Job: 5:19

Y fueron esas huellas en su cuello, las que impidieron que ella llegase a su casa esa noche y aceptara mi tan repetida invitación, que a todas las mujeres de esa época se las decía, que se quedase conmigo.
Recuerdo que entre mis argumentos de convencimiento, estaba el que habrían problemas, lo sé, pero ahora, de ahora en adelante, ya no estaría ella, jamás sola, me tendría a mí. Y así fue, nos quedamos en un motel cerca de la calle 5 de Noviembre, pues yo vivía a menos de cien metros de ahí.
Nos llevó su primo, mi amigo, “nacho”; La noche fue larga, especial e inolvidable, no solo porque significaba, que ya no había retorno, no había oportunidad de darle retroceso al “tape”, pues en su casa, esto provocaría serios problemas con sus siete hermanos, alguno de los cuales, había tenido serios problemas con la ley, por su comportamiento altamente agresivo, y otros de servicio militar, de fila, pero igual, con una conducta altamente peligrosa.
Lo que representaba para mí, una especie de navaja puesta al cuello, o el cañón de un arma ceñida a mi sien, pues en casa de ellos, quedaba solo su hijo de, creo, cuatro años de edad. Pero nada de eso, me hizo retroceder, pues el don Juan que describía experiencia en su poesía y en las historias que escribía, ahora, recién, esa noche, primera vez en su vida, conocía lo que era estar con una mujer.
Y las vísperas de esa navidad, transformaron, mi rutina, y la de mi familia, primera y única navidad que la pasé lejos de casa, una especial y rara imitación de una película de acción, donde la pareja de protagonistas, era perseguida por enemigos de todo tipo, ella no dejaba de llorar, y yo de beber.
Eran las siete de la noche del veinticuatro, que accedo reunirme con uno de sus hermanos, en la zona de restaurantes de comida rápida en un centro comercial capitalino, por cierto, muy concurrido en esas épocas, me despedí de ella, como si fuese a una especia de duelo, llorando los dos, como si no volveríamos a vernos.
Ella se quedó encerrada en el cuarto del motel y yo iba con mi amigo, su primo, a quien le intentaba yo mismo, sacar a cucharadas palabras de valor, porque me hacían falta, y el, como siempre, no supo decirme nada, y ni modo, así me bajé del carro.
Recuerdo bien, en mi mente, el recorrido con mis ojos, desde lejos los alrededores del interior de ese centro comercial, podía ver de lejos, como me “venadeaban”, los hermanos, se hacían señas, se miraban entre sí, pues yo ya estaba en el lugar; finalmente me reúno, con uno de ellos, rodeado de los demás, que esperaban a una cierta distancia, y el, conservando la tranquilidad, solo me decía que mi novia era una irresponsable, pues dejaba a su hijo por mí.
Yo le decía que la amaba, y que haríamos una familia con su hijo, los tres, en realidad no sé que lo convenció, si mis respuestas, cortantes, mis ojos que lagrimeaban en exceso, o el ambiente navideño, en medio del cual se discutía, por lo que al cabo de poco tiempo, se puso de pie, y me dejó ir del lugar.
NAVIDAD SIN MI FAMILIA
Qué ironía, estrenándome como “amante”, en el sentido nada despectivo de la palabra, y encerrados en un cuarto de motel, la “noche buena” (previa a la navidad), y mi pareja no dejaba de llorar, y yo, con un sentimiento claro y directo de acusación en contra mía, porque había dejado en esa fecha tan especial a mi mamá, solita, con mis hermanas.
Al día siguiente, desde tempranas horas, salimos, yo a seguir bebiendo, y ella a seguir llorando, hasta que me llega un recado de mi mamá, que me esperaba, que volviese a la casa, y casi inmediatamente lo hice, recuerdo, que mi mamá habló con los dos, y nos recibió, y aún suenan en mi oído las palabras que mi novia susurró, diciéndome, “tu mamá, sí que te quiere”, pues me estaba perdonando lo que había ocurrido, y nos recibía a los dos en casa.
Comienza entonces, una etapa de fantasía, llevado el romanticismo hasta el más alto nivel de realidad sublime por los días de mi vida, en esos meses, aprendí, por ejemplo, el porqué de la letra de la canción de Montaner que dice: “la noche dura un poco más”, porque de verdad, la noche, parecía no terminar jamás.
AVENTURA EN SAN MIGUEL
Junto a fechas memorables, como aquel 14 de febrero de 1998, que por contar la historia, tal como sucedió, una estación de radio, me dio el premio, de un fin de semana para dos en el hotel “Tropico Inn” en la ciudad de San Miguel, adonde llegué con el día contadito, ajustadito, y como “recién casados”, decidimos no salir de la habitación, y pedir servicio, a nuestra puerta.
Lo que a la larga, ignorábamos, que significaría un incremento en los costos, lo que no cubría la promoción, por lo que al salir, ya domingo por la tarde, tenía un desajuste de 300 colones, con los que no contaba, se puso un tanto difícil la salida, hasta que el director de esa estación de radio, canjeó con el gerente del hotel, el exceso de la cuenta, por el servicio al cuarto, y logramos salir ilesos del hotel, no con tan buena suerte, pues al llegar a la terminal de oriente, ya los buses a la capital, el último hacía dos horas que había salido.
Ahí estábamos los dos, en la ciudad de San Miguel, sin un cinco, más que solo lo del bus del regreso, y hubo alguien, una inquilina de una casa de mi mamá, que su hermano, abogado por cierto, llegó a auxiliarnos y nos llevó a un hotel a las salidas de la ciudad, canceló la noche, y además me prestó 200 colones.
El dato curioso de esa noche, resultó ser, que a la encargada de ese reconocido establecimiento, el amigo abogado, le dice: “cama doble, porque son novios”, y así fue, nos dieron un cuarto con cama doble, aunque a la media noche, estábamos los dos, luchando por juntar esas dos camas y hacerlas una sola.
CUMPLEAÑOS DE SU HIJO
Estaba por celebrarse el cumpleaños de su niño, y yo le había dicho, que podía contar conmigo, para los gastos, pero no fue así, no tenía ese dinero, y recuerdo, que un día de tantos, discutíamos por ese tema, ella lloró, porque para eso era buena, y yo me fui así a la Universidad, y en ese momento recibí una tentación, justo a la medida de la necesidad, una señora, alumna, me dijo que le ayudase con el examen, y ella iba saber agradecerme, y me dio, como muestra de su “buena fe”, aclaro, sin yo pedírselo, pero si consintiéndolo, pues los tomé, 200 colones, que eran justo la cantidad por la que discutíamos con mi novia.
Yo llegó por la noche, ella me iba a encontrar a mitad del camino, y así nos íbamos caminando, besando, abrazando todo el camino, y cuando le di el dinero, la magia visitó esa noche nuestras vidas, pues al parecer, la suerte nos sonrió, pues de una forma muy, muy fácil e inofensiva, llegó ese dinero que necesitábamos; con todo y que, al final, después de la fiesta, que si se llevó a cabo, los familiares no estaban satisfechos, pues ni de una forma o de otra, estaban de acuerdo con la relación.
Pero no fue la única vez que la tentación sedujo mi vida, al respecto, pues un amigo, que estudiaba en la Universidad también, resultó ser, un hábil negociador, intermediario entre sus compañeros, y lo que se conseguía era repartido, cincuenta y cincuenta a cada uno, y de esa manera, se financió muchos gastos familiares de esa época, de una forma nada licita, mucho menos justa, que a la larga, trajo mucho dolor, y aceleró el final de la relación.
Reitero, algo inofensivo, sin mala intención, una especie de “travesura”, desembocó en la experiencia más amarga para todos, lo que significó, problemas legales para mi novia, una detención de cuando menos seis días, para ella, en los que mi mundo se veía derrumbado, en ruinas, hasta que logra salir, pero, ya la fecha última de los dos como pareja, en un mismo cuarto, estaba señalada en el calendario.
DESEOS DE MORIR
Era el mes de enero de 1999, y yo no tenía ni fuerzas ni valor, para dormir solo sobre esa cama, por lo que metí un colchón en el cuarto de mi mamá, e intente dormir ahí, porque no me soportaba estar solo de nuevo, fue entonces, que cobró vida aquellas palabras que le dije, a mi novia, a su pregunta, sobre qué haría yo, sin ella, yo le dije, “me mataría sin ti”.
Y así fue, mi sobrino Alex, estaba naciendo, un día sábado, mi cuñado “frank”, estaba contento, yo todavía le dije, que regresara a la casa, pues le iba a invitar a celebrar en la casa los dos, y yo, es cierto, compré cerveza, pero me encerré en mi habitación, escuchando la música que me hacía recordar a mi novia, y me tomé por lo menos doce cervezas, y un poco más de cuarenta pastillas, entre tranquilizantes, antihistamínicos.
Recordaba, las madrugadas que platicábamos, sobre tener hijos, las pruebas, por cierto, costosas, tratamientos médicos, consultas con especialistas, expertos en la materia, y sin ningún resultado positivo; me veía hacia dentro, y estaba solo, estaba vacío, estaba en ruinas, estaba roto todo dentro de mí, nada estaba en pie y completamente triste, sin la más mínima alegría.
Cuando llegó mi mamá, me escuchó, entró a mi habitación, ya tenía buena parte de mi cuerpo dormido, no sentía mis brazos, mi pecho, mi abdomen, y entre lágrimas me convenció de ir al hospital.
Este testimonio continuará en nuestra próxima edición
*José Rigoberto De Orellana Eduardo, es abogado y notario salvadoreño y predica la Palabra de Dios