EL EVANGELIO EN MARCHA
Por: Boris López, Tabernáculo Bíblico Bautista, Manassas, Virginia (borislopez986@yahoo.com)*
Es importante hacer una separación entre dos grandes grupos de personas que existimos en el mundo, los que solamente son criaturas de Dios y los que somos hijos de Dios. Digo esto porque la categoría de hijo de Dios se obtiene basado en Juan 1:12 ; “Mas a todos los que le recibieron a los que creen en Su nombre les dio el derecho de ser hijos de Dios”. Solamente se puede ser hijo de Dios cuando se ha confesado a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestra alma, probablemente esta afirmación cause alguna polémica pero es la realidad bíblica.
Teniendo la categoría de hijo de Dios, ingresamos a un plano diferente, a una dimensión diferente, ya no estamos sujetos al mundo, ya no nos podemos comparar con los demás hombres porque no están en nuestra condición de hijos de Dios. El trato que Dios tendrá con un hombre natural, aquel que no es convertido a Cristo, será muy diferente al que ostenta el grado de Hijo.
El hombre natural no pertenece al escenario de Dios, al menos por el momento, hasta que sea evangelizado, de modo que el cristiano, su hijo, viene a formar parte de las personas que están encerradas en romanos 8:28 “y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto es a los que conforme a su voluntad son llamados”. Como dije al principio, dos grandes grupos: uno, de hijos y uno de criaturas o hombres naturales. Por eso no cabe la comparación entre ambos, es decir un creyente no puede utilizar como medida de calificación por ejemplo, la vida de un vecino que no sea creyente, porque no está en el plano de Dios, probablemente alguien pudiera decir, “pero conozco a alguien que vive en pecado y es próspero”, esa calificación puede aplicarse a un hombre natural, no a un hijo de Dios.
El hecho es que cuando ya somos hijos de Dios, solo nos queda un camino, ser obedientes, en el Capítulo 15 del libro de Juan, Cristo nos dice “yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer: Juan 15:5.
Claramente Cristo nos enseña que nuestra vida debe ser desarrollada en el camino de Dios, en la vida Cristiana, pero esto es a aquellos que hemos nacido de nuevo, aquellos que hemos sido engendrados no por voluntad de carne ni de sangre sino por voluntad de Dios, los que somos nuevas criaturas. Nuestro lugar es habitando al abrigo del Altísimo. De modo que si queremos realmente recibir frutos en nuestra vida cristiana, debemos buscarlos, no nos van a llegar por casualidad, en la vida cristiana, las matemáticas de Dios funcionan así: uno más uno son dos y dos más dos son cuatro, no hay casualidades, ahora en la categoría de hijo debemos de buscar las bendiciones desde la perspectiva de la obediencia a través de desarrollar nuestra vida cristiana ofreciendo a Dios todo nuestro ser en cuanto a nuestros dones de servicio para entonces y solo entonces poder disfrutar de su favor y su gracia.
Muchos han tratado de vivir una vida Cristiana sin esfuerzo, allí no hay fruto, es fácil reconocer a un cristiano de éxito, su vida es una vida comprometida con la piedad, y ella genera su propio contentamiento su propio fruto. Hay quienes quieren vivir la vida cristiana sin entrega, no se puede, o se puede pero viviendo en derrota. Dios no puede ser engañado: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. (Gálatas 6:7).
Así es que como cristianos, hijos de Dios, nacidos de Nuevo, Nuevas Criaturas, sólo nos queda un camino, el camino de agradar a Dios en todo, a la medida que nos acerquemos al ideal de obediencia, la benevolencia de Dios se reflejará a nuestro favor. Si no veamos los malos testimonios, siempre andan en necesidad y aquellos que se esfuerzan, el Señor los lleva de triunfo en triunfo. Seamos pues de aquellos que toman las cosas en serio y se esfuerzan para recibir grandes cosas de Dios.
*El pastor Boris López, es graduado del seminario de la Misión Bautista Internacional de El Salvador.
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