Acción de gracias frente al Año Nuevo

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EVANGELIO EN MARCHA

PERLAS DEL ALMA

Acción de gracias frente al Año Nuevo

Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)

 

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:4 (RV60)

 

  Señor Todopoderoso: Aquí me tienes, dobladas mis rodillas, mi alma y mi espíritu frente a tu grandeza, a tu misericordia y gracia infinitas, te vengo a dar mis acciones de gracias por los años de vida que me has dado, pero también por el glorioso futuro que me espera.

¡Oh, amado Padre! Eres el Señor de la historia. Por tu Palabra entiendo que no soy un accidente en este mundo y que formo parte de tu plan soberano, el cual culminará en el triunfo final de los que nos hemos acogido al Regalo de tu Salvación para la alabanza de tu gloria.

Te confieso Señor, que antes de conocerte, sentía miedo por la realidad de la muerte, y, también, al pensar en el futuro, pero ahora sé que al depositar mi confianza únicamente en ti soy tuyo, y me has hecho tu hijo, me has dado una salvación eterna y segura, no por los méritos míos, sino por el amor extremo tuyo y de tu amado Hijo JESÚS. Ahora sé que es bienaventurada a tus ojos la muerte de tus santos, porque tú eres el dueño de este lado y del umbral de lo desconocido por mí; de  tu mano entraré, algún día, al lugar de mi reposo eterno. ¡Bendito y alabado sea tu Nombre!

Amado JESÚS, anhelo el día cuando volverás para llevar a tu Iglesia. En un abrir y cerrar de ojos resucitarás a los que hayamos muerto a esta vida humana, pero te tenemos a ti que eres la Vida Eterna y transformarás a los que estén vivos. Allí, en el cielo, participaremos de la gran reunión de los redimidos porque será el tiempo de las recompensas, y de ver tu entronización porque eres digno; uniré mi voz al coro de los veinticuatro ancianos, y los millones y millones que allí estaremos, si acaso me hubieras dado alguna corona, la lanzaré a tus pies, y cantaremos: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza (…) al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:12,13; RV60). Sí, amado JESÚS, también participaremos de tu victoria cuando regreses a la tierra para establecer tu reino de paz y justicia, como ningún sistema humano en este mundo podrá hacerlo, porque, definitivamente, todo lo que el ser humano pecador toca, lo corrompe.

Tú, amado Señor, me has librado del terrible castigo del infierno y me has preparado un lugar eterno en la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial. Esta bendita esperanza me inspira para correr la carrera de la vida cristiana en servicio, amor y santidad. ¡Ya me parece escuchar las voces de los grandes hombres y mujeres que estuvieron aquí antes que yo, dándome sus vítores y aplausos al cruzar la meta de vivir y morir para tu honra y gloria! (2 Timoteo 4:7,8).

¡Oh Señor amado! No logro comprender totalmente el fabuloso futuro que me espera, pero sé, que a tu lado viviré y que te veré cara a cara; veré las marcas en tu cuerpo del precio que pagaste por mí, y por los millones y millones que al vivir esta vida humana te han conocido. Al final de los siglos, en aquel día, uniré mi voz al gran coro de los redimidos para celebrar tu gloria.

Mi gratitud se traduce en acciones de gracias por enseñarme la importancia de gastar mis energías vitales en proclamar tu evangelio. ¡JESÚS, tú eres la única esperanza para el hombre nuevo! Esta vida humana es breve, pero tú quieres hacernos de nuevo para que vivamos como tu familia para siempre. Comparado con la eternidad, el final de un año y el inicio de otro, no tiene ninguna importancia. No obstante, me has enseñado que esta vida terrenal es la preparación para la vida que viene, y aunque suframos aquí, ¿qué importa después de todo?, vamos de paso hacia una ciudad mejor, celestial, porque tú prometiste: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3; RV60).

Por último, amado Padre, que tu amor, tu perdón y tu paz, sean conmigo, y que yo tenga el valor de anunciarlos con fe. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy: El camino hacia un mundo mejor comienza con JESÚS viviendo en mí, por fe.