¿Cómo nos preparamos para la muerte?

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Julio Rodríguez, periodista cristiano.

Por: Julio Rodríguez / Periodista
perioidstacristiano@gmail.com / @JulioR_ES

La única forma de más o menos estar preparados – pues nadie lo está totalmente – para la muerte propia o de cercanos, es aceptar que forma parte natural de nuestra existencia. Nacer y morir, un ciclo ineludible para todo ser vivo, cualesquiera sean las personas y las circunstancias.

Por tal razón frases y preguntas como ¿Por qué mueren los buenos?, “si ayer estuvimos platicando y se miraba muy bien”, “estaba tan lleno de vida”, “no lo puedo creer era tan buena persona”, y otras muchas tiene su respuesta en el hecho de que se nos enseña mucho a vivir como si nunca fuéramos a morir. Así como llegamos, también debemos de partir. El boleto de la vida es de ida y vuelta.

La muerte es un punto de llegada, es la última estación del ser humano donde no quiere llegar y menos bajarse, porque simplemente se niega a aceptarla como parte del equipaje que lleva en la vida.

Desde que nacemos se nos enseña a vivir, a pedir, trabajar, estudiar, amar, enojarnos, alégranos, etc. Allí vamos aprendiendo cada día como si todo el tiempo estaremos en este mundo.

A ver, un día cualquiera en la vida promedio de las personas, dice amar a quien tiene a la par, esposa, hijo, novia, hermano, madre, quien sea; pero no se despide con una expresión física de afecto como un abrazo, un beso o una sonrisa, no se percata que, si pasara algo que no lo permita volver, ese será el último momento con el cual será recordado. Hay quienes dicen “me despedí esta mañana, iba contento o contenta” y eso los hace sentir en paz ante la partida inesperada de alguien.

No estamos hablando vivir obsesivos por la inminente muerte, sino de considerar las acciones diarias hacia nosotros mismos o los demás, reflexionar que nuestra condición podría cambiar de un momento a otro, una enfermedad, un despido, un cambio de planes y la muerte misma. Esto solo por describir uno de tantos momentos de nuestro afán diario.

Los que profesamos nuestra devoción por las enseñanzas y vida del Maestro de Galilea, ni siquiera queremos morir espiritualmente para nacer de nuevo. Por allí se empieza a aceptar la llegada de la inminente muerte, siendo personas justas y buenas.

No es solo una cuestión de como superar el luto – aunque es una situación que se debe experimentar y vivir sin tratar de evitarla – sino de como vivimos nuestra vida a diario, conscientes de nuestra condición mortal que llegará en el momento que corresponda, es decir, aceptar que, si ese momento llega hoy o dentro de muchos años, siempre estemos prestando atención a los detalles, a las pequeñas cosas que hacen grande nuestra existencia, a aquello que trasciende lo material y calma el espíritu.

Seguir la vida sin recuerdos que nos esclavicen, es vivir la vida sin temor a la muerte, porque eso hace libre al que se va y al que se queda. Es cuestión de fe y actitud para aprender a vivir consciente de que todos tenemos una cita ineludible, que nos recuerda que debemos vivir todos los días como que si era fuera el ultimo día.