EL EVANGELIO EN MARCHA
Si alguno me ama
JUAN 14:23
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia
INTRODUCCIÓN: Este es uno de los grandes textos de las Escrituras. En él está uno de los contenidos más altos y sublimes del que se tenga conocimiento sobre Cristo. Se evidencia por el mismo que si alguno ama realmente a Cristo goza de privilegios únicos a quien ningún otro ser, incluyendo a los ángeles, se les ha podido dar. Hay en este texto una especie de plataforma ascendente, como si se tratara también de una cadena con sus eslabones, todos dependientes uno de los otros. El “si” de este texto aparece en versiones antiguas, entre las que se cuenta la Versión de las Américas. Se debe considerar que esta declaración del Señor está dirigida solo a personas que han tenido una relación con Cristo. Fue pronunciada después que Felipe preguntara “¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” v. 22. Esta solemne declaración toca fondo en nuestras vidas. Note que Jesús no dice: “Si vienes a la iglesia siempre… si usas tus dones para su servicio… si das tus ofrendas… si haces bien a otras personas… si vives una vida moralmente buena… si eres un celoso con tu denominación…”. Jesús de una manera simple, pero categórica, dijo: “Si me amas…”. Cuando estas palabras llegan al corazón, recinto de los sentimientos, pone el examen más escudriñador que se pueda conocer. Nos dice que no todo el mundo ama a Cristo. En el grupo de los apóstoles había uno que no le amaba, pues buscó hasta el final la manera de sacar provecho de su liderazgo mesiánico. Ese hombre fue Judas, el Iscariote. En el presente tema, esta pregunta queda al descubierto. El amor a Cristo tiene la gran demanda de excluir los demás “amores”, toda vez que el Suyo no es compartido con ningún otro. Bien pudieras decir que tú amas toda su obra, lo que él hizo en su creación y aun su redención, pero lo que Jesús te está planteando es su amor personal. Y si tú le amas es porque él tuvo que haberte amado primero. Esa fue la razón del Getsemaní y la cruz. ¿Cómo puedo saber que amo al Señor? ¿Cuáles son los resultados de amarle?
I. SI ALGUNO AMA A JESÚS SU PALABRA GUARDARÁ
1. No puede alguien amar a Cristo sin amar su palabra. Cada palabra que Cristo pronunció tiene que ser amada. Hay palabras que los hombres dicen que deben ser rechazadas, olvidadas y no repetirlas. Pero las de Cristo debieran ser atesoradas y valoradas. No hay ninguna palabra que Cristo haya dicho que no pueda ser aceptada. Sus palabras han sido como las describe el salmista: “Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulce más que miel, y que la que destila del panal” (Sal. 19:10). El amor a Cristo y a su palabra es un binomio. La intensidad de mi amor por él está ligado al tamaño y la frecuencia con que amo su palabra. Una Biblia que no se escudriña; que no se lee y se medita, es un menosprecio al amor a Cristo. Jesús lo dijo de esta manera: “Escudriñad las Escrituras… porque ellas son las que dan testimonio de mí”. Usted no podrá encontrar otro lugar donde le hablen mejor de Cristo que lo que se dice de él en su palabra. Así, pues, yo llego amar Cristo en la medida que amo su palabra.
2. La mejor manera de amar a Cristo es guardando su palabra. Para guardar su palabra hay que ser un diligente en conocerla. Se dice que la Biblia es el mayor tesoro que nos conduce a la sabiduría. Pero el problema mayor que ella enfrenta es que es hay creyentes que no tienen el más mínimo deseo de querer ser ricos. A algunos creyentes les pasa como aquellos dos ancianos que se encontraron con un billete de $100, pero al no saber distinguir su valor, por no saber leer, lo pusieron en la pared de su casa hasta que un día llegó un misionero americano y les dijo que ese billete podía sacarles de su pobreza. ¿Qué es lo que más nos gusta leer? ¿Qué tan serio tomamos la palabra de Dios y la guardamos? ¿Te sientas a los pies de él para escuchar su palabra como lo hacía María de Betania con el fin de tomar la mejor parte y aplicarla en tu vida? El mayor deseo de un creyente debiera ser como los hermanos de Berea, quienes no se conformaron con lo que oyeron, sino que se dieron a la tarea de escudriñar la palabra de su tiempo para ver si todo lo que oyeron era así. Guardar las palabras de Cristo es comérselas como se les ordenó a los profetas Ezequiel (3:3) y Jeremías (15:16) y posteriormente Juan en su Apocalipsis (10:1-4, 8-9). ¿Estamos guardando así su palabra?
II. SI ALGUNO AMA A JESÚS EL PADRE LE AMARÁ
1. Cuando alguien ama al Hijo se pone en sintonía con el Padre. Jesús sigue diciendo que quien decide amarle tendrá como resultado el amor de su Padre. Las palabras: “…y mi padre le amará” son una verdadera música al oído. Ninguna palabra iguala a estas pronunciadas por el Señor. Porque nadie ama tanto al Hijo como lo ha amado el Padre. Cristo, al ser uno con el Padre, ha tenido el amor del Padre desde la misma eternidad. Solo tenemos que imaginarnos cuan grande es el amor del Padre hacia el Hijo, visto en la obediencia que éste tuvo, hasta llegar a la muerte: “¡y muerte de cruz!”. En varias ocasiones se escuchó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. Así, pues, el que escoja amar a Cristo “mi Padre le amará”. ¡No le va nada mal al que decida amar al Hijo! ¿Qué pasará entonces con los que aborrecen al Hijo? Cuando amamos a Cristo encontramos el corazón del Padre. Por regla general, cuando alguien ama a nuestros hijos, se gana el corazón de los padres.
2. Cuando alguien ama al Hijo levanta el regocijo del Padre. Es de esperarse que en el seno de una familia los padres amen a sus hijos. Pero aunque no se quiera ver así, un hijo bueno, obediente, que les da tanta satisfacción a sus padres, se convierte en un blanco continuo de elogios y obligada referencia. Se nos dice que Jacob, de los doce hijos que tenía, llegó amar de una manera especial a José por cuanto su conducta era todo lo opuesto al resto de sus hermanos. Esta comparación nos hace pensar que aun cuando Dios tiene un amor general por todos los hombres, por cuanto todos ellos son parte de su creación, tiene que saberse que él amará mucho más a los que deciden amar a su Hijo. Eso no es un asunto de preferencia. Más bien es un asunto de justicia. Usted tiene que saber que mientras más ame a Cristo va a levantar el regocijo del Padre. Debe saberse que un hijo desobediente y desleal se convierte en un blanco de la disciplina. La Biblia nos habla de un Dios que castiga la desobediencia. Pero por el otro lado, tenemos que pensar que un hijo obediente; que decide amar al Hijo, goza del regocijo divino. El Padre amado está en espera de amar aquellos que deciden amar a su Hijo.
III. SI ALGUNO AMA A JESÚS EL PADRE SE ACERCARÁ A ÉL
1.Distancia acortada. Hay personas que ven a Dios de una manera muy distante, por lo tanto han creado una serie de mediadores o puentes para llegar a él. Pero como no es el medio que Dios ha dejado para que se le conozca, lo que esto hace es abrir más la brecha de separación. Cada vez que los hombres han buscado otros medios para acerca a Dios se colocan en distancia mayor. Mas no es así con el caso de Jesús. En su declaración ha dicho que quien le ama a él permite la más dulce cercanía que la criatura pueda tener con el Creador. Que bueno es saber que ya no hay una brecha entre el alma humana y Dios. Las pesadas cargas de la vida nos dicen que no podemos acercarnos a Dios. Pero la buena noticia es que si usted se siente demasiado indigno para acerca a Dios, Jesús ha dicho: “Vendremos a él”.
2. Privilegio exclusivo. ¿Cuántos de los que están acá le han estrechado alguna vez la mano a algún presidente de la república? ¿Ha tenido el honor de hablar con la reina Isabel? ¿Se ha codeado con algún artista muy famoso? Pues si eso no le ha pasado, no se de mala vida por cuanto usted es poseedor de un privilegio mayor. El que ama al Señor tiene también la visita de su Padre. ¿Puede imaginarse un privilegio mayor? Es posible que usted sea muy pobre, pero Jesús le dice: “Vendremos a él”. A lo mejor usted es una persona muy humilde y ni siquiera sabe leer, pero Jesús dice: “Vendremos a él”. Ningún privilegio podrá superar al que puede caminar con Dios de una manera íntima y personal. El hombre sin Cristo no puede hacer esto. Él no tiene comunión con el Padre celestial. Pero la maravillosa noticia es que: “Vendremos a él.” ¿Quién vendrá al creyente? Mire usted esta verdad. El Salvador y el Padre vienen, y el bendito Espíritu Santo los representará a ambos en el corazón del creyente. No deje que otra cosa se acerque a su corazón. Si la tentación se te está acercando, muestre que el Padre y el Hijo viven en ti.
IV. SI ALGUNO AMA A JESÚS SERÁ TABERNÁCULO DE LA DIVINIDAD
1. No fue así en la antigüedad. Abraham fue visitado por tres varones, a lo mejor tipificando la misma Trinidad, pero ellos vinieron y se fueron. Aún la gloria de Dios descendía en el tabernáculo, pero después era suspendida. Se nos dice que el Espíritu de Dios venía sobre ciertos hombres, pero después de iba de ellos; tal fue el caso de Sansón. El que el Espíritu viniera o se fuera, era una sombra de lo que luego aparecería. Aun la presencia del Ángel de Jehová, conocido como el Cristo preencarnado, se hizo presente unas setenta veces en el Antiguo Testamento, pero luego se iba. Tal fue el caso con Josué cuando este iba a conquistar la tierra de Canaan (Josué 5). Se identificó con él como el Príncipe de los ejércitos de Jehová, recibiendo adoración de parte de Josué, pero luego se fue. Sin embargo, Jesús nos está diciendo que cuando alguien le ama a él, entonces “haremos nuestra morada con él”. ¿Qué significa todo esto?
2. Nuestro cuerpo como morada de su presencia. Las palabras “haremos nuestra morada con él” son las más dulces que puede el hombre escuchar. Se dice que la única manera de conocer a alguien es que en efecto vivas y convivas con ella. A veces tenemos una opinión de alguien, pero cuando duramos tiempo conociendo a esa persona cambiamos de opinión. Judas le había preguntado a Jesucristo: “¿Cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?”. Esta pregunta le llevó a Jesús a decirle que a ellos, sus seguidores, el Hijo y el Padre vendrían para morar en sus vidas y convertirles en una amistad sagrada. Por cuanto ellos eran sus amigos, ellos serían el tabernáculo de la presencia de Dios. El Señor no dijo esto a ningún ángel. A ninguno de ellos Dios escogió para venir y morar en sus vidas. Ese privilegio es único para los que aman a Cristo. Se da por un hecho que si aceptas las palabras de Cristo de “haremos nuestra morada con él”, es que tú y yo seremos su mejor anfitrión.
CONCLUSIÓN: En la ocasión en que Pedro negó al Señor, fue confrontado tres veces con una pregunta que hoy se nos hace también a nosotros: “¿Me amas más que estos?”. Al parecer Pedro, pensando que todo se había acabado, había regresado a su antiguo oficio de pescador y se estaba olvidando de su Maestro por su barco y su oficio. La pregunta repetida tres veces rompió el corazón del apóstol, de manera que dice el texto que “Pedro se entristeció…” (Jn. 21:17). Jesús comenzó nuestro texto diciendo: “Si alguno me ama…”. ¿Cuál será nuestra respuesta frente a semejante demanda?
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