no podía salir y pasaron varios tratando de ayudarlo.  Pasó un optimista y dijo: “No estás tan mal. Podrás salir”. Pasó un pesimista y dijo: “¡Qué horror! ¡Nunca saldrás de allí!” Pasó una persona objetiva y dijo: “Es lógico que alguien caiga allá dentro”. Pasó una persona autocompasiva y dijo: “¡Usted no ha visto nada hasta que vea mi pozo!” Pasó un legalista y dijo: “Probablemente mereces estar en ese pozo”. Pasó un fariseo y dijo: “Solo gente mala cae en los pozos”. Pasó un carismático y dijo: “Solo confiesa que no estás en el pozo.” Pasó un oportunista y dijo: “¿Cuánto estás dispuesto a pagar por salir?” Pasó un siquiatra y dijo: “Vamos a platicar acerca de tu pozo”. Pasó un psicólogo y dijo: “A lo mejor es culpa de tus padres, que estés ahí”. Pasó un moralista y dijo: “Ahora que te has manchado en ese pozo ¿Quién te va a querer?” Pasó un matemático y dijo: “Quiero calcular como caíste en el pozo”. Pasó un periodista y dijo: “Quiero una entrevista exclusiva sobre tu experiencia en el pozo”. Pasó un cienciólogo y dijo: “El pozo solo está en tu mente”. Pasó un terapeuta y dijo: “Cree en ti mismo, y podrás salir del pozo”. Entonces vino Dios a su encuentro: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Sal. 40:2). En todo el texto que ya hemos predicado encontramos este versículo: “Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo” (v. 7). Es como si también nos dijera: “Dedícate a aplicar todo esto a tu vida y vivirás tus propias victorias, glorificaras al Señor y serás bendición a otros.

Julio Ruiz es pastor de la Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en la 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 Tel. 571-251-6590 (pastorjulioruiz55@gmail.com)