EL EVANGELIO EN MARCHA
PERLAS DEL ALMA
Amor supremo por JESÚS
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
Yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. GÁLATAS 6:17B (RV60)
¿Qué tipo de marcas llevaba Pablo en su cuerpo? Una cosa es segura, no eran los “estigmas” que le salieron a San Francisco de Asís, ni al padre Pío, ni cualquier otro síntoma de un misticismo religioso. No. Pablo se refería a sus sufrimientos por llevar el mensaje de salvación y de la gracia de Dios a su generación. El apóstol Pablo no vivió en un convento, ni hizo un una suma de la teología cristiana en un castillo de marfil, la pasión evangelizadora del Apóstol de los gentiles, lo llevó a hablar de la unión de todos los cristianos con Cristo por medio del nuevo nacimiento; también habló del señorío de Cristo, es decir, JESÚS es el SEÑOR y nosotros simplemente sus esclavos, así que, las “marcas del Señor Jesús” son tanto corporales como espirituales, y por eso dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20; RV60). Pablo pertenecía a JESÚS en espíritu, alma y cuerpo.
Saulo de Tarso había sido un hombre marcado por la religión, un judío tan conservador que estaba dispuesto a encarcelar o a matar a los primeros cristianos al considerarlos una amenaza a sus creencias ancestrales, pero al tener un encuentro con JESÚS en el camino a Damasco, “repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:3,4). En aquel momento, Saulo preguntó de rodillas: “¿Quién eres Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hechos 9:5). Desde ese día, las marcas de la religión se convirtieron en las marcas de una relación que lo sellaron espiritualmente como el apóstol Pablo. ¡El fue el último de los apóstoles! Pero esas marcas de JESÚS lo honraron de una manera indiscutible como el hombre más importante del cristianismo después de JESÚS.
En efecto, Pablo se entregó enteramente a extender el reino de Dios, y a fundar las agencias de ese Reino, las iglesias locales, que lo siguen siendo hasta el día de hoy.
¿En qué manera vemos la pasión por JESÚS que Pablo mostró? Pablo estaba marcado por la humildad de JESÚS. No buscó alabanzas humanas, aunque tenía la influencia de tres culturas: la hebrea, la griega y la romana; hablaba cuatro idiomas: el arameo, el hebreo, el griego y el latín. El arameo, el idioma del calor de la familia, el hebreo, el idioma de la religión, el griego, el idioma de la ciencia y la filosofía, y el latín, el idioma del imperio y de las leyes, sin embargo, pudo decir: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz del Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14). Y también señaló: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancias, las he estimado como pérdidas por amor de Cristo (…) mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7,8; RV60).
Me puedo imaginar al apóstol Pablo caminando por aquellas calles antiguas, todos lo reconocían, judío, de baja estatura, de contextura delgada por sus frecuentes ayunos, aquel pequeño cuerpo había sufrido tribulaciones, necesidades, angustias, azotes, cárceles, tumultos, trabajo, abandono de sus amigos y hermanos en la fe, persecución de parte de los judíos que lo acusaban de traidor; sufrió de hambre con frecuencia, y unas cuantas veces, no tuvo dónde dormir, sus compañeros de celdas eran alimañas y ratas; sumemos a esto que la dictadura de Nerón no tenía piedad de ese hombre y estaba destinado a muerte; me quedo corto en añadir todos esos sufrimientos, y a todos ellos se suma también su inmensa soledad, “todos me han dejado” (2 Timoteo 4:16). Mientras espera su muerte, escribe: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). ¡Ese es su amor supremo por JESÚS!
Perla de hoy: Nada ni nadie puede detener a un hombre o una mujer marcados para JESÚS.