EL EVANGELIO EN MARCHA
Por: Boris López, Tabernáculo Bíblico Bautista, Manassas, Virginia (borislopez986@yahoo.com)*
Era el año 1989, ya había estado atrapado en varios enfrentamientos por la guerra civil que vivía mi país El Salvador, algunas veces en la calle y otras veces en mi propia casa. El procedimiento era el mismo, buscar un lugar que pudiera protegernos de las balas, tirarnos al suelo y esperar a que todo se calmara. A pesar de esas experiencias no había tenido una verdadera experiencia con la muerte.
Fue para ese año que con unos amigos nos fuimos de día de campo, de “camping” como dicen aquí. Viajamos unos cuarenta y cinco minutos en camioneta y luego una hora caminando. Llegamos hasta la casa principal donde vivían estos amigos y por otra hora emprendimos un descenso de las montañas hasta llegar al lago de Ilopango que nos ofrecía un verdadero paraíso natural.
Allí estaba yo, tomando mis lecciones de natación, nadando sobre la orilla. Uno de mis amigos Manuel Cardona, me dijo que para comprobar que ya era un buen nadador, debía de nadar hacia adentro del lago. Cortó una planta de plátanos y la tiró al agua y como él era un experto nadador, la ingresó unos ciento cincuenta metros. Bueno, no lo dudé, estaba convencido que podía llegar, y si algo pasaba estaba allí mi improvisado salvavidas.
Me eché al agua y comencé a nadar, lo que no sabía era que los lagos tienen ríos internos y a medida yo “braseaba” el objetivo cada vez era inalcanzable, seguí nadando pero llegué a la conclusión que no podría llegar porque la corriente del lago me lo impedía, tomé una determinación y pensé mejor en regresar.
Cuando lo intenté, mi objetivo era la costa del lago, pero cuando alcancé a divisar a mis amigos, me di cuenta que estaban demasiado lejos para regresar, en ese momento fui presa del pánico, no supe que hacer y sin darme cuenta ya estaba sumergido en el lago, ahogándome.
Por un momento me pareció como un sueño, que de repente todo iba a ser una pesadilla y que iba a despertarme en mi cama, sano y salvo, pero no fue así, estaba enfrentándome a la muerte en una de las muertes mas agónicas, la de morir ahogado.
Dicen que cuando alguien muere “estira la pata” yo la estiré y eso me dio la última fuerza para salir a la superficie, minutos habían pasado cuando mis amigos se dieron cuenta que no era una broma como ellos habían supuesto y se lanzaron al rescate. Solo escuché “Agarráte” e inmediatamente estaba abrasado al salvavidas improvisado.
Salí a la superficie, después de haber tragado una cantidad considerable de agua, la que no pude vomitar ni haciendo uso del viejo truco de meterse el dedo en la garganta. Estuvo cerca, pero me le escapé a la muerte. Por un propósito de Dios, estoy convencido de eso.
Desde entonces he tenido una conciencia clara de que un día tengo que “entregar los tenis”. Por eso me han interesado los temas de lo que existe más allá de la muerte. Después de dieciocho años de bregar en el evangelio, de prepararme en el estudio bíblico de buscar la revelación de Dios, he llegado a la conclusión de que estoy preparado para la muerte.
Me faltan hacer varias cosas claro está, como el que mis hijos dejen de depender de mi en sus vidas, trabajar para la obra de Cristo, pero algo que tengo bien claro es que tengo vida eterna, no porque sea mérito mío sino porque he comprendido el regalo mas grande que Dios pudo darle al hombre, a Su hijo Jesucristo como el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, estoy convencido que después de este mundo me espera la glorificación en Gloria, y me emociona, me hace sentir gozo saber que aquel temor o terror que sentía hacia lo desconocido cuando no era un creyente se ha transformado en una esperanza verdadera.
Por eso cuando muera espero que los que me conocieron en lugar de lamentarse puedan decir “ya partió” o “ya está con Cristo” y en lugar de entristecerse se alegren porque estaré viendo al Creador cara a cara y yo estaré completamente lleno de gozo.
Es que el apóstol Pablo la había entendido así: “….. Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Más si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe,…” Filipenses 1:20-25.
De modo que, amigo mío la seguridad para que pierdas el temor de pasar al otro lado, se llama JESUCRISTO, él es vida eterna, búscalo hoy, él te espera.
*El pastor Boris López, es graduado del seminario de la Misión Bautista Internacional de El Salvador.
¿Desea usted congregarse? Llámenos al 571-331-6828, tenemos servicio de transporte para todas las áreas.