‘Hoy en día, en México matar parece un deporte nacional’

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ESPECIAL

FUENTE: ISABEL MUNERA, EL MUNDO

 

Lleva trabajando más de 17 años sobre temas de seguridad, narcotráfico y justicia, y eso se aprecia en cada una de sus respuestas. ‘Narcomex. Historia e historias de una guerra’, de la editorial Debate, es el último libro de Ricardo Ravelo -periodista mexicano de la revista ‘Proceso’- y un fiel observador de lo que ocurre en un país donde «el narco manda».

 

PREGUNTA.- ¿De verdad se puede hacer esta afirmación tan rotunda?

RESPUESTA.- Sí. El 80% de los municipios mexicanos tienen autoridades que mantienen relación con alguna modalidad del crimen organizado y la policía está infiltrada en un porcentaje más o menos similar.

P.- ¿El ejército ha conseguido mantenerse al margen de esta influencia?

R.- No, el ejército ha estado expuesto a un amplio grado de corrupción y esto ha tenido consecuencias. Actualmente hay como ocho generales de alto rango bajo investigación por presuntos vínculos con el narcotráfico. El panorama no puede ser más desolador. La violencia no cesa, el nivel de corrupción no baja, todos los días hay muertos y el narco está mandando el mensaje de ‘yo mando’, ‘yo mando’.

P.- ¿Y es así?

R.- Calderón ha llegado incluso a decir que después de cinco años de combate el narcotráfico es un Estado dentro del Estado. Esta declaración no generó, sin embargo, ningún escándalo nacional.

P.- ¿Se ha acostumbrado la gente a vivir de esta manera con esos niveles de violencia tan elevados?

R.- Desgraciadamente, la gente está habituada y dice que es un tema entre ellos. Pero no se puede ver tanto de esa manera porque el narcotráfico ha desarrollado otras actividades aparte del tráfico de drogas como el tráfico de personas, la extorsión, el secuestro, la venta de protección… Hasta 25 actividades delictivas que han impactado en el tejido social.

P.- ¿Se puede decir que la guerra contra el narco emprendida por Calderón ha sido un rotundo fracaso?

R.- Estuvo muy mal orquestada, fueron palos de ciego. Tan sólo se recurrió al ejército y no se pensó en una estrategia más integral que hubiera combatido, por ejemplo, el lavado de dinero, o centrarse en la atención social y la autolimpieza del Gobierno que ya tenía un grado de infiltración bastante fuerte.

P.- ¿El problema, por tanto, ha ido a peor?

R.- Desde luego, la corrupción permanece, la policía sigue igual o peor y el ejército no ha podido con el problema. Cuando empezó la guerra había seis cárteles muy bien identificados y hoy hay 14 organizaciones criminales y una inestabilidad en materia de seguridad tremenda. El Estado no sólo es visto como un Estado fallido sino como un narcoestado que no tiene capacidad a nadie de garantizarle la vida o el patrimonio. La impunidad es del 98%. Hoy en día en México matar parece un deporte nacional.

P.- Pero matar no de cualquier manera sino de la forma más violenta posible, ¿no?

R.- Efectivamente, la violencia que ejercen los cárteles es cada vez más perniciosa. No basta con matar, hay que exhibir el horror y la saña.

P.- ¿Y hasta qué punto es importante la caída de capos del narcotráfico para frenar este horror?

R.- Las detenciones o las muertes de capos son importantes. Los cárteles pierden piezas, pero son piezas reemplazables.

P.- El de Sinaloa es el cartel más importante en México, seguido de los Zetas. ¿A qué se debe su fulgurante ascenso?

R.- Los Zetas han dado muchas muestras de poder. Controlan 15 estados en México, tienen presencia en toda América Latina y, a través de la mafia de EEUU, en Italia. Son muy organizados y han demostrado una gran capacidad para rearticularse. Son, sin duda, el grupo más versátil del narcotráfico desde su surgimiento en 1997 como cerco protector del cartel del Golfo. Desde 2004 hasta ahora han ido diversificaron muchísimo sus actividades. Dominan todas las actividades ligadas al narcotráfico y controlan las aduanas. Además, han logrado incorporar bajo amenazas a funcionarios de áreas sensibles de la seguridad.

P.- ¿Los cárteles gozan de la protección de la población?

R.- El narco ha trabajado en dos vías, por un lado desde la corrupción y, por otro, se ha erigido como benefactor social. Ahí donde hay un vacío institucional, el narcotráfico ha logrado pavimentar una calle, hacer una carretera, meter alumbrado, construir iglesias, escuelas, dar medicinas… Y la gente está agradecida.

P.- Ante este panorama, ¿qué puede hacer el nuevo presidente?

R.- Como diría mi madre: sentarse en una esquina, cruzarse de brazos y ponerse a llorar (risas). Con un 80% del territorio controlado por el narcotráfico, el presidente de la República tan sólo tiene presencia en el Distrito Federal. Fuera manda el narco.

P.- ¿La capital está, por tanto, bajo control?

R.- En la capital hay incidentes aislados, pero como están las principales instituciones y el ejército, la seguridad es distinta.

P.- ¿Podría el narco interesarse por la capital?

R.- Muchos narcos viven en el D.F. Es su zona de refugio. En una ciudad de 23 millones de habitantes se pierden. Hay violencia, pero está muy controlada. No hay delincuencia de alto impacto, o sólo de forma aislada. Si la capital entra en esa vorágine de violencia no sé qué vamos a hacer, adónde nos vamos a ir.

P.- ¿Ser periodista en México es una profesión de alto riesgo?

R.- En Tamaulipas o Nuevo León desde luego. Son lugares tan peligrosos como lo puede ser Afganistán. Y, además, con un nivel de impunidad tan alto, las posibilidades de que a un periodista le pase algo son elevadísimas. Algunos periodistas se juegan la vida todos los días.

P.- ¿Usted ha estado en una situación real de peligro?

R.- No, sólo he tenido amenazas, pero muchos reporteros han sido secuestrados y hay sesenta y tantos casos entre desaparecidos o asesinados. Hace dos años me quisieron poner protección, pero un amigo me dijo que la mejor seguridad es no tenerla. El nivel de desconfianza es tremendo. Y si no tienes confianza en la policía, en quién carajo la vas a tener. La gente prefiere pasar cerca de un delincuente que de un policía.

P.- ¿Se ha perdido la esperanza?

R.- Es una situación muy complicada. En Colombia, por ejemplo, se le dio la vuelta al problema reinvirtiendo ciertas ganancias del narcotráfico para generar empleo y tener paz social. No se ha terminado con el problema, pero su Estado ha salido fortalecido y ha establecido reglas del juego. Para que México dé el vuelco le falta una década si se empieza a trabajar en esta línea.

P.- Con una policía corrupta, unos jueces comprados o amenazados… ¿No se puede confiar en nadie?

R.- La gente ya no cree en nada. Yo llegué incluso a pensar que no habría elecciones porque era tanta la violencia…

P.- ¿Al narco le interesaba que ganara el PRI?

R.- Sí, era regresar al viejo estilo. Ha habido evidencias de que hubo dinero del narcotráfico para que ganara el PRI.