Se repiten las historias

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Por: Manuel Cañadas

  Para un técnico de fútbol, dirigir la Selección Nacional de El Salvador es como una tortura glorificada, un castigo bien pagado; se trata de una tarea que despierta y provoca ilusiones.

  La gente siempre abriga esperanzas más allá del realismo, nadie piensa que en las condiciones de inferioridad en que va a desempeñar su trabajo no va a lograr nada, pues está limitado por problemas estructurales.

  Entonces los técnicos se lanzan a unas aguas agitadas, llenas de pirañas, para intentar un milagro que generalmente lo convertirá en un culpable legitimado. Al fallar en su intento, si es extranjero, la situación la resuelve con irse a su país a disfrutar de lo ganado, pero si es del patio sufre el escarnio público y una desvalorización que lo envía con premura a la segunda y tercera categoría.

  Los ejemplos abundan por acá, hay técnicos con gran capacidad que han sido sancionados por algun mal resultado o por divergencias con los dirigentes como Mauricio Tuco Alfaro, Juan Ramón Paredes, Carlos Recinos, Rubén Guevara, Oscar Benítez. De la noche a la mañana ya no son aptos.

  Y dentro de tales coordenadas hasta se ha dado paso a polémicas estériles entre elementos de la difusión deportiva, quienes pueden estar a favor o en contra, cuyas diatribas a veces van colmadas de un fuego verbal con olor a podrido.

  Eso es parte de una necesidad primitiva que tenemos los pueblos futboleros venidos a menos, de figuras de opinión pública que hasta pueden ser admiradas, donde, los destinatarios de ese movimiento de adoración y exaltación se contagian de la imagen que proyectan, se la llegan a creer y hasta adoptan poses de perdonavidas, saliéndose de la lógica y la coherencia para trenzarse en disputas de poca monta

  Eso pasa en todas partes, aunque en nuestro caso tiene todos los ingredientes aldeanos. Pero en honor a la verdad y dentro de la etiología de nuestros problemas futboleros, los contrasentidos son estructurales y tienen que ver con el casi nulo trabajo en las canteras donde ni siquiera se logra fundamentar a los jugadores.

  Hace casi 60 años vino al país un sabio del fútbol, Hernán Carrasco y recomendó la creación de las canteras, pero aro en el mar.

  Y esa “comisión regularizadora” ha hecho de todo, menos intentar preparar desde las bases, las canteras, para producir de lo que después nos podríamos nutrir.