Portero antes que Papa

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ESPECIALES

  Se suele recordar casi olímpicamente que Juan Pablo II extendió su pontificado en 104 viajes y 1.247.613 kilómetros (3,24 veces la distancia de la Tierra a la Luna). Menos sabido es que Karol Wojtyła se inició como portero antes de convertirse en atleta de Cristo. Presto a colocarse bajo palos y hasta a probar como delantero de cuando en cuando, voluntario para reforzar el equipo judío cuando el habitual partido contra la chavalería católica parecía desequilibrado, ‘Lolek’ llegó a formar parte de un MKS Cracovia en ciernes. Todavía se evoca con emoción en el club -histórico primer campeón de la Liga polaca- la audiencia que el Papa dedicó a plantilla y cuerpo técnico en 2005, en fechas cercanas a su fallecimiento. Hay quien le venera como el ‘Maradona de la Fe’.

Seguir el rastro balompédico del Beato de Wadowice es hoy posible completando las historias en sepia del médico Jerzy Kluger, amigo de juventud, con polaroids del álbum personal de Joaquín Navarro Valls, portavoz del Vaticano y por ende estrecho colaborador del pontífice durante más de dos décadas. “Recuerdo haber hablado muchas veces con Juan Pablo II tanto del deporte en general como del fútbol en particular”, rebobina el médico y periodista español. “Algunas veces seguía por televisión los partidos de la Roma, creo que porque en aquellos años la figura del equipo era un connacional suyo: Boniek. No veía todo el encuentro, o mejor dicho, tenía frente a él la televisión encendida pero simultáneamente leía o estudiaba documentos”, contextualiza el actual presidente del Consejo asesor de la Universidad Campus Bio-Médico de Roma.

Navarro Valls explica sin embargo cómo el esquí, las largas caminatas y el piragüismo por los lagos del Noroeste de Polonia pasaron a ocupar el lugar del esférico y se convirtieron en las principales actividades deportivas del recién ordenado sacerdote. “Ese tipo de actividad le permitía ejercer simultáneamente su labor apostólica con los jóvenes. Durante los meses de verano, con la libertad que dejaban el colegio o la universidad a chicos y chicas, esas excursiones se hacían más largas, con tiendas de campaña y siempre con el kayak. Más adelante, sus ocupaciones como Obispo de Cracovia le impidieron continuar con las excursiones, aunque de Cardenal siguió yendo a las pistas de los Montes Tatra para practicar el esquí, normalmente con su secretario, monseñor Dziwisz y un filósofo discípulo suyo”.

Precisamente Dziwisz, arzobispo de Cracovia, regresó a los titulares en el arranque de la Eurocopa. Aseguró entonces que su difunto mentor había ayudado al portero Przemyslaw Tyton a detener el penalti del partido inaugural entre Polonia y Grecia. Hasta ese momento, frente a Tyton o al expulsado Wojciech Szczesny, el guardameta polaco con mayor protagonismo había sido el mítico Jan Tomaszewski, con declaraciones molotov sobre algunos integrantes del combinado local (“mediocres y extranjeros”, llegó a llamarles).

Sea en forma de asistente providencial o de simple mortal atraído por los valores de la sana competición y las bondades del ejercicio físico, el Papa peregrino dejó para las videotecas imágenes que tardará en protagonizar cualquier otro inquilino de la Santa Sede. Ahí está el documental ‘Juan Pablo II habla al deporte’, de los italianos Mario Farneti y Massimo Lavena, donde puede vérsele practicando distintas disciplinas, cual ‘ironman’. O su insólita presencia -la primera y única de un santo padre en un partido- en el duelo que enfrentó a la ‘azzurra’ y a un ‘all star’ extranjero (Nedved, Verón, Cafú, Shevchenko…) en el Estadio Olímpico de Roma con motivo del Jubileo de los Deportistas del año 2000.

Inciensador de equipos campeones de paso por la Plaza de San Pedro, vicario que no dudó en bendecir el balón con el que se inauguró el Mundial 90, insistió en aludir en sus discursos a la filosofía del deporte, con alguna advertencia explícita sobre el peligro del egoísmo. “En el fútbol, como en el resto de los deportes, debe prevalecer el ser sobre el tener”, cuentan que espetó Su Santidad en un encuentro con directivos de la UEFA y a propósito de las millonarias transacciones propiciadas por el deporte rey.

Quién sabe si pensaba en un trocito de césped cuando Diego Torres le dedicó en 2003 en Cuatro Vientos aquel ‘Color Esperanza’. (Fuente: Jose María Robles, El Mundo)