EL EVANGELIO EN MARCHA
PERLAS DEL ALMA
El pueblo con una misión
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
El fin del mundo llegará cuando las buenas noticias del reino de Dios sean anunciadas en toda la tierra, y todo el mundo las haya escuchado. Mateo 24:14 (TLA)
Cuando JESÚS dio su Gran Comisión en un monte desconocido de Galilea, declaró la misión de su Pueblo en términos que no dejan ninguna duda respecto a nuestra única razón de ser y hacer en este mundo, mientras Él retorna: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19,20 NVI).
Uno esperaría, que para un desafío tan grande como el de la Gran Comisión, los hombres y mujeres que lo llevarían a cabo, tendrían que ser extraordinarios, sin embargo, los hombres que fueron los apóstoles de JESÚS y que anduvieron con Él, eran hombres ordinarios y del vulgo. Hombres sin instrucción académica, sin títulos; eran laicos sin ningún brillo, sin fortuna, desconocidos y sin armas, pero, a dos mil años de aquel momento, todos estamos de acuerdo: ¡Estos hombres transformaron el mundo! En efecto, ellos fueron mucho más allá de las fronteras de Judea y Galilea con las buenas noticias del amor de Dios.
Aquellos humildes pescadores, en su mayoría, pusieron sus pies sobre la Grecia y la Roma de ese entonces; Grecia era la cuna de la filosofía y la sabiduría, Roma se destacaba por el poder de su imperio y su maquinaria militar e igualmente por el derecho romano. No fue fácil enfrentarse a un mundo adverso al mensaje de la “locura de la cruz”; los apóstoles soportaron el ultraje, la burla, los suplicios y las más crueles torturas. El cruel emperador Nerón, iluminaba los jardines de su palacio, con los cristianos, untándoles los cuerpos con resina, o los arrojaba a las fieras en el anfiteatro para divertir a sus adulantes y a las multitudes. Me viene a la mente lo que nos decía nuestro amado profesor, el Dr. Roy Lyon en sus clases, respecto a la gloria que la posteridad le ha dado a esos humildes discípulos de JESÚS: “Hoy en día, cuando a usted le nace un niño, usted lo nombra Pablo, o Pedro, pero cuando le nace un perro, usted lo nombra, Nerón”.
Podemos decir, que esos primeros cristianos cumplieron la misión de Dios, la cual es llegar con su salvación a cada ser humano. Hicieron triunfar la gracia y la misericordia de Dios sobre la violencia y la crueldad, sin otra arma que la cruz de JESÚS, el amor y el perdón; rompieron las espadas y traspasaron las corazas para llegar al corazón del mismo imperio.
Los historiadores nos dicen que la sangre de los mártires fue el fermento para que surgiera la Iglesia. Excepto Juan, el evangelista, todos los apóstoles sellaron su carrera con la muerte por la causa cristiana. Algo que nos debe alentar a nosotros que enfrentamos un tiempo peligroso para la misión, es que cuando se muere por una causa, como lo hicieron aquellos hombres, discípulos de JESÚS es porque debe ser una gran causa. ¡Aquellos no profesaban una religión sino una relación eterna entre Dios y el ser humano; ellos eran testigos de la vida, pasión, muerte y resurrección de JESÚS, y además, enseñaban lo más grande de todo: ¡JESÚS vivía en ellos!
¿Cuál es el precio de cumplir con nuestra misión histórica de cara a nuestro destino eterno? Hace unos 20 años, recibí una llamada de un partido político, ellos me estaban ofreciendo una curul en el Congreso de mi país. Tenían buenos argumentos de por qué un evangélico debía ir al palacio legislativo, pero fui contundente con mi respuesta: Soy un embajador del reino de Dios, y sólo tengo una misión, llevar el mensaje de mi amado SEÑOR, y representarlo adonde Él me envíe: “Porque del tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16). Con el Apóstol puedo afirmar: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16 RV60). ¡La cruz de Cristo ha sido mi mensaje y mi prioridad y lo será, hasta que Él en su gracia me lleve de esta tierra! Porque por la gracia de Dios, pertenezco al pueblo con una misión.
Perla de hoy: La Misión no significa traer a todo el mundo a JESÚS sino llevar a JESÚS a todo el mundo.
Interacción: ¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra? Y en respuesta a ello…¿Qué le dices tú a Él?