ESTADOS UNIDOS
Estados Unidos no sobrevivirá en su papel actual, como gran motor económico y faro de los valores democráticos, a menos que alcance un nuevo pacto nacional para contener las desigualdades y las injusticias sociales que se han ido acumulando, particularmente en los últimos años, advirtió el jueves, el presidente Barack Obama en un discurso de tono populista en el que trató de perfilar su visión sobre el futuro de la nación. “Nuestro éxito no ha radicado en la supervivencia de los más fuertes, sino en la construcción de una sociedad en la que todos salimos ganando”, dijo.
“Si queremos seriamente reconstruir nuestra clase media, no podemos volver a esa economía de que cada cual se arregle como pueda. Eso no crea una economía fuerte. Eso solo resulta en una economía que no invierte en el futuro de la gente. Eso no crea prosperidad. Eso creo beneficios para unos pocos de nuestros ciudadanos”, manifestó el presidente, quien mencionó las cifras de que un 0,1% de la población tiene unos ingresos medios anuales de 27 millones de dólares y que el ejecutivo promedio, que hace una década ganaba 30 veces más que sus trabajadores, hoy recibe 110 veces más.
“Esa clase de desigualdad nos perjudica porque la clase media ya no es capaz de comprar los bienes que producimos. Esa desigualdad distorsiona nuestra democracia porque le da una representación desproporcionada a unos pocos. Y, más importante aún, esa clase de desigualdad viola la promesa que radica en el corazón de América: que este es el país en el que, si lo intentas, puedes triunfar”.
Si queremos seriamente reconstruir nuestra clase media, no podemos volver a esa economía de que cada cual se arregle como pueda.
Esa economía y esa desigualdad, sostuvo Obama, reducirán a la larga la confianza que los norteamericanos tienen en su país, eliminarán la solidaridad imprescindible entre los ciudadanos y, en última instancia, acabarán por impedir a Estados Unidos competir adecuadamente en la compleja disputa por el liderazgo con países como China, India y otras potencias emergentes.
Para pronunciar este discurso Obama se fue hasta la recóndito ciudad de Osawatomie, en Kansas. No fue una elección a ciegas. Kansas es el lugar de origen de la familia de su madre blanca. “Yo recibí mi nombre de mi padre, pero mi acento y mis valores, de mi madre”, recordó. Pero ese lugar fue elegido, sobre todo, porque en esa misma localidad pronunció en 1910 el presidente Teddy Roosevelt un discurso, conocido como el del Nuevo Nacionalismo, en el que hizo una memorable defensa de la justicia distributiva.
Puesto que este país, no sólo no está peleado con su historia, sino que acude a ella periódicamente como fuente de inspiración, Obama ha querido recordar la vigencia de aquellas palabras de Roosevelt, un republicano, sobre la necesidad de un capitalismo sometido a la supervisión del Gobierno y obligado a satisfacer las necesidades de las mayorías.
Ese es el modelo que Obama ofrece también ahora a este país en un momento en el que una grave crisis económica, provocada por el caos de la industria financiera, y la proliferación de movimientos populares como los del Tea Party y Ocupa Wall Street han puesto en el primer plano la frustración de los ciudadanos por los desequilibrios que en época de bonanza se toleraban de mejor grado.
“Estados Unidos es más grande cuando todo el mundo juega de acuerdo a las mismas reglas, cuando todo el mundo tiene una oportunidad y cuando todo el mundo recibe una parte”, aseguró el presidente.
Para conseguirlo, añadió, es necesario darle un papel al Estado. “Las empresas, no el Gobierno, serán siempre los generadores de buenos empleos. Pero, como nación, tenemos que estar juntos, a través de nuestro Gobierno, para crear las condiciones en las que tanto trabajadores como empresarios puedan tener éxito”.
Obama ha sido calificado en el pasado de comunista por defender posiciones similares. Se le acusado de promover la lucha de clases y de destruir la libertad económica. Se defendió diciendo que los auténticos valores americanos son los de preocuparse por el destino colectivo –“todos nos jugamos algo en el triunfo del otro”- y que el verdadero patriotismo es el de conseguir, mediante una mejor educación, que las empresas norteamericanas vuelvan a contratar a trabajadores norteamericanos.
Más inversión pública en la formación de los ciudadanos del futuro, una política fiscal más justa, un mayor control de la actividad de los bancos para asegurarse de que trabajan a favor del bien común. Esas son las propuestas presentadas y las que, seguramente, dominarán la campaña de reelección de Obama. Es justo preguntarse por qué no se ha avanzado en esa dirección en estos tres años de su Administración. La respuesta de la Casa Blanca sería: el obstruccionismo de la oposición. (Fuente: Antonio Caño, EL PAIS)