“Las mujeres inmigrantes hispanas han sido mis maestras de vida”

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Por: Claudia Zavala

  “Me llamo Roxana Martel y vivo en Florida, desde noviembre de 2009. Soy salvadoreña y estoy casada con un cubano. Conocí a Rubén en 1999. Eran tiempos difíciles a nivel político, porque el gobierno salvadoreño y el cubano no tenían relaciones diplomáticas y era difícil gestionar una visa o permiso de residencia para que él pudiera viajar. Nos casamos en 2001, pero aun así, era complicado que entrara a El Salvador, así que él se fue a vivir a Guatemala, con una tía.

  En ese tiempo, yo me enfoqué en seguir creciendo académica y profesionalmente. Soy licenciada en Comunicación y Periodismo. Yo trabajaba en la Universidad Centroamericana de El Salvador, dando clases de Comunicación, desarrollando proyectos de desarrollo local, antropología urbana, violencia urbana, relación entre el discurso de medios de comunicación y percepción de la violencia.

  Él trabajaba en otra universidad guatemalteca, dando clases de Informática. En 2005, yo viajé a España, para estudiar mis cursos de doctorado, en la Universidad Pública de Navarra. Mi esposo también seguía esforzándose, aplicó a una beca para hacer su doctorado en ingeniería en computación en Estados Unidos. Se la concedieron y, en el año 2007, viajó a Orlando, para estudiar en la Universidad de Florida.

Roxana,su esposo e hija

  Yo volví a El Salvador, para coordinar un Programa Regional de Prevención de Violencia. Después de 10 años de estar en una relación a distancia, se dieron las circunstancias para viajar a Florida para, por fin, vivir con mi esposo. Eso fue en noviembre de 2009.

  Les reconozco que emigrar me enfrentó a sensaciones y vivencias que nunca pensé que iba a experimentar. Según yo, iba a aprovechar para terminar mi tesis doctoral. Pero, cuando llegué, entré en depresión. Me dio un bajón emocional horrible. No tenía ninguna red de apoyo, ni personal, ni profesional.

Roxana y su hija Camila

  Mi esposo se iba a trabajar temprano y yo me quedaba sola en casa todo el día. No era capaz de centrarme en mi tesis. No sabía bien lo que me pasaba realmente… Dejé reposar la tesis y decidí estudiar inglés.

  Al ser esposa de un cubano, me aplicaron la llamada “Ley de ajuste cubano”. Al año de estar residiendo en el país, pude aplicar a la residencia permanente y me la aprobaron de manera automática. Después de 5 años, ya se puede solicitar la ciudadanía. Yo entré con mi visa de turista, para 6 meses.

  Eso implicaba que me quedaría unos meses ‘en el aire’, mientras esperaba que ese año se cumpliera, para solicitar mi residencia permanente. Era 2010 y ya empezaba la tensión política con leyes racistas como la de Arizona, que buscaba poner como chivos expiatorios de todos los problemas a los inmigrantes hispanos.

  Comencé a trabajar como voluntaria en organizaciones sociales y comunitarias, para empezar a establecer relaciones personales y profesionales. Concretamente, trabajé en el “Centro Comunitario La Esperanza”, una organización que aborda el tema de violencia doméstica para ayudar, como traductora, a mujeres hispanas sobrevivientes de violencia de género.

  A los 6 meses de haber ingresado como voluntaria, me ofrecieron un puesto como becaria, a medio tiempo, en la Corte de Orlando, para ayudar a las mujeres a rellenar peticiones judiciales de órdenes de alejamiento de sus maltratadores.

Roxana y su esposo Rubén

  Ahí fui testigo de la triple victimización que sufre la mujer hispana en este país. No sólo de su abusador, sino del sistema. Muchas no dominan el idioma y no conocen las leyes. Además, el temor a la deportación y a dejar a sus hijos, muchos de ellos nacidos aquí, las hace todavía más vulnerables.

  En ese tiempo, yo seguía lidiando con mi sube y baja emocional. Recuerdo que un día estaba en mi casa y escuché a unos albañiles latinos, que estaban haciendo una construcción al lado, hablando de sus cosas. Hacía un sol y un calor terribles.

  Yo, en cambio, estaba en mi casa, cómoda, fresquita… y yo dije, bueno, ¿y cuál es la diferencia entre ellos y yo realmente? En ese momento, entendí que esa primera etapa migratoria la estaba viviendo con mucha arrogancia académica y personal.

  Poco a poco, comencé a salir de mi burbuja, a ser consciente de que era una privilegiada realmente y que debía intentar devolver a mi gente, todo lo que mi país me había dado. Lo sentí como una responsabilidad, un compromiso de vida.

Escucha la historia completa de Roxana aquí: https://www.youtube.com/embed/wZnnSNIwhqQ