SALUD
El juego, pieza clave en el desarrollo de la inteligencia del ser humano
A cualquier edad, el juego ayuda a estimular la mente y obtener mayores capacidades de adaptación
El juego forma parte de un espacio transicional que permite a los niños separarse de la mamá y crecer sin sufrir, y al mismo tiempo estimula su mente y ayuda a desarrollar mejores capacidades de adaptación ante nuevas circunstancias.
Investigaciones en comportamiento animal identifican que el juego entre madres y crías es el punto de partida del juego entre mamíferos. Se trata de una actividad que les permite desarrollar habilidades de reproducción y supervivencia.
“El juego es indispensable para el ser humano y lo encontramos en todas las etapas de la vida. Incluso en el vientre materno con movimientos de exploración que casi parecen de juego”, dice Manuel González Oscoy, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM de México.
A mediados de los noventa, Richard Haier, profesor emérito de la Universidad de California en Irvine, enseñó a un grupo de personas a jugar Tetris para que lo hicieran durante 50 días. Las imágenes que se tomaron de sus cerebros mostraron una importante actividad neuronal durante su etapa de entrenamiento, pero una vez que dominaron el juego la actividad disminuyó significativamente. Esto demostró que el cerebro tiene la capacidad de hacerse más eficiente.
Georgina Montemayor, académica de la Facultad de Medicina de la UNAM, explicó que a diferencia de los reptiles, que no forman lazos, no viven en comunidad y tienen una vida afectiva escasa, los mamíferos utilizan el juego para relacionarse e incluso para encontrar pareja.
“Aprendemos no solamente a jugar, aprendemos a reconocer cuáles son las señales de convivencia social que rigen en el grupo en donde nos movemos. Se aprende a solucionar problemas, dentro de la dinámica del juego, dentro de una estructura. Además nos permite entrenarnos para entendernos desde el plan emocional”, explicó.
Hay juego social con los semejantes, juego dinámico, libre, con reglas, de azar, juegos eróticos y hasta videojuegos. Cada edad tiene juegos diferentes y cada tipo de juego ofrece distintos beneficios.
“Jugamos toda la vida, aunque luego lo llamemos de otra manera: ir al gimnasio, unirse a un club de ciclismo, ir a bailar, hacer un pastel. ¡Estamos jugando!”, explicó Montemayor.
El estudio del juego en humanos comenzó a generar mayor interés en la década de 1970, cuando se difundió el perfil psicológico de 26 homicidas que compartieron infancias en ambientes de violencia familiar con inhibición del juego.
La psicoanalista Silvia Baum, directora de la Asociación Mexicana de Psicoterapia de Juego, dijo que es prácticamente imposible inhibir el juego en los niños. “Juegan hasta con una corcholata o con los dedos se inventan una pistola”, dice. Aunque hay padres que condenen o priven la posibilidad de jugar, son los niños quienes deciden dejar de hacerlo. “Son aquellos que están muy lastimados emocionalmente”.
Se ha visto que donde hay maltrato, la energía del niño está enfocada en “cómo ayudo a mi mamá o a mi papá”; eso deja poca energía psíquica para jugar o para aprender, comentó Baum. Como experta en terapia de juego desde hace 26 años, aclara que eso no significa que en su adultez vaya a terminar en la cárcel, explicó Baum.
Hoy en día los padres están muy presionados porque sus hijos desarrollen capacidades y aprendan cosas, y el juego se ha convertido en actividades extracurriculares que los niños dejan de disfrutar. “Una cosa es ir a bailar y otra es estudiar ballet, que es algo que haces con un propósito en específico. Un bailarín profesional no está jugando, está haciendo un trabajo”, dice Montemayor.
Al jugar se libera oxitocina, un neuromodulador vinculado con el establecimiento de lazos afectivos, y endorfinas, un neurotransmisor con efectos analgésicos y sensaciones de bienestar, porque el juego está arraigado en el circuito dopaminérgico del cerebro, una red encefálica que involucra funciones motoras, emocionales e intelectuales, cuyo neurotransmisor básico es la dopamina. Cuando se activa esta zona, también se involucra el núcleo accumbens, vinculado a la recompensa, la risa, el placer, la adicción y el miedo.
En 1997, la Fundación de Investigación Educacional HighScope encontró que un tercio de una muestra de veinteañeros que durante la infancia jugaron bajo las instrucciones de sus maestros habían sido arrestados por diversos delitos, cosa que no ocurrió con los que jugaron de manera libre.
“Hay que combinar el juego libre, que permite expresar la creatividad, con el juego estructurado, que permite identificar las reglas, pero todos debemos de jugar: nos ayuda a entendernos, a liberarnos, a buscar formas de solucionar problemas y sobre todo fortalece el cerebro emocional”, aseguró Montemayor. (Fuente: Delia Angélica Ortiz, Revista QUO).