¡Por qué te abates, oh alma mía!

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EL EVANGELIO EN MARCHA

MENSAJE PARA DAR ALIENTO

 

¡Por qué te abates, oh alma mía!

(SALMO 42) V. 5, 11

Por: Rev. Julio Ruiz, pastor Iglesia Bautista Hispana ColumbiaFalls  Church

 

INTRODUCCIÓN: La pregunta que le hace el salmista a su alma (v. 5. 9) nos indica que nadie es inmune a esos momentos que sacuden las fibras internas. Los hombres que más cerca caminaron con Dios no escaparon a esta pregunta. Moisés, considerado entre los hombres más mansos que haya tenido la tierra, le pidió a Dios que le quitara la vida (Nm. 11:12-15). La carga de dirigir una congregación tan grande y tan llena de quejas y murmuraciones le agobió de tal manera que quiso “tirar la toalla”. Elías, el gigante que mató a los cuatrocientos profetas de baal en el Monte de Carmelo, no escapó a esa pregunta. Después de un día de camino, y tirado debajo de un enebro, quiso también morir. La perversa Jezabel había angustiado tanto su alma que le pidió a Dios que se lo llevara antes de ser raptado (1 Re. 19:4). Y si ellos no escaparon a esos momentos, tenga la seguridad que usted tampoco escapará. La pérdida de un trabajo, un accidente, un eventual divorcio, la muerte de un ser querido, o incluso cuando alguien dice algo negativo de nosotros, nos lleva a la pregunta de hoy. Los expertos dicen que algunas de estas cosas pudieran conducir hasta la depresión. Y, ¿qué es la depresión? La depresión es un sentimiento de desesperación horrible, de pasividad y de apatía. Por otro lado es un continuo estado de tristeza, una actitud que nos dice que nada está bien o que nada vale la pena. Es como un sentimiento que a nadie le importo, que nadie me entiende, o nadie me acepta. En este salmo vemos a un hombre “tocando fondo”. Si es David que lo escribe, tenía una crisis personal producto de sus propios desvaríos. Tenía una crisis familiar donde el blanco había sido sus hijos. Y tenía una crisis en su gobierno producto de todo lo anterior. El salmista sintió que su alma estaba abatida y turbada. Así que su experiencia nos lleva a preguntarnos, ¿por qué se deprime un cristiano? Si él tiene al Espíritu Santo en su vida, ¿por qué esta pregunta? ¿Qué nos muestra?

 

I.EN ESTA PREGUNTA SE NOS REVELAN TRES PODEROSAS  RAZONES  DEL ABATIMIENTO DEL ALMA

 

1.La ausencia del agua viva (v.1). Nada es más desesperante que la sensación que produce la sed. Los expertos han dicho que lo máximo que una persona puede durar sin tomar agua son tres días, y aunque ha habido sus excepciones, esa desesperación produce la muerte. Se ha dicho que este ciervo se comía una víbora venenosa que le producía una gran calentura que lo llevaba desesperado en busca de esas “corrientes de aguas”. Así que el salmista toma la figura del ciervo que busca “las corrientes de las aguas”, las que más satisfacen la sed, para comparar su ansia por la comunión con Dios. De esta manera el salmista, por ser un hombre de una profunda comunión con su Dios, parece haber llegado a un momento de tal desesperación que siente que su alma se abate y se turba dentro de él por no encontrar el agua viva de la comunión son su Padre celestial.

 

2. Sentirse lejos del Señor (v. 2). Si David escribió este salmo, ya sabemos la manera cómo el convocaba a la adoración en el santuario, diciéndonos: Venid, aclamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación… Venid, adoremos y postrémonos;  arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Sal. 95:1, 6). Pero ahora él no está en el centro de esa adoración, está lejos. Alguna gran pena de su alma le hizo estar alejado, no solo de la comunión, pero sobre todo de la adoración. Y es tal su desesperación que mientras va hablando del dolor que le queja tanto, exclama como lo hiciera el Señor camino a la  cruz: “Dios mío, mi alma está abatida en mí”. Amados, un dolor físico no puede ser comparado con el abatimiento del alma. Así que el camino para levantarse tiene que ver con la pregunta: “¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”. Esta pregunta revela una lucha personal, pero también un firme deseo de no durar más tiempo en ese estado de alma.

 

3. Las nostalgias que atormentan (v. 4). El hombre que escribe este salmo no solo llora “día y noche” sino que al recordar lo que él era, y donde está ahora, una profunda nostalgia ahonda más el abatimiento de su alma. Y es que hay una “remoción interna” cuando evocas al pasado y lo comparas con la situación que ahora puedes estar pasando. Sin embargo lo que te hizo feliz en un momento de tu vida no puede constituirse en parámetro para vivir la vida del presente. Vivir de los recuerdos es cargar con el pasado acuesta. Es verdad que algunas experiencias de lo que hicimos en otros años pudo ser mejor que las del presente, pero la vida no se detiene.

 

II. EN ESTA PREGUNTA DESCUBRIMOS LOS TRES INTENSOS SUFRIMIENTOS DE UN ALMA ABATIDA

 

1. Alimento de lágrimas (v. 3). Este versículo pareciera contradecir una popular canción que dice: “Ni una lágrima más”. Por lo general las lágrimas se asocian con la pena, pero lo cierto es que cualquier emoción puede provocar lágrimas. Así tenemos que hay lágrimas de tristeza, de cólera, de rabia, de despecho, y también hay lágrimas de alegría, de admiración. Así que aquí tenemos a un hombre llorando intensamente. En su propia autobiografía nos dice que pasaba “día y noche” en este estado. Su ser fue estremecido por abundantes lágrimas cuyo origen tuvo que ver con una fuerte depresión del espíritu. ¿Se ha alimentado alguna vez solo con sus lágrimas? ¿Han sido ellas su pan de día y de noche?  Hay situaciones tan particulares que su lloro sustituye el alimento. Un abatimiento del alma tan grande que parecieran no tener consuelo. Sin embargo, la promesa para aquel que llora en su soledad es que el Señor convertirá su lágrimas en gozo (Is. 61:3), y muy pronto ya no habrá más lágrimas (Apc. 21:4). Y mientras esto suceda el alma abatida podrá decirle al Señor: “Pon mis lágrimas en tu redoma” (Sal. 56:8). Las lágrimas son reales. El abatimiento del alma tiene en los conductos lagrimales su vía de escape.

 

2. “¿Dónde está tu Dios?” (v.3b).  Esta pregunta que hacían sus adversarios tenía que acentuar más el abatimiento de su alma. El salmista vivía oprimido por la gente que se burlaba de él y lo ridiculizaba al preguntarle qué había pasado con el Dios de su paz y de su confianza. En una crisis del alma es donde se pone a prueba el temple del cristiano. Y si alguien no es capaz de soportarla, sino que la exterioriza con los que no saben de las bondades divinas, entonces el reproche a su fe aumentará su dolor. Cuando un creyente está deprimido lo último que quisiera es que alguien se burle de él preguntándole dónde está el Dios del cual habla y a quien adora. Algunos como si fueran enviados del mismo Satanás vienen, después de una gran pérdida, y te dicen: “A ver ahora que perdiste el trabajo, ¿dónde está tu Dios? Ahora que tu hijo ha muerto, ¿dónde está tu Dios? Ahora que has quedado solo, ¿dónde está tu Dios?”. Y así, mientras la persona lo que más necesita es de consuelo, su abatimiento se acentúa. Ah, pero el creyente sí sabe dónde está su Dios, la fuente final de su consuelo. Él sabe que su Dios no se la perdido.

 

3. “Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí” (v. 7). Aunque el salmista no vivió la misma experiencia de Jonás (2:3), su condición emocional y espiritual es como si anduviera en un descenso vertiginoso, que al ser echado en el “mar del abatimiento”, siente que todo lo malo de ese momento pareciera arrastrarle y llevarle de un sitio para otro. ¿Qué estaba pasando con el salmista? Él era la  causa de sus propios males. Cuando le preguntamos a nuestra alma por qué te abates o te turbas dentro de mí, debemos hurgar en lo más profundo para descubrir que muchos de nuestros males tienen que ver con nuestra condición; que hay algo en nosotros que está impidiendo que Dios nos bendiga. Si las “ondas y las olas” están pasando sobre nuestra vida, ¿por qué no buscar en el interior lo que está haciendo mal que retiene la bendición del Señor? Él no ha cortado su brazo para bendecirnos, pero bien pudiera ser que nuestras iniquidades hayan hecho separación entre los dos (Is. 59:1, 2). Algunos sufrimientos del alma los provocamos nosotros mismos. El desánimo, los resentimientos y la amargura afligen también el alma.

 

III. EN ESTA PREGUNTA ENCONTRAMOS LAS TRES SALIDAS PARA EL ABATIMIENTO DEL ALMA

1. Esperar en Dios v. 5, 11.  El hombre que escribe este salmo está profundamente abatido, pero sabe que todavía no se ha terminado todo. Es por eso que en medio de sus intrigantes preguntas, tales como: ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?” v. 9; o la misma pregunta de nuestro tema, él dice: “Espera en Dios porque aún he de alabarte”. Hermanos aquí yacen todas las respuestas a nuestras desesperanzadas preguntas de por qué se abate nuestra alma. Alguien ha dicho que el camino para olvidar nuestras miserias es recordar al Dios de nuestras misericordias. Cuando decidimos esperar en Dios tomamos el camino correcto. Cualquier otro atajo que se haga antes es invitar una derrota en la vida.

2. Confiar en sus misericordias (v. 8). Cuando el desánimo se ha apoderado de nosotros, nada será mejor que afirmar el gran amor que Dios nos tiene v. 8: “De día mandará el Señor su misericordia…”. Note lo extraordinario de esta oración. La Biblia relaciona las misericordias de Dios con las mañanas. Ya el profeta de antaño había dicho: “Porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana…” (Lm. 3:23). ¿Por qué esta aseveración? Porque se trata de una provisión oportuna, tempranera, antes que comencemos el día. Bien pudiera usted estar pasando por un estado de desánimo, e incluso de depresión de acuerdo al tono de este salmo, pero nunca faltarán las misericordias.

3. Una canción llena de oración (v. 8).  La otra parte de este texto dice: Y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida.”. ¿Siente usted que su alma está abatida y turbada? ¿Siente que las ondas y las olas le rodean? Entonces, levántese en alabanzas a su Dios. Ninguna medicina cura más rápido el desaliento y la depresión en un cristiano que el sacrificio de la alabanza que podemos traerle al caer la noche. ¿Por qué el salmista habla de una alabanza por la noche? Porque si hay alguna hora cuando el desánimo, la soledad y la melancolía trabaja más, es por la noche. Cuando nuestra alma está abatida y turbada, nada le hace más bien que cantarle al Señor. Pablo y Silas estaban presos por causa del Señor. Aunque si bien es cierto que sus almas pudieron estar atribuladas por la opresión del enemigo, ellos “cantaban himnos a la media noche” (Hch. 16:25).

CONCLUSIÓN: Apreciado hermano, ¿por qué te abates? ¿Por qué estas turbado? ¿Por qué andas como enlutado todo el día? ¿No te ha dicho el Señor que te esfuerces y seas valiente? ¿Dónde ha quedado su promesa que pelearía las batallas por ti? ¿Dónde está el Dios todopoderoso que cambió tu vida? ¿Acaso no te ha dicho que tú eres para él como la “niña de sus ojos”? ¿No te ha declarado su amor eterno? ¿Acaso no te ha dicho que el no es hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirse? ¿Por qué te abates? ¿Por qué te turbas? ¿En qué o en quién has puesto tu confianza? ¿Confías más en los problemas que en Dios? ¿Por qué temes? Observa que el salmista después de predicarle a su alma dice: “Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”. Dios y solo Dios es quien transforma el abatimiento de tu alma. En otra ocasión el salmista dijo: “Saca mi alma de la cárcel para que alabe tu nombre”.

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