Tobillos rotos

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EL EVANGELIO EN MARCHA

 Cuenta esta historia en el II Libro de Samuel cap. 4 que Jonatán, hijo del rey Saúl tenía un hijito en ese entonces, de unos cinco años de edad. Cuando llegó al palacio la noticia de que tanto su abuelo, como su padre, es decir Saúl y Jonatán, habían caído en batalla en ese mismo día, la nodriza se apresuró a tomar al niño y huir.

No era para nada descabellada la actitud dela nodriza. Cada vez que caía un rey o un alto jerarca en batalla, comenzaba una verdadera “caza de brujas”; una terrible matanza en busca de parientes y personas en condiciones de heredar o reclamar bienes, trono o cualquier clase de poder susceptible de ser transmitido vía parental. Por lo tanto, la nodriza de Mefi-Boset, tal el nombre del niño, sabía que tenía que huir lo más lejos posible y hacerlo desaparecer si quería tener éxito en protegerlo de una segura y terrible muerte.

Así las cosas, en la apresurada huída, tropezó y se le cayó el niñito. Tan violento fue el golpe que ambos pies del nene resultaron quebrados. Trágica jornada. Había perdido en un solo día a su padre y a su abuelo; y como si esto no hubiese sido suficiente, ambos pies rotos.

Años de indecible sufrimiento, dolor y destierro en el más velado anonimato vinieron para Mefi-Boset, en una región denominada Lodebar, que significa “sin pasturas” o “sitio árido”. Pero más allá de esto, que no es un detalle menor, por cierto; estamos hablando de un hijo de reyes, de un príncipe, viviendo en la oscuridad, en el dolor y en la pobreza.

Aunque no lo parezca, a treinta siglos de haber ocurrido, esta es una historia vigente en nuestros días. Hoy existen personas con sus tobillos quebrados. Pero no los de sus pies. LOS DE SU ALMA. Personas que a partir de un hecho terrible y desafortunado en sus vidas, tal vez la pérdida de un ser amado, el bebé que no llegó, un accidente, un hecho violento, la pérdida del trabajo, la salud quebrantada o un revés financiero o comercial… No lo sé, pueden ser tantos y provenir de tan diversos lados como la fragilidad humana lo permita, pero suficientes como para quebrantarnos los pies del alma, sumirnos en el dolor, irnos a nuestro propio Lodebar y ya no querer caminar más por esta vida. En pocas palabras: encerrarnos en nuestra propia tumba y dejarnos morir en vida.

Continúa la historia unos capítulos más adelante (II Samuel cap. 9) que años más tarde cuando Mefi-Boset era ya un hombre joven, el rey David se enteró de su existencia y lo mandó traer a su palacio.

No sabemos si Mefi-Boset ofreció alguna clase de resistencia, pero sí sabemos a través del relato bíblico, que tuvo temor. Pero el rey no quería su cabeza. El rey lo quería de una sola pieza y sentado a su mesa en su palacio, como corresponde a un príncipe, es decir a un hijo de Rey.

Hoy, el Rey de Reyes está llamando a la puerta de tu corazón para sacarte de tu Lodebar. Hoy el poder de Dios está corriendo la piedra de la tumba en la que te encerraste para sacarte de ella. Podrás tener temor de dar ese paso, tal vez duela. Tal vez la luz del exterior encandile tus ojos por haber estado mucho tiempo en la oscuridad. Tal vez necesites de alguien más que te ayude a sostenerte para poder dar esos primeros y fundamentales pasos hacia la sanidad de tu alma.

  Pero  si tu decisión es un “SÍ” ya Nuestro Rey de reyes ha dispuesto ángeles para acudir en tu ayuda.

 Lo que menos desea el malvado, eso es lo que más le sucede, en cambio al que es honrado se le cumplen sus deseos. (Proverbios 10:24 Traducción en Lenguaje Actual).

 Antes,  en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.  (Romanos 8:37 RV60) (Fuente: Luis Caccia Guerra)