AMISTAD, EN LAS BUENAS Y MALAS

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Julio Rodríguez, periodista salvadoreño.

Julio Rodríguez / Periodista
periodistacristiano@gmail.com

A Mauricio lo conocí cuando empezábamos a hacer nuestros pininos en el oficio del reporteo en una naciente y pequeña agencia local de noticias que funcionó en el edificio Scan, ubicado en el corazón de la colonia médica de San Salvador. Estudiábamos Periodismo en la Universidad de El Salvador. Corría el año 1987. El conflicto armado estaba en su apogeo y parecía interminable.

Pretendíamos obtener un título universitario, pese a las condiciones de vida en las que habíamos crecido (viviendo en mesones, hogares disfuncionales y las profundas carencias económicas), en fin, nos volvimos amigos – como siempre dice él – “en las buenas y en las malas que, son las que más abundan”, regularmente era la frase del brindis cuando departíamos una cerveza o una celebración sin nada que celebrar.

Por mas de 35 años de amistad hemos sorteado momentos difíciles en muchos sentidos, nos hemos reído a carcajadas de la vida y hemos llorado cuando ha sido necesario hacerlo.

Con Wicho, como suelo llamarlo, trabajamos en varios medios de comunicación, cual si fuera un destino manifiesto o como dice el dicho “Dios los cría y ellos se juntan”, siempre terminábamos como compañeros de trabajo, hasta que yo pasé por un tiempo a las comunicaciones de una institución del Estado.

Ese distanciamiento laboral no interrumpió nuestra amistad de juergas y platicas sobre los hijos, la familia, u otro tipo de cosas, que se comparten con amigos, siempre dejábamos suspendida otra cita, que podría ser muchos días o meses después.

Hace algunos días departimos, como viejos amigos – o acaso amigos viejos – con mucha agua corrida bajo el puente de nuestras vidas. Lo cual me reflexionar sobre un relato del apóstol Pablo, cuando es detenido y encarcelado en Roma y la forma en que define a los amigos, además de la actitud que asumen ante las difíciles circunstancias que alguien puede estar atravesando (2ª Carta a Timoteo 1: 16-18).

En la porción bíblica se puede encontrar la descripción y proceder de algunos amigos: abandonar al compañero en los momentos difíciles; buscarlo insistentemente para conocer su situación; no avergonzarse de las circunstancias que lo rodean; y animarlo.

Pablo, destaca que Onesíforo, un colaborador de su causa y discípulo, no lo abandonó, lo buscó, lo visitó en la cárcel y lo animó. Y hace memoria y le recuerda a Timoteo “Ya estás bien enterado de todos los servicios que él prestó en Éfeso” refiriéndose a su amigo Onesíforo como alguien que estuvo en “las buenas y en las malas”.

En el inesperado rumbo que tomó mi vida en los últimos siete meses, en silla de ruedas y sin poder caminar, ni trabajar, el proceso de aprendizaje, no ha sido fácil, pero tampoco imposible de sortearlo con la fe y la actitud que la providencia del Señor nos da a todos, por medio de los familiares, amigos y desconocidos.

Me apoyé en bastones que no se quebraron fácilmente, estoy agradecido con el Señor porque nunca faltaron los “Onesíforos” que me buscaron, me apoyaron y animaron en las más variadas formas que permiten al espíritu mantenerse firme esperando el milagro. Yo no podré pagarles, pero mi Padre con toda seguridad sabrá bendecirles, esa es mi oración diaria.

Soy un convencido de que más allá del religiosísimo enfoque que algunos imprimen a la Palabra de Dios, el Maestro de Galilea hace de su ministerio una misión que pretende que sus seguidores adquieran un modelo de vida, práctico, transparente, amoroso y solidario. Eso significa que ser cristiano, no es lo mismo que ser seguidor Cristo.

Desde hace varios años Mauricio reside y trabaja lejos de su país, le veo cuando viene unos días a su patria, a fin de visitar a su madre y encargarse de sus cuidados. La amistad sigue intacta, porque nos respetamos en todos los sentidos, nos reímos de los tiempos pasados y nos actualizamos, pues estamos claros que: “los amigos son los hermanos que se eligen, que están en las buenas y las malas”. Y el mejor de todos es el amigo que nos eligió como sus hermanos, Jesús de Nazareth, hijo del Altísimo.