EL EVANGELIO EN MARCHA
MENSAJE PARA DAR ALIENTO
Sin fuerzas y sin saber qué hacer
(2 CRÓNICAS 20:1-24) V. 12
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana de Columbia, Falls Church, Virginia
INTRODUCCIÓN: ¿Se ha sentido alguna vez en esta situación? ¡Sí, seguro que sí! Nadie escapa a esos estados perturbadores. Hay noticias inesperadas que nos dejan atónitos, sorprendidos y con un desajuste emocional. Hay crisis que llegan sin previo aviso y se instalan, robándonos la tranquilidad dejándonos sin fuerzas y sin saber qué hacer. Si alguna vez ha pasado por esto, ¡bienvenido al mundo de las pruebas! Todos nosotros en menor o en mayor grado pasamos tiempos donde ya las fuerzas no nos dan para más. Situaciones personales o familiares que nos dejan sin dirección y sin saber cómo enfrentar lo que nos espera más adelante. Hay enemigos, al estilo de “Moab y Amón”, que surgen de una manera inesperada para hacernos la guerra y ponernos de rodilla delante del Señor. Pero en medio de esos tiempos intransitables siempre vendrá la poderosa mano del Señor para socorrernos, y al igual que en los tiempos del Josafat, se levantará la voz de un Jahaziel, que no es sino la misma voz del Señor, para decirnos: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (v. 15). Josafat fue un rey de Judá y un familiar lejano del rey David. Cuando había paz en su reinado fue atacado por tres grandes enemigos de Israel: moabitas, amonitas y edomitas. Aunque estos grupos eran parientes de Israel por los patriarcas Lot y Esaú, fueron siempre hostiles a ellos cuando iban camino a Canaán. ¿Y qué hizo Josafat cuando fue atacado por estas hordas invasoras? Bueno, lo que debe hacer todo creyente: acudir a Dios en busca de ayuda. Este ataque que recibió repentinamente Israel es un símbolo de todos los ataques a los que estamos sometidos muchas veces. Son esos trágicos golpes que enfrentamos como la muerte de un familiar o un amigo, un divorcio, un embarazo fuera del matrimonio, perder una carrera, un trabajo, tener algún accidente o una repentina enfermedad que complica nuestra diario vivir. Tales ataques vienen cuando todo parece que anda bien. El creyente debe estar persuadido que será atacado en cualquier momento por dificultades que tienen la misión de probar su temple cristiano. Esta historia nos muestra esto. Veámoslo.
I. CUANDO ESTAMOS SIN FUERZAS Y SIN SABER QUÉ HACER DESCUBRIMOS LO FRAGIL QUE ES NUESTRA VIDA (1-2)
Josafat había dado evidencias de ser un buen rey (2 Cr. 19:3). Llegó a ser uno de los gobernadores más ordenados desde Salomón, poniendo jueces en su gobierno. Había logrado una aparente paz en medio de las continuas guerras que librara Judá. Pero ahora ha escuchado de un ejército muy numeroso que viene a invadir a Judá. La información que ha recibido es que contra él “viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria…”. Si bien es cierto que Josafat poseía un gran ejército que supera el millón de soldados (2 Cron. 19), la multitud que viene es mayor. Fue allí donde la parte humana se sintió seriamente amenazada. Sintió temor (v.3). El versículo 12 de este pasaje confirma la fragilidad a la que fue sometida el rey. Amados hermanos, todos nosotros sabemos que hay problemas que nos vienen en diferentes paquetes y medidas. Algunos llegan tarde o temprano, pero siempre llegan. A veces nos creemos muy fuertes, pero el conflicto repentino pone al descubierto que lo que somos es polvo (Sal. 103:14). Y no es que cada vez que nos viene una prueba es porque andamos mal delante del Señor. Josafat no había cometido nada que ameritara la ira de Dios a través de sus enemigos; al contrario, él ya había buscado al Señor y había sido perdonado y restaurado. Las tribulaciones que nos vienen son mensajeros que tienen la función de descubrir que no somos tan fuertes como pensamos. El salmista lo expresó con mucha claridad en su salmo 39:4.
II. CUANDO ESTAMOS SIN FUERZAS Y SIN SABER QUÉ HACER SIGNFICA QUE HA LLEGADO EL TIEMPO DE HUMILLARNOS DELANTE DE DIOS (v. 3)
Lo primero que vemos en este texto es que Josafat tuvo temor v. 3. La amenaza de una destrucción masiva a Israel hizo que a este rey se le “moviera el piso”. Por todos es sabido que hay circunstancias que tienen el propósito de producir temores que nos roban el sueño y en algunos casos alejan la paz de la vida. Tome por ejemplo la decisión de casarse. Cuántas preguntas usted tiene que hacerse antes de elegir a la mujer o al hombre para su vida. Lo mismo sucede en el área de los estudios, de los trabajos y de los negocios. Por supuesto que hay los temores que vienen sobre alguna enfermedad, un divorcio, lo que puede pasar con nuestros hijos… Y son esos temores los que tienen que llevarnos a dar una respuesta espiritual. Josafat tuvo temor, pero inmediatamente humilló su rostro para buscar a Jehová. Cuando las fuerzas nos fallan y llegan las horas cuando no sabemos qué hacer, ese es el tiempo del quebrantamiento. En la vida espiritual necesitamos esos tiempos. La fuerza de la costumbre nos hace vivir como si fuéramos autosuficientes para resolver todo sin la necesidad de Dios. La dependencia en lo que soy y en lo que tengo me hace perder la perspectiva de buscar dentro de mi mismo la necesidad de un cambio. Si mis fuerzas me han fallado y estoy sin saber qué hacer es hora de hacer lo que hizo Josafat, quien “humilló su rostro para buscar consultar a Jehová”. He allí el camino para nuevas fuerzas y saber qué hacer ante la adversidad. Esta actitud nos prepara para la victoria.
III. CUANDO ESTAMOS SIN FUERZAS Y SIN SABER QUÉ HACER NADA SERA MEJOR QUE ACUDIR AL SEÑOR (v. 4-12)
Josafat fue un hombre que dio evidencias de tener un corazón para Dios. En una época de su vida cuando tuvo la mala junta con Acab y también con Ocozías, reyes de Israel, vivió bajo el consejo de los malos, pero estando en la misma batalla donde Acab perdió la vida, le pidió al Señor que lo librara de aquel momento (2 Cron. 18:31). Ahora no podía ser diferente frente a la multitud que se acerca. Es verdad que no tiene fuerzas para enfrentarlos, y no haya qué hacer, pero él ya fue testigo de cómo su Dios le libró de la angustia de su alma cuando iba a morir. En la forma cómo este rey acudió al Señor encontramos una serie de principios claves para acercarnos al Señor pidiendo su oportuno socorro. Frente a un conflicto que nos amenaza nada es más poderoso que la convocación pública a la oración (v. 4). Por otro lado, aunque nosotros no tenemos fuerzas, el Dios en el que confiamos ha sido y es todopoderoso (v. 6, 7). En la medida que acudimos al Señor le recordamos sus promesas (v.9-11). Y cuando acudimos a él de esta forma debemos tener paciencia hasta saber su respuesta (v. 13). Vivimos en un mundo donde la rapidez es un valor necesario y donde impera la impaciencia. Queremos lo que queremos en el momento que lo queremos. Le pedimos al Señor que nos de paciencia, pero que sea ahora mismo. Si usted acude al Señor, sea paciente en esperar. No anticipe los acontecimientos.
IV. CUANDO ESTAMOS SIN FUERZAS Y SIN SABER QUÉ HACER DEBEMOS ESTAR SEGUROS EN LA RESPUESTA QUE VENDRÁ DEL SEÑOR (v. 14-17)
El pueblo del Señor que se mantuvo de pie esperando su respuesta conoció que Dios ya sabía de la amenaza enemiga, pero también de la segura intervención que él haría en aquel momento. Esta vez la respuesta vino a través de un vocero escogido, quien hablando inspirado por el Espíritu de Dios, nos ha dejado uno de los textos más hermosos que producen un enorme alivio para los que pasamos aquellas incertidumbres, producto de alguna adversidad: “…y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (v. 15). El ejército enemigo no se estaba metiendo con Judá sino con el mismo Dios. Hermanos esto produce un gran aliento, porque si la guerra no es nuestra, “sino de Dios”, debemos tener la certeza que hay una victoria que viene en camino. Cuando acudimos al Señor para ser socorridos en nuestras pruebas y tribulaciones nos encontramos que el Señor, quien es “Jehová de los ejércitos”, ya ha dispuesto su batalla para encarar al enemigo. Mire la contundencia del versículo 17. Lo primero que vemos es que esta es una batalla que no la peleamos nosotros. En no pocas ocasiones cuando acudimos al Señor, le pedimos a él su ayuda, pero no dejamos que él pelee por nosotros. La última cosa que hacemos es: “Paraos, estad quietos y ved la salvación de Jehová con nosotros”. La demanda de este texto es que confiemos en la respuesta de Dios si ya le hemos pedido. El desarrollo de la fe es lo más importante mientras esperamos la respuesta divina.
V. CUANDO ESTAMOS SIN FUERZAS Y SIN SABER QUÉ HACER LO MEJOR ES CAER DE RODILLAS Y ADORAR A DIOS (v. 18-19)
Este es uno de los grandes pasajes de la Biblia que nos revela el poder de la alabanza. La seguridad que Dios pelea por nosotros tiene que conducirnos a reconocerlo en una genuina adoración por ser el Dios auténtico. El ejemplo en la adoración a Dios lo debe dar el líder, después toda la congregación. Y para que esa adoración tenga el orden adecuado, nada mejor que los levitas para que entren en su ejecución, pues ellos lo hacen “con fuerte y alta voz”. Note que este pasaje la adoración no se hace después de la victoria. Vamos a notar más bien que es la adoración a Dios la que sirve como el “soldado” que enfrenta al enemigo. ¿Había visto usted que antes de enfrentar una batalla se organice un gran coro de alabanza? Por otro lado, aquí hay algo que debe ser dicho. Cuántos de nosotros adoraríamos al Señor al momento de darse una situación desesperada. La verdad es que la alabanza al Señor no siempre está presente cuando enfrentamos alguna prueba. Sin embargo, hombres como Pablo y Job lo hicieron. Cuando Job pasó por una multitud de pruebas, dijo: “Jehová dio, Jehová quito; sea su nombre bendito” (Job 1:20, 21). Y Pablo y Silas, quienes estaban presos cantaban a medio noche himnos al Señor (Hch. 16:25). Y así como sucedió en los tiempos de Josafat también sucedió con Pablo, pues de esas alabanzas vino la victoria y la liberación. ¿Sabía usted cuanto poder hay en la alabanza? ¿Por qué no la hacemos? La alabanza toca el corazón de Dios y derrama su poder sobre nuestros enemigos. Cuando adoramos a Dios en el conflicto notamos sus resultados (22-24).
CONCLUSIÓN: Después de ver el final de esta historia ¿cómo se siente todavía? ¿Sin fuerzas y sin saber qué hacer? ¿Se dio cuenta quién es el que pelea nuestras batallas? Puede levantarse el ejército más grande, cuyo fin es debilitar su alma, pero nadie ha podido ni en el pasado ni ahora enfrentar al Dios de Israel. Las palabras de ayer son las mismas de hoy: ““No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (v. 15). Lo que pasó en aquel tiempo tuvo que haber quedado grabado en la memoria de Josafat y en la del pueblo de Dios. Aquella adversidad que olía a tragedia nacional se convirtió en un triunfo total sin bajas que lamentar. Los judíos regresaron con más de lo que habían dejado en casa. Y esto confirma que Dios no solo nos da la victoria sobre nuestros enemigos, sino que nos da también sus pertenencias. De esta manera, Dios toma las circunstancias más traumáticas y trágicas y las transforma en un auténtico triunfo. Si su experiencia es la de sentirse sin fuerzas y sin saber qué hacer, considere lo que dijo el profeta de antaño: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is. 40:29-31). Usted nació para levantarse sobre las “multitudes” que invaden su vida. Por lo tanto: “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (v. 20). Esta es la clave cuanto estamos sin fuerzas y sin saber qué hacer. Levántese para la conquista.
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