Alegría: La fuerza del amor

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EL EVANGELIO EN MARCHA

PERLAS DEL ALMA

Alegría: La fuerza del amor

Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)

 

¡Vivan con alegría su vida cristiana! Lo he dicho y lo repito: ¡Vivan con alegría su vida cristiana! Filipenses 4:4 (La Biblia en lenguaje actual)

  Hoy haré todo con la alegría que Dios puso en mí, el día en que nací de nuevo, porque el gozo o la alegría del cristiano nacido de nuevo es inseparable de la obra del Espíritu Santo: “Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17; NVI).

Una de las nueve cualidades que componen el fruto del Espíritu es la alegría en el cristiano, “…con gozo del Espíritu Santo” (1Tesalonicenses 1:6; RV60). La Biblia dice que una de las características de los primeros cristianos era la alegría contagiosa que poseían: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hechos 13:52; RV60).

 

Hoy mostraré a quienes me rodean que no es el propósito de Dios que el ser humano viva una vida negativa, derrotada y miserable. Sé que algunos piensan que ser cristiano es vivir siempre con la cara larga, triste, siendo retraído y esperando morirse para ser feliz en el más allá. Contrario a esto, la Biblia afirma que Dios quiere que vivamos con alegría, una vida hasta lo máximo, hasta la plenitud. JESÚS dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10b; NVI).

 

  Hoy diré a los que me rodean que la alegría que ven en mí es la fuerza del amor de Dios en todo mi ser. Es un gozo que también está unido al hecho de que JESÚS es mi SEÑOR Y SALVADOR. ¡Qué hermoso es vivir para JESÚS y tener plena confianza en sus promesas!: “Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa” (Juan 15:11; NVI). Por otro lado, la alegría del mundo es pasajera porque su propósito es distraerme, divertirme momentáneamente, y muy a menudo, esa alegría es producto de los placeres del mundo, del demonio, y de la naturaleza pecaminosa en todo ser humano.

Hoy me empino y extiendo mis brazos hacia el cielo en señal de gratitud a mi Dios eterno quien tuvo misericordia de mí. No merecía su salvación hace 50 años cuando vine a Él. Todavía esa salvación no la merezco, ni la mereceré, porque es un regalo que el Padre nos ha dado en JESÚS. Mucho menos merecía el hecho de que el Espíritu me diera dones y pusiera en mí cualidades desconocidas, como su amor a través del fruto del Espíritu Santo. Cualquiera sea la situación que me toque vivir en medio de un mundo que no tiene arreglo, en medio de los problemas y tempestades de la vida, no pierdo de vista lo que el SEÑOR me prometió: “En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: – ¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dicela Escritura, brotarán ríos de agua viva” (Juan 7:37,38; NVI).

Hoy me fijo en su promesa y tengo fuerzas para vivir en ella. No se me promete un riachuelo, ni un goteo, sino “ríos de agua viva”, cuyas aguas, al compararlas, ni siquiera, la maravilla de las Cataratas de Niágara se le aproximan. No, yo no estoy aquí para andar quejándome por todo, y echar la culpa a otros por lo que me ha sucedido. No dejaré que nadie ni nada haga en mí una basura, que tape esa corriente de agua viva para otros.

Hoy dejaré que esos ríos de aguas vivas circulen a través de mí para calmar la sed de los demás seres humanos de mi generación. No lo haré en mis propias fuerzas, sino con la alegría que es la fuerza del amor.

 

Oración: ¡Gracias Padre Celestial por tu presencia constante en mi ser. Gracias porque estás aquí, ahora, conmigo. Gracias por tu amor derramado en mí por la presencia de tu Santo Espíritu. Gracias por la alegría desbordante que me produce tu amor. ¡Qué alegría saber que no estoy solo porque tu amor por mí es incondicional e infinito! Ayúdame, dame tu bendición y el valor de ser un testigo eficaz por dondequiera que vaya. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy: La felicidad es nuestra cuando permitimos que la alegría de JESÚS sea por la fe en Él.